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CONCHALITO, Oax. 6 de junio de 2014 (Quadratín).- La lavadora blanca oxidada se encuentra en el mismo lugar que hace un año. El húmedo corredor de la vivienda de Teresa Ovalle de los Santos, en una de las primeras casas que dan a la playa de la Pesquería Conchalito, agencia de San Pedro Tapanatepec, en los límites con Chiapas.
Desde el azote del huracán “Bárbara” en mayo de 2013, la lavadora, el refrigerador, el equipo de cocina y el colchón de su cama, están inservibles, aún así Teresa los tiene arrumbados en su casa como “tiliches”.
La recuperación económica y material no se concretó en un año, perdió casi todo con “Bárbara”. Fue una de las personas damnificadas y sólo recibió por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno, municipal, estatal y federal, unas despensas, de los vales de electrodomésticos prometidos, nada.
“Después del huracán el lugar se llenó de autoridades, de Tapana y de Oaxaca. Nos prometieron vales para refrigeradores, ventiladores, estufas, pero fueron puras promesas, apenas y recibimos un par de despensas. Un año no fue suficiente para recuperarnos” comentó mientras observa la cercanía de las corrientes del mar.
Teresa nació en Conchalito hace 48 años, su vida ha sido el mar, no conoce nada mejor. Todos los años éste reclama su espacio, el que los habitantes “invadieron”, cada año el mar “se come” voraz la playa.
“La lluvia no es el peligro, porque puede llover toda una semana y no pasa nada, el peligro viene cuando hay viento, cada vez es más violento, entra y arrasa con todo, como sucedió el año pasado. El viento es lo que da miedo, le sigue el mar que viene ‘comiendo’ la tierra” explica mientras observa a su nuera que protege a sus dos pequeñas hijas.
Dulce María Mejía Montiel le da la razón a su suegra con un leve movimiento de cabeza y recuerda que el viento más terrible que ha visto en su vida fue el que trajo “Bárbara”, ese viento se llevó el techo de su casa y derribó una pared.
Después de quedarse sin vivienda, se fue a vivir frente al mar, “mala decisión” asegura, porque nuevamente está inundada y tuvo que ser trasladada por la policía municipal a la Casa Ejidal de Los Corazones para pasar la noche junto con sus hijas.
Lo poco que posee está nuevamente mojado por el mar, pues avanzó cuatro metros de la playa hacia la población, siendo su casa de las primeras afectadas por el fenómeno “llenante”, que es cuando arena y mar suben su nivel y se lleva todo a su paso.
Durante estos días de contingencia Teresa y Dulce regresan durante la mañana a vigilar sus casas y sus propiedades, porque los actos de rapiña no tienen consideración de la tragedia.
Nuera y suegra esperan sentadas en el corredor junto a la inservible lavadora que el mar se posesione nuevamente de su hogar y destruya lo poco que les queda, rogando que en esta ocasión no venga con viento.
A kilómetros de Conchalito, en otro corredor, uno más seco, María Inés López Díaz ve la televisión rodeada de niños y adultos que se resguardan de la lluvia tupida que cae en San Francisco Ixhuatán.
Lleva 48 horas en el refugio, llegó de la Isla Cachimbo ante la amenaza de “Boris”. Está tranquila, en esta ocasión salió a tiempo de su hogar en lancha en compañía de 100 personas.
“Esta vez nos sacaron a tiempo, gracias a Dios se reaccionó a tiempo y nos trajeron al DIF, ojalá y que cuando regresemos aún encontremos hogar, porque el año pasado el pueblo casi desapareció”
Cachimbo fue severamente afectado por el paso del huracán “Bárbara”, durante un año no logró recuperarse, pues el centro de salud aún está sin techo, la iglesia católica semiderruida, la cooperativa pesquera en las mismas condiciones, muchos de los habitantes se quedaron sin casa.
Las familias esperan que las autoridades cumplan su promesa de reubicarlos en una zona productiva pero no vulnerable, aunque piden conservar Cachimbo sólo como zona de pesca.