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Subestimar la complejidad
Oaxaca, Oax. 10 de mayo de 2010 (Quadratín).- El debate público es intrínseco a un sistema de gobierno democrático. Si nos remontamos a los orígenes de la democracia en la antigua Atenas, queda claro el papel fundamental que ejercía el debate en la Ekklesia (la asamblea) -el espacio por excelencia para la discusión de los asuntos públicos- en ella, los oradores presentaban argumentos a favor en contra de determinado tema de interés público seguido de una votación.
La suya era una democracia directa, no representativa, donde solo quienes eran ciudadanos, reunidos en el ágora decidían los asuntos cruciales para el colectivo, que podían ser desde ir a la guerra, la elección de funcionarios, hasta la legislación de leyes y el juzgar y sancionar delitos.
Hoy en día en la consolidación de las democracias modernas el debate público de los asuntos de gobierno, se ha constituido como el examen crítico para vigilar al poder y a sus actores, para contrastar ideas y visiones de estado así como posibles soluciones a los cada vez más complejos desafíos sociales.
Y es en este sentido, que paralelo a la constitución de los medios de comunicación masiva como actores determinantes al formar y dirigir la opinión pública, en los procesos electorales se ha enraizado la práctica de los debates entre quienes aspiran a un cargo de representación popular.
Sin embargo bien valdría aclarar que la idea del debate público es mucho más que su restricción a un simple ejercicio mediático, la democracia requiere al debate público para vivir, fortalecerse y renovarse y encarar de mejor manera los problemas que afectan a sus ciudadanos, pero esta discusión de ideas, se debe dar esencialmente de cara a la sociedad, posibilitando el dialogo entre el gobierno, los representantes populares y los ciudadanos, con variantes que van desde casas de enlace, hasta los institutos de transparencia que vigilen el uso de los recursos públicos.
Hoy que se plantea en la contienda electoral oaxaqueña, por parte del faraón Cué la pertinencia de ir a un debate público, habría que considerar que en la historia política reciente ha quedado claro que los electores deciden más por lo que representan los candidatos que por lo que aparentemente proponen en un ejercicio acotado como es un debate.
En este sentido, es claro que los ciudadanos valoran mucho menos la forma, o el look, siendo lo verdaderamente definitivo aquello que cada postulante representa y en el caso de Cué es claro que lo que ve el oaxaqueño de a pie es a quien personifica el 2006, uno de los conflictos más dolorosos y costosos en términos económicos y sociales para nuestro estado.
Considerando la lógica de los debates, este adolece de una deformación de origen, el que haya sido planteado por uno de los contendientes, descalifica su contenido imparcial, es claro que lo que motiva al faraón Cué no es debatir proyectos ni propuestas, sino haber sido el primero que lo planteara, estableciendo así una disyuntiva para los demás aspirantes: aceptar los obliga a hacerlo en desigualdad de circunstancias y no hacerlo le permite a Cué, erigirse como mártir, como un yo si quiero pero ellos no.
Ahora bien, hay una lectura de fondo, en estos acontecimientos, el hecho que el faraón Cué y su equipo hayan planteado la necesidad de un debate, deja muy claro que en la valoración que hacen, saben que no van adelante en las preferencias del electorado, una verdad absoluta del manual de campaña política dice que candidato que va adelante no debate, no tiene sentido debatir cuando se cuenta con una amplia preferencia, solo el rezagado, el que va segundo necesita urgentemente debatir, debe de ser desafiante, bravucón, tomar una actitud de todo o nada y denunciar por cobardes o algún otro adjetivo a quien lo ignora.
La realidad política reciente nos da muestras ilustrativas de esto, consideremos que durante la última elección presidencial en Argentina, la actual presidente Cristina Fernández de Kirchner asumió su cargo, ofreciendo contadas entrevistas periodísticas y sin debatir con los otros candidatos, quienes se cansaron de gritar provocándola y retándola para que se presentara con ellos frente a las cámaras.
Y por el contrario, caso diferente fue la elección presidencial del 2003 en ese mismo país, cuando en la primer vuelta, el puntero Menem, se negó a debatir y todos los que se encontraban rezagados se negaban a hacerlo sin él, sin embargo cuando en la segunda vuelta las encuestas lo ubicaban en un lugar desventajoso insistentemente pidió un debate público con su rival Nestor Kirchner, quien sólo le espetó un Que debata con la Justicia, acabó siendo electo presidente.
Es claro pues, que los gabinistas se saben rezagados, estacionados en las preferencias tal como lo marcan las encuestas por ello valoran que llegó el momento de ser bravucones, lástima que también en la política para la audacia se necesite liderazgo y valor y un poco de inteligencia, atributos de los que no puede presumir el faraón Gabino Cué.
TIRO DE PRECISIÓN: Un candidato a gobernador nunca debe ocuparse ni mucho menos preocuparse por el destino de sus compañeros de viaje en diputaciones y presidencias municipales, sin embargo en la actual campaña, Eviel Pérez Magaña además de cargar con los lastres que le significan los últimos representantes de la burbuja, tiene que andarle haciendo la chamba a la candidata a presidenta municipal por el municipio de Oaxaca de Juárez y al mamoncito de Pepe Escobar.
Ambos dos no tienen carisma, talento, ni ganas de ponerse la camiseta evielista, sólo están por que alguien les dijo que tenían que estar pero en términos reales representan un lastre para Eviel Pérez Magaña.