
Oaxaca, invitado de honor en la FIL de Palacio de Minería
Oaxaca, Oax., 31 de enero de 2012 (Quadratín).- Ocotlán de Morelos debería llamarse Ocotlán de Morales, dicen los paisanos del extinto pintor oaxaqueño Rodolfo Morales, a 11 años de su partida.
Ocotlán se viste de fiesta cada 30 de enero para recordar al artista que jamás olvidó su origen y que, sin ser católico financió la restauración de iglesias; sin asumirse como ecologista, reforestó su pueblo y, siendo una figura del arte contemporáneo universal, estableció como su última voluntad que su obra se exhibiera en Ocotlán, para que los interesados en su pintura dejaran derrama económica a sus paisanos.
Rodolfo Morales nació el 8 de mayo de 1925 y falleció el 30 de enero de 2001. Cada año, la Fundación que lleva su nombre y que hoy preside su sobrino Alberto Morales, organiza un desayuno en su casa de Ocotlán y un concierto con la Orquesta Sinfónica de Oaxaca, a la cual apoyó con la compra de instrumentos musicales.
En entrevista, tres meses antes de su deceso, Morales reconoció que nunca fue católico pero le gustaba ir el ex convento de Santo Domingo de Ocotlán donde descubrió su amor por las artes plásticas.
Yo era muy retraído y mi refugio era la iglesia, pero no porque fuera devoto sino porque me llamaba mucho la atención el sitio. Ahora lo puedo decir pero en esa época iba sin saber por qué. Ahí sentía mucha calma, como que me retraía más y me entretenía mucho con la arquitectura del templo, pero nunca pensé en ser arquitecto y tampoco en ser pintor. Esa cosa ritual de la iglesia me llamaba la atención pero yo no formaba parte de la iglesia. Nunca fui acólito ni nada de eso. Les tenía mucho miedo a los curas.
Comentaba que también en la iglesia de su pueblo descubrió la música clásica, que desde entonces fue su favorita.
En la iglesia me aislaba de los demás niños porque no tenía facilidad para otras cosas, como el deporte, por ejemplo. Siempre era muy torpe, lo único que aprendí a manejar de niño fueron los zancos; pero nunca le pegué una patada a un balón. En la iglesia escuché por primera vez la música clásica sin saber que era música clásica; empecé a percibir el olor del incienso, de las flores, bueno, toda esa cosa mágica que ha perdido la religión. Todo eso me impresionaba.
Y, gracias a la radio, le entraron las ganas de salir de Ocotlán para algún día recorrer el mundo.
Luego llegó la radio a Ocotlán. La gente iba al rosario todas las noches y al salir oían las noticias de la Guerra Civil Española. Desde entonces me dieron ganas de conocer España.
También llegaba el cine ambulante. Recuerdo que después empezó a llegar un periódico… creo que era del PAN; traía muchas fotografías muy buenas del Vaticano, de las obras de Miguel Ángel. También recuerdo que iba a la peluquería y entonces los periódicos -no sé si era Universal o Excélsior- los domingos traían reproducciones de pinturas, algunas de pintores no muy famosos pero otros sí, que las pegaban en las paredes de la peluquería.
Todo eso llamaba mi atención.
Rodolfo Morales se fue a estudiar a la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México, y se dedicó a dar clases de dibujo por más de 30 años en una Escuela Nacional Preparatoria.
En sus ratos libres pintaba y poco a poco se le fueron abriendo las puertas de museos y galerías para exponer su obra. En México y en el extranjero. Tras su jubilación, en 1985, por aquellos días del terremoto, retornó a su tierra, Ocotlán, donde se dedicó de lleno a la pintura y a la filantropía.
Contaba que entre todas sus lecturas en la infancia, hubo una que lo marcó para toda su vida: En la casa había unos cuantos libros de mi madre, de matemáticas y esas cosas, pero creo que lo que me sirvió mucho fue leer unas fábulas de Samaniego.
Inconscientemente, una fábula que me marcó fue La zorra y las uvas, porque después, ni en la escuela ni en mi vida, traté de alcanzar las uvas; nunca entré a un concurso de pintura. Ahora alcanzo las uvas, pero porque ya están maduras. Ja ja ja.
Al momento de su muerte, a los 76 años, Morales exponía sus últimas obras, una serie de pinturas sobre cilindros, en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO).
Posteriormente, esta exposición inició un recorrido por varios continentes. Se ha presentado en Rusia, Sudáfrica y Alemania. Por estos días se nuevamente en la capital oaxaqueña, en el Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO).
Las cenizas de Rodolfo Morales reposan en el Ex convento de Ocotlán de Morelos. Ocotlán de Morales, dicen sus paisanos.