“…que le están degollando a su paloma”
MÉXICO, DF, 27 de abril de 2015.- México se ha debatido siempre entre las ideas centralistas o federalistas, acorde a la existencia de los sistemas federal y unitario. El federalismo es forma de gobierno en los países más grandes del mundo, y la historia de México tiene un saldo importante en relación al federalismo.
Lo cierto es que hemos apostado institucionalmente a mantener en el discurso el federalismo, pero en los hechos avanzamos a ser un país cada vez más centralizado o unitario. En el Mundo hay ejemplos exitosos de experiencias federalistas, como en Estados Unidos y Alemania, en América Brasil, Argentina y nosotros. Chile es un país unitario y Colombia uno de regiones.
Lo cierto es que vivimos particularmente en lo fiscal un modelo centralizado por el lado del ingreso y del gasto, en este último se mide por el peso que tiene el gasto federalizado centralizado y condicionado en los presupuestos estatales, clasificado como gasto programable, esto es las aportaciones, subsidios y convenios, que ejercen las entidades federativas a cuenta del gobierno central, que determina las reglas de operación, suministra los recursos, los propone al Congreso y además se fiscalizan a nivel central, tanto por la Auditoría Superior de la Federación, como por la Secretaría de la Función Pública.
La opinión pública, incluso comentaristas y periodistas económicos se confunden cuando hablan o escriben de este asunto, sobre todo en lo referente a la cuestión fiscal, tanto ingreso, como gasto, incluyendo la deuda pública. Confunden aportaciones con participaciones, no se diga de muchos legisladores e incluso funcionarios.
Entre paréntesis, de ahí la inquietud de muchos colegas para revivir la Asociación de Periodistas y Economistas, que tan buenos resultados tuvo en la década de los años ochenta.
La opinión pública desconoce el problema que arrastran las entidades federativas, derivado de la insuficiencia de recursos del FAEB, su incorrecta presupuestación desde 2008, en contra de lo que señalaba la LCF en su artículo 27, lo cual generó déficits importantes. La desafortunada fórmula de 2008 profundizó las diferencias, que como herencia del FAEB -vigente hasta 2014- dejó importantes déficit fiscales en muchas entidades federativas, de lo que se salva el DF, gracias a que no se le desconcentraron los servicios educativos y por tanto no se le pasaron los vicios que desde su inicio en 1992 se trasladaron a los estados. Este es el mejor ejemplo de que es la única salida para entidades que no pueden con el sistema con sus propios medios políticos y fiscales.
Las inercias centralistas continúan, estamos ante un escenario futuro de congresos locales, a quienes cada vez se les margina más, congresos que aprueben las leyes de ingresos y gasto público, pero que no fiscalizarán su uso, ya que la mayoría de las entidades, se salvan menos de diez, dependen alrededor del 92 por ciento o más de las transferencias federales, incluso Guerrero, cuya dependencia es del 99 por ciento.
El DF es más autónomo, pero siempre tendrá la tentación de no coordinarse y tiene los elementos técnicos y la experiencia en su administración tributaria para hacerlo y hacerlo bien. Es el caso de por lo menos 10 estados, como Nuevo León, Chihuahua o Baja California, entidades federativas que podrían apostar a dejar el SNCF, regresando el esquema de doble tributación.
Descentralización no es sinónimo de federalismo, pero centralismo menos lo es de democracia. Ahí tenemos siempre el ejemplo español, donde las tendencias antrópicas están arraigadas sobre todo en Cataluña y en ello tiene que ver el centralismo.