Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax. 28 de septiembre de 2014.- A Beto, le gusta que por las noches su tía Silvia le cuente un cuento, en especial «el pescador y el genio»; ella le procura en ese sentido, así que se lo saben al revés y al derecho. Le gustaría más que se lo contaran sus papás, pero ellos trabajan tanto durante el día, que llegan muy cansados para esos espacios, y su «abue» quien lo cuida todo el tiempo, ya no lee bien, así que le pide a su hija menor que sea ella quien lea.
Beto tiene 8 años, y toda su vida ha visto a sus padres, solo por la mañana, y los domingos, un rato antes de que su papi se vaya al partido de fut-bol y su mami disponga de ese día para aseo general de la casa.
¿Porque le gustará tanto a Beto esta historia? ¿Tendrá algo que ver con él?
Y es que los cuentos de Hadas dice Bruno Bettelheim, les da a los niños la oportunidad de comprenderse a sí mismos, hablan de los fuertes impulsos internos de un modo que el niño puede inconscientemente aprender a enfrentarse, y entender sus miedos.
La historia del pescador dice más o menos así: Un pobre pescador lanza la red al mar, cuatro veces. Primero coge un asno muerto, la segunda vez un jarro lleno de arena y lodo. Al tercer intento consigue todavía menos que en los anteriores: cascos y vidrios rotos. A la cuarta vez, el pescador saca una tinaja de cobre, al abrirla, brota una enorme nube que se materializa en un gigantesco genio que amenaza con matarle, a pesar de las súplicas del pescador.
Éste se salva gracias a sus engaños; burla al genio dudando, en voz alta, de que aquel enorme ser pudiera estar dentro de aquella diminuta vasija, de este modo, le obliga a que vuelva a meterse en la tinaja para demostrar que era cierto. Entonces el pescador tapa y precinta rápidamente la tinaja y la arroja de nuevo al mar.
Pero, ¿porque el genio reacciona de esa manera si justo lo habían liberado?, Quizá porque él había llegado a la desesperanza de que alguien lo rescatara y su miedo inicial lo convirtió en un terrible odio hacia el que quisiera o pudiera ayudarlo en adelante, así que el pescador tuvo mala suerte de no encontrar un genio que le cumpliera deseos…
Pero lo que sí hizo el genio es que Beto inconscientemente supiera que aún después de mucho tiempo, mamá o papá podrán llegar a rescatarlo de su diminuta vasija, en donde espera y espera y espera.
El niño desde los primeros meses de su vida, amará a la persona que se ocupara de él, es decir a su madre, que es quien le proporciona alimento, calor, cuidados y amor o sea el placer, todo lo agradable que le sucede al lactante y luego al niño pequeño, reforzando así el lazo psicoafectivo que existe entre ellos.
Pero el reverso de esta medalla, es que toda frustración, todo descontento, es vivido a esta edad por el sujeto como procedente también de la madre a la que considera todopoderosa (Gerard Mendel)
Las inevitables frustraciones y disgustos e incluso convenientes en la medida en que dentro de ciertos límites sustentan el proceso de maduración dan lugar a una agresividad reaccional dirigida contra la madre.
Esto que recibe el nombre de culpabilidad humana no es más que el miedo del sujeto a perder el amor del objeto, así el niño se siente culpable del estar enojado por el abandono, pero a la vez tiene mucho miedo de perder el amor de su apego, y espera el rescate, antes de que la agresividad invada a la culpabilidad.
La parte favorita del cuento para Beto es cuando el genio, no logra hacerle daño al pescador que sería la figura materna, que al fin ha llegado, el genio ya está muy pero muy enojado, va a matarle, pero la madre se las ingenia parta salvarse, ¡ufff! pero Beto sigue esperando.
Agresividad y culpabilidad son como ya hemos dicho, en cierta medida inevitables y en un determinado momento y dentro de unos límites, tienen también su utilidad, las pequeñas cantidades de angustia obligan al sujeto a progresar, a abandonar las posiciones psicoafectivas arcaicas respecto al objeto y a medida que se desarrolla su equipo neurofisiológico y motor en particular, a darse a sí mismo el placer imprescindible para la vida.
Las historias permiten enriquecer la vida interna del niño, empiezan justo ahí donde el niño lo necesita, en su emociones, en sus impulsos internos, y estas luchas internas permiten el crecimiento emocional del pequeño, ya que hay solución al conflicto que en la vida real el está viviendo.
A Beto, lo ayudará a valorar sus recursos, como sacar una espada, o ser agudo ante los problemas, estas fortalezas le permitirán la lucha diaria contra las dificultades que de manera inevitable hay, pero que son parte intrínseca de cada uno de nosotros, entonces tendrá que confrontar sus miedos, su culpa, la agresividad, el miedo al abandono, a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, pero llegará a vencer los obstáculos desarrollando un yo que le permitirá establecer una respuesta equilibrada a la sociedad y al lugar que se le tiene reservado.
Recomendación de la semana: Revisar los juguetes de su hijo e inventar un juego para una tarde de domingo, jugar con él.
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