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OAXACA, Oax. 27 de mayo de 2014 (Quadratín).- Un cachorro ladra a lo lejos. La pendiente es un poco dura para el visitante, pero los pies de Severino se acostumbraron a las subidas diarias. El ladrido es intenso conforme se avanza a una de las últimas casas de la colina de Santa María Guienagati, pueblo enclavado en la serpenteante Sierra Mixe- Zapoteca.
El perro mueve la cola al verlo llegar a la cima, lo persigue por todo el pequeño solar de tierra, detrás de él una docena de pollitos picotean el suelo buscando que comer. Analí, su hija de cuatro años lo recibe corriendo con los pies descalzos.
Una casa de adobe con techo de lámina de zinc, una cocina sin paredes, un horno de lodo y un montículo de trozos de leña hacen el hogar de Severino Sánchez Feliciano. Es suficiente para sobrevivir, se repite casi resignado el mixe de 53 años.
Nada le pertenece. La casa, los utensilios de cocina, la ropa que porta, la muñeca de su hija, el plato donde come las dos veces al día, son prestadas. Una lejanía de dos años lo separa de la prosperidad, de ser patrón y de sus 250 hectáreas de tierra. Ni siquiera el perro que le ladra es suyo.
“Aquí no tengo nada. Ni la tierra bajo las uñas es mía, le pertenece a la buena gente que me dio cobijo. Allá en Los Valles dejé toda mi propiedad; mis tres casas, mis cafetales, mi tienda, mi vida y mis muertos. Aquí vivo de arrimado. Allá, era el patrón de muchos de mis compañeros, aquí soy chalan de lo que sea, de lo que me dé de comer a mí y a mi familia” cuenta mientras un pollo pelón le pellizca el pie con el pico.
Severino relata que salió huyendo de Los Valles, agencia municipal de San Juan Mazatlán (Bajo mixe) el 2 de marzo del 2012 después de que lo detuvo un grupo de 12 personas encapuchadas y dos presuntos elementos de la policía ministerial de María Lombardo.
“Recién llegaba a mi casa después del trabajo en el cafetal, cuando hasta mi cocina entraron las personas armadas. Los de adelante cargaban R15, iban encabezados por el síndico de San Juan Mazatlán, Cornelio Cirilo Epitafio. Me acusaban de crimen organizado, de tener seis armas en mi casa.”
Lo treparon a la batea de una camioneta y lo golpearon. Como pudo esquivo los golpes y negó las acusaciones. Después de una hora Severino indicó que era suplente del síndico municipal de Santa María Guienagati, el comandante de la Ministerial le creyó y no quiso más problemas, lo soltó fuera del pueblo.
Llegó a Santa María Guienagati y desde entonces se quedó a vivir de prestado en la Sierra Mixe Zapoteca. Hace dos años el municipio lo recibió a él y 11 familias más que salieron de Los Valles, 53 personas entre hombres, mujeres y niños. 10 familias más
están dispersos en las comunidades de Platanillo y Juchitán, en total están desplazados 22 familias (96 personas) del mixe bajo.
Severino está registrado en un censo realizado sobre lo que perdieron los desplazados al dejar Los Valles: tres casas (una de adobe, dos de madera), 12 y media hectáreas de cafetal, de las cuales ocho y media son cafetal robusto en producción y cuatro hectáreas de café criollo. 52 pollos criollos registrados en el programa POPMI de la CDI, cinco perros sabuesos, cinco caballos, 120 hectáreas de potreros, 60 hectáreas de acahual para cultivos temporal de maíz y frijol, cuatro hectáreas de chahuiteras.
Los Valles se localiza dentro de las 54 mil 974 hectáreas de tierra que le pertenecen a San Juan Mazatlán Mixe de acuerdo a sus títulos primordiales. Colinda con Santa María
Guienagati, Santo Domingo Petapa, San Juan Guichicovi, Santiago Tutla, San Pedro Acatlán, Nativitas Coatlán y Guevea de Humboldt.
Santo Domingo Petapa le peleó a San Juan Mazatlán más de 30 mil hectáreas de tierras, la cual consideró le estaban invadiendo Los Valles. El 22 de abril de 1967 el Poder Ejecutivo del estado de Oaxaca publicó en el Periódico Oficial que la petición de solicitud de los habitantes de Los Valles en relación a dotación de tierras para satisfacer sus necesidades agrícolas y económicas se negaba, pues estaban asentados en tierras comunales de Santo Domingo Petapa.
Pero antes, en 1965, un grupo de 66 jefes de familia de Los Valles se negó a pertenecer administrativamente a San Juan Mazatlán por lo que solicitaron el 24 de mayo de ese mismo año a la Cámara de Diputados emprender los trámites para integrarse a Santa María Guienagati, bajo el argumento que Mazatlán los tenía en el completo abandono y marginación, además del conflicto agrario que había desencadenado muertes en la comunidad.
Y así lo hicieron, por lo que pertenecieron en las palabras y los hechos a Guienagati por 40 años, pero no en los documentos, hasta que San Juan Mazatlán peleó su pertenencia, nuevamente las confrontaciones internas entre los que querían pertenecer a Guienagati y los que peleaban por San Juan se reactivó.
El 5 de febrero del 2008, las 60 familias volvieron a solicitar la ratificación de pertenencia a Santa María Guienagati al Congreso de Oaxaca porque consideraron estar en tranquilidad, en paz y tener obras de infraestructura social, pero en el 2010 se dio el decreto de que Los Valles era agencia de San Juan Mazatlán, el pleito se perdió.
Los inconformes se vieron relegados en la comunidad por ser considerados “los rebeldes”, lo que no acataban las disposiciones de la nueva determinación, las confrontaciones entre hermanos de sangre no se hicieron esperar, unos por haber ganado, otros, la minoría, por haber perdido.
Dos años vivieron en Los Valles, hasta el 2 de marzo del 2012, cuando los ciudadanos opositores a la nueva administración se enfrentaron con el grupo contrario en el río del pueblo, zona prohibida de pesca. Desde ese momento reportaron persecución, intimidaciones, supuestos crímenes que no cometieron y fabricación de delitos. Las familias salieron huyendo, San Juan Mazatlán se deslindó y los llamó “autodesplazados”.
Desde el 2012 viven 12 familias en Santa María Guienagati. El municipio les donó una hectárea de tierra fuera de la ciudad para que funden la colonia “Los Valles 2 de marzo”, pero no pueden porque no poseen dinero, ni trabajo para arrancar con el proyecto de vivienda, la esperanza que tienen es que la CDI apruebe la propuesta y les otorgue los recursos para levantar las casas.
Jacinto habla mucho, sabe de lo que habla, lo sustenta con documentos, no habla por hablar. Fue encarcelado el 2 de marzo del 2012 después de una confrontación en el río de Los Valles, sobre sus hombros carga una demanda por disparar a otra persona, él niega los hechos. Después de casi 15 días lo liberaron y huyó hacia la zona más segura, Santa María Guienagati.
44 años carga Jacinto, cuatro hijos, el mayor de 15 años. Su esposa Viviana administra lo poco que gana al día como “mil usos”, lo combina con los mil pesos que el gobierno federal le otorga cada dos meses a través del programa Oportunidades. Aún así, apenas sobreviven comiendo dos veces al día.
En casa, como él llama a Los Valles, dejó todo; tres casas, 15 hectáreas de cafetal en producción que hoy otros cultivan, 25 hectáreas de acahual para el cultivo de maíz y frijol, 100 hectáreas de potreros. En su nueva vida no tiene nada, la casa es rentada y los pollos son prestados.
Él, junto con Severino, fueron catalogados como los dirigentes de los ciudadanos inconformes que no acataron la determinación de San Juan Mazatlán, por eso la persecución contra ellos fue más drástica.
Dos años como desplazado no tiene la remota idea de volver, quizás alguna vez lo pensó, pero al ver la experiencia de un par de sus compañeros que regresaron al pueblo, lo descartó.
“Unos regresaron, con la condición de pagar una multa de hasta cuatro mil pesos por los daños, así lo hicieron, los dejaron trabajar un tiempo, pero después los volvieron a hostigar, a quitarles más dinero. Terminaron por irse nuevamente. No se puede regresar, no cuando hay odio de por medio, cuando está en riesgo tu vida y tu familia. No quiero regresar, sólo quiero que me indemnicen por lo que me quitaron”, comenta.
A Jacinto Ignacio Bonifacio las familias desplazadas lo nombraron secretario de su organización, lo consideran el ideal para pelear por sus derechos, por defender no el regreso al pueblo, sino el pago de lo que perdieron. Jacinto no sólo eleva la voz por sus paisanos, sino por los suyos, sus hijos.
Las 22 familias mixes de Los Valles reportaron que dejaron
124 y media hectárea de cafetales
297 hectáreas de acahuales de maíz y frijol.
597 hectáreas de potreros
40 hectáreas de chahuiteras
57 cabezas de ganado
17 caballos
337 pollos
7 perros sabuesos
112 piezas de lámina de zinc
30 piezas de láminas de cartón y una motosierra
60 latas de café robusto
10 cargas de mazorca
28 hectáreas de milpa chahuite