Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
JUCHITÁN, Oax. 17 de julio de 2014 (Quadratín).- No es por moda, ni es ocasional, el gran interés que muestra Francisco Toledo por la lengua zapoteca, forma parte de su preocupación de vida por la revitalización y la memoria de los pueblos zapotecas de Oaxaca, opinó el lingüista y escritor bilingüe Víctor Cata.
Teniendo bien arraigados sus orígenes en la etnia zapoteca, es natural que el pintor que este jueves 17 de julio cumple 74 años impulse proyectos enfocados al rescate, preservación y difusión de su lengua madre, principalmente en el zapoteco del Istmo de Tehuantepec.
“Desde los años 70 el maestro Toledo emprendió su proyecto de rescate de la memoria histórica, cultural y lingüística de los zapotecas del istmo (Juchitán), comenzó con la Revista Guchachi Reza (Iguana Rajada) en donde se publicaban textos en didxazá (zapoteco), luego vino Ediciones Toledo con importantes obras”, explicó el también historiador.
Ediciones Toledo publicó el volumen facsimilar de la revista Neza que dirigió el escritor Andrés Henestrosa con la incipiente literatura zapoteca, el Catecismo de Fray Leonardo de Levanto, textos de Che Gómez, el Vocabulario de la Lengua Zapoteca y el Arte del Idioma Zapoteco de Fray Juan de Córdova, todos enfocados a la memoria y lengua zapoteca.
“A lo largo de su vida, Francisco Toledo, se ha preocupado por la memoria indígena, así como su divulgación. Ahora está en las 20 fábulas de Esopo, que serán impresas en la lengua zapoteca y sus variantes por iniciativa de él, que además estarán destinados a niños hablantes” comentó Víctor Cata.
La traducción de las fábulas de Esopo ilustradas por Toledo tendrá un tiraje de 2
mil 500 ejemplares. La versión en zapoteco de la Sierra Norte le correspondió a la lingüista Juana Vásquez, a la variante del zapoteco del Valle la responsabilidad cayó en manos de Janet Chávez, la variante de la sierra sur al escritor Pergentino José, la variante del istmo en Natalia Toledo y Víctor Cata.
El proceso de traducción de Esopo llevó a Natalia Toledo consultar cientos de versiones, seleccionando las fábulas más apegadas a la cosmovisión zapoteca.
«En realidad las fábulas de Esopo corresponden al género humano, precisamente porque hablan las cosas y los animales, todo se humaniza. Además todas ellas con algo qué enseñarnos de nuestros propios vicios”, comentó la Premio Nacional Nezahualcóyotl en Literatura Indígena; la traducción fue difícil, pero enriquecedora.
Además de la producción literaria, Francisco Toledo impulsa el proyecto de lecto escritura en zapoteco “El camino de la iguana” a través del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa) con los escritores Natalia Toledo y Víctor Cata.
Lourdes Báez , directora del CaSa, informó que en dos años del proyecto, que dirige la institución e impulsa el pintor juchiteco, han atendido a más de mil 700 niños de por lo menos ocho comunidades de la región del Istmo de Tehuantepec.
También creó el Premio CaSa en reconocimiento a la legua zapoteca y sus variantes en Oaxaca, en donde se premia la poesía, cuento y la música, además del premio especial en literatura infantil “Mario Molina”.
Así recuerda Natalia a Ta Min
El hombre de cabello alborotado y pantalones arrugados camina sin pisar casi el suelo por lo rápido de las zancadas. Sobre sus hombros carga a su hija, cuyas piernas le llegan más allá de la cintura. No está en edad de ir en hombros. Él la complace.
El señor de aspecto extraño equilibra el peso sujetándole las extremidades mientras sortea a los marranos que hacen del callejón Los Pescadores su hogar. Ella sonríe. Es feliz. Él no se cansa. Sin parar avanza hacia el parque del pueblo con la niña a cuestas.
Así pincela Natalia Toledo una de las imágenes con su padre en Juchitán (Sur de Oaxaca), ese Chico Min que sentado en el pretil de la casa materna la hipnotiza con su larga cabellera.
Del padre, de su progenitor, recuerda el placer de comer chiles y sopear las tortillas en el caldo de camarón ante la mirada inquisitoria de la abuela, que veía transformada la elegante mesa familiar. Del anciano, contadas instantáneas asoman a su mente; la fuerte voz, el talento para los negocios, el recio carácter y la historia de curtir el cuerpo sobre la piel de una vaca.
Su abuelo Chico con el tiempo tuvo éxito en los negocios en el sur de Veracruz, lo que permitió otorgar privilegios a sus hijos, como pedir por encargo libros que no conseguían en provincia. El amor por los libros se trasladó al pintor, éste a ella y sus hermanos.
“Los libros me unen a mi papá. Las historias, los cuentos nos acercan mucho. Él es un gran narrador. Si no fuera pintor, hubiera sigo un gran escritor. Lo que no puede contar simplemente lo dibuja. Es un contador de historias.”
Lejos tiene Natalia las ausencias del padre, del Toledo que vivía en Paris y Nueva York ocupado en su arte, porque siempre se compensaron con los libros. Hoy reconoce que empezó a escribir por llamar su atención, lo cual agradece, porque eso propició su formación literaria y carácter.
Un trozo de historia personal, de la herencia familiar, de la sangre indígena de los Min está “desgranado” en el tercer libro que Natalia y Francisco Toledo aportan al acervo literario zapoteca; Ba’du’ qui ñapa luuna’/ El niño que no tuvo cama.
El zapoteco los mantiene unidos, sobre todo cuando de proyectos de rescate de la lengua se trata.
“Toledo está atento de la situación del zapoteco, de la disminución de los hablantes, por eso impulsa y aplaude proyectos de rescate. Por eso estamos involucrados en la edición de libros bilingües para niños como Ba’du’ qui ñapa luuna’/ El niño que no tuvo cama.
Aunque lo ideal es que todos participen, sociedad y gobierno, porque si esperamos que sólo los escritores o estudiosos de la lengua hagan el trabajo, pues no avanzaremos mucho.”
Otros trabajos conjunto entre padre e hija son : Guendaguti ñee Sisi/ La muerte pies ligeros; Didxaguca’ sti’ Lexu ne Gueu’/ Cuento del Conejo y el Coyote, los dos editados por el Fondo de Cultura Económica.