Cuentopia, de José Santos y Niko Kyöstiö en Galería Arte de Oaxaca
OAXACA, Oax. 24 de octubre de 2013 (Quadratín).- Dicen que Omar Guevara tiene todo para ser primer concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN): sólida formación, disciplina, sensibilidad, virtuosismo, y, no obstante su juventud, amplia experiencia.
Ha sido primer concertino de la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez, y actualmente forma parte de otras tres agrupaciones de primera categoría: la OSN, donde es Principal Adjunto de la sección de Violines Segundos, integrante fundador del Cuarteto Carlos Chávez y violinista invitado de la Capella Barroca de México que dirige el reconocido flautista Horacio Franco.
Dentro del Festival Internacional Cervantino que está por concluir en Guanajuato, intervino con la OSN en un concierto conmemorativo del centenario de La Consagración de la Primavera de Stravinski, el 18 de octubre. Este miércoles 23, interpretó con la Capella Barroca de México La Pasión según San Juan de Joan Sebastian Bach.
Desde 2008 coordina y participa en el Encuentro Filarmónico de Invierno (EFIO), proyecto sinfónico que conjunta en Oaxaca a músicos oaxaqueños destacados que radican en varias ciudades de México y el extranjero.
Desde Guanajuato, entrevistado vía internet, el violinista oaxaqueño habla de sus pasiones: la música, la naturaleza, el futbol, la ciudadanía, y la cocina. “Soy un chef intuitivo”, dice. Y recuerda que le gustó el violín desde que lo escuchó en un anuncio televisivo de cigarros.
-Para ti la música es: un trabajo, una diversión, una necesidad…
-Es básicamente un modo de vida; la disciplina de hacer lo que me gusta.
Hacer música, decir algo, contar algo, expresar algo, lamentar algo; la música para mí ya es básica, necesaria, es como respirar. Respiro música siempre.
Ya en estos niveles para mí es difícil ver la vida o concebirla sin música. Es mi vida, mi motor y mi sustento.
-¿A qué atribuyes que te hayas dedicado a la música, al violín concretamente?
-Al hecho de que en mi casa no pudieron comprarme un piano, jajajaja. Es verdad.
Yo quería ser pianista, pero en casa apenas había lo básico para sostener a la familia, entonces, comprar un instrumento que es más caro que un auto, uffffff, impensable.
Así que decidí el violín tan sólo como una segunda alternativa; sin pensarlo. Vi a un violinista en la televisión y dije ¿por qué no? Me acuerdo muy bien que en esa ocasión el solista interpretaba una obra conocida por mí pues la había escuchado en un comercial televisivo de cigarros. Dije ¡Oh! Esa la conozco…
Años más tarde gané con esa misma pieza el concurso nacional de violín “Hermilo Novelo” de la UNAM, en el año 2000. ¿Coincidencia? No lo sé. Quizá mi destino era ser violinista.
-Tus violinistas favoritos son…
-Uffffff, varios, pero de la vieja guardia admiro mucho el sonido de Henryk Szeryng; el buen gusto y sonido de Michael Rabin; la perfección de Jasha Haifetz, y al todopoderoso de David Oistrakh.
De la nueva generación: Itzhak Perlman, Frank Peter Zimmerman y Gil Shaham. Pienso que ellos en general lo tienen todo. Todo lo hacen maravillosamente fácil, sencillo y con mucho contenido.
Verlos tocar es increíble.
-¿Con quién de los grandes violinistas te hubiera gustado tomarte un café, o una copa?
-Buena pregunta. Con Yehudi Menuhin. Habría mucho qué preguntarle y mucho qué aprenderle.
Un músico prodigio que se interesó en la pedagogía musical. Definitivamente me hubiera gustado mucho sentarme y platicar con él.
-¿Qué le hubieras dicho?
-Creo que me iría primero por lo pedagógico: cómo solucionar problemas, cómo ayudar a los alumnos a tocar fácil, cómo entenderlos, cómo relajarlos y disciplinarlos.
Cómo cuidarse las manos las articulaciones, las buenas posturas… Yehudi aplicó todo eso en sus discípulos y en sí mismo, por eso nunca dejó de tocar ya entrado en los 90 años, y hasta su muerte.
Me hubiera gustado hablar con él sobre su percepción a la vida, y aunque esto va a sonar terrible, le hubiera preguntado acerca de su vivencia en la Segunda Guerra Mundial. Es un tema que por alguna razón me intriga mucho, porque quizá no entiendo todavía el por qué de esa barbarie.
Le hubiera preguntado si creía necesario pasar por la guerra para comprendernos y ser más bondadosos entre nosotros mismos. ¿Es necesario llegar al suelo o a las armas para poder comprender que lo más sencillo es respetarse y ayudarse mutuamente?
-¿Cómo funciona la equidad de género en la OSN?
-Quizá el 40% de la orquesta son mujeres. La sinfónica tiene 85 años de vida, supongo que al principio no había mujeres.
Ahora las cosas son distintas. La participación de la mujer es vista por igual. Concesiones para ellas en materia laboral creo que tienen todas: seguridad social, prestaciones y días de maternidad, útiles escolares para sus hijos.
Como artistas, ninguna. Aquí todos somos iguales y se nos exige lo mismo.
-Si tuvieras que elegir entre el Dios nunca muere y el Réquiem de Mozart…
-Para mí… no… pues… me quedo con lo tradicional. Prefiero el Dios nunca muere, me identifico más porque desde niño crecí con él.
De Mozart entiendo su tristezas su miedo, su pasión, su por qué. El por qué concebir una obra de ese tamaño.
-¿Cómo sueles armonizarte interiormente en cada uno de tus conciertos?
-Respiro, me concentro, caliento las manos, trato de situar todo en su lugar; en mi mente, en mis articulaciones, en mis emociones.
Trato de tocar relajado, pero pisar el escenario siempre es un momento que produce mucha adrenalina. Ya una vez adaptado, expreso lo que traigo dentro y fuera, al máximo.
– ¿Haces deporte?
-Me gusta mucho el futbol soccer. Toda mi vida estudiantil lo jugué religiosamente una vez por semana. Los partidos eran los viernes a las 12:00 horas en una cancha de tierra. El equipo éramos puros oaxaqueños.
Siempre jugábamos el equipo de Oaxaca vs Resto del mundo. Así decían los compañeros y éramos muy buenos. Nos divertíamos alejados de los vicios y confiados en que cada quien crecería y triunfaría en el futuro.
Ahora ya no hago mucho deporte, aunque estoy consciente que el ejercicio es importante para la salud.
-¿Cuando estás en el DF qué extrañas de Oaxaca… y viceversa?
-Su comida, sus lugares, a mis padres; la casa. Del DF cuando estoy en Oaxaca… mmmm… mi rutina, mi trabajo.
-¿Qué haces cuando no estás en ensayo o en un concierto?
-Hago gestión cultural, me gusta el ecoturismo, las películas: las de arte y las palomeras. Me gusta
caminar y distraer la vista con la tecnología. También me gusta manejar hacia algún lindo lugar donde me encuentre con la naturaleza.
Cuido a mis dos gatos que son mis compañeros; juego con ellos, me ocupo de la casa y de los pendientes.
Y algo que me fascina es la pesca, adoro tomar una caña y estar las horas tan solo con el hilo el anzuelo y mis pensamientos.
Creo que básicamente eso hago. Trato de dormir mucho y recuperarme. El descanso también es una de mis predilecciones.
¡Ah! Y me encanta cocinar. Soy un chef intuitivo, jamás estudié algo de esto pero me divierto en la cocina.
-¿Algo más que quieras comentarnos?
Pues ojalá algún día en Oaxaca se compongan las cosas en la cultura.
Nos urge una escuela profesional de música.
Nos urge una buena sinfónica que nos represente por todo el país y el extranjero.
Nos urge reglamentar y reforzar todos los proyectos culturales del estado. Soy de la idea de cambiar, fortalecer, reforzar, quitar lo que no sirve, y seguir adelante.
Nos urgen becas para los jóvenes músicos que andan por todo el mundo. Uno se da topes en la pared al enterarse cómo los paisanos se las ingenian para estar en una escuela sobreviviendo cada día y que allá ni por enterados.
Estoy consciente de que somos nosotros los primeros que debemos cambiar nuestra mentalidad: trabajar duro y entonces sí, exigir lo que nos toca. Y no nada más quejarse y echarle la culpa al de junto, a la política o a la vida.
Espero que la sociedad oaxaqueña despierte en este sentido, que limpie su ciudad, que la cuide; sí, que se exprese, pero con respeto, y que también las autoridades se den cuenta en el terrible descuido que tienen a la ciudad.
Para mí es muy triste ver cómo cae el estado de esta manera. Es muy triste ver niños en la calle, personas en la miseria total y a nosotros mismos haciéndolas a un lado, o pretendiendo que no existen.
Ver que nadie tiene respeto por la naturaleza y la fauna. Hace años me bañaba en los ríos ahora están llenas de porquería y eso es lo que comemos y respiramos.
A mi todavía me tocó ver a ese Oaxaca esplendoroso. ¿A nuestros hijos solo les tocará ver esta parte gris?
Añoro un Oaxaca con educación, sensibilidad humana, y conciencia para buscar una vida futura mejor no para nosotros sino para los que vienen.
-Gracias.