Una manera de autocuidado es nombrar lo que sentimos: Iveth Luna Flores
MÉXICO, DF, 2 de enero de 2015.- Descubrimientos que abren nuevas rutas en el conocimiento de las culturas prehispánicas y de los ancestros de poblaciones nativas de América, figuraron en 2014 gracias al trabajo multidisciplinario e interinstitucional liderado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el cual este año invirtió 671 millones de pesos en 377 proyectos de esta índole.
El ‘Proyecto Tlalocan. Camino bajo la tierra’ ya se encuentra en el umbral de las tres cámaras localizadas al final del túnel de 102 metros de longitud que corre bajo La Ciudadela. Hace dos meses se dio a conocer el hallazgo de una abundante ofrenda, la más rica hallada hasta hoy en Teotihuacan, en la antesala de estos aposentos.
Localizado a 18 metros de profundidad debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, en el depósito se hallaron cuatro esculturas antropomorfas de piedra verde, decenas de grandes caracoles del Golfo de México y el Mar Caribe, miles de cuentas de diversos materiales, jade de Guatemala, pelotas de hule, esqueletos de escarabajos, huesos y restos de pelo de grandes felinos, discos de pirita y una caja de madera que contenía decenas de conchas trabajadas.
Con la exploración de las tres cámaras en 2015, los especialistas esperan corroborar si esta actividad ritual, realizada aproximadamente hace mil 800 años, se relacionaba con el enterramiento de gobernantes de la gran metrópoli.
Un descubrimiento revelador de 2014 lo dio a conocer el Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, en Tulum, Quintana Roo, dirigido por el INAH con apoyo de la Sociedad Geográfica de Estados Unidos. Luego de tres años de estudio, se confirmó que un esqueleto de mujer, “Naia” (ninfa del agua), recuperado adentro de esta cueva inundada, tiene una antigüedad aproximada de 13 mil y 12 mil años.
Los estudios mitocondriales lo colocan como el eslabón que vincula a los primeros pobladores de América con los grupos indígenas contemporáneos de este continente. Asimismo, por primera vez se pudo relacionar un esqueleto que tenía características faciales y craneales de un paleoamericano con el ADN de cazadores-recolectores que cruzaron el Estrecho de Bering hace 18 mil-26 mil años.
Especialistas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en coordinación con el Centro INAH Quintana Roo, realizan desde hace más de dos años el levantamiento de una milenaria metrópoli urbana de más de 34 hectáreas en el actual ejido Botes-Rovirosa, a la que bautizaron Noh Kah, “Ciudad Grande”.
Noh Kah, de la que se han definido seis grupos arquitectónicos, abre el conocimiento sobre la influencia de la dinastía Kaan en lo que hoy es el sur de Quintana Roo, reconocida por la presencia del glifo de la Cabeza de la Serpiente en sitios como El Resbalón, Dzibanché y Pol Box, o Los Alacranes en Campeche. Los textos glíficos sugieren la ubicación de su gobierno en Dzibanché en el siglo V de nuestra era, antes de su traslado a Calakmul para el siglo 6.
En la pendiente de un lomerío de El Rosario, al sur de Sinaloa, fue descubierto el entierro denominado Tumba 1 de Chametla, de características inusitadas para la arqueología estatal, conformado por elementos de Tumbas de Tiro del antiguo Occidente de México y ricas ofrendas depositadas en torno a restos óseos. Al parecer, corresponde a personajes importantes de la cultura que antecedió a ocupaciones conocidas en Chametla, asentamiento con características sedentarias más antiguas de esa entidad (de 350 a 450 d.C.), en el Trópico de Cáncer.
De confirmarse la antigüedad del sitio Loma del Tecomate, las ocupaciones culturales en este lugar se extenderían posiblemente hasta el 150 a.C. El entierro, de varios individuos con los huesos pintados de color rojo, pertenecería a los primeros pobladores de esta región cultural.
Con las fumarolas del Volcán de Fuego como fondo y bajo la superficie de un terreno del municipio colimense de Villa de Álvarez, arqueólogos del INAH descubrieron una Tumba de Tiro intacta, convirtiéndose en los primeros en ver su interior luego de que fuera sellada hace más de mil 500 años.
En ambos lados de la bóveda, de un radio aproximado de 2 metros, se encontraron huesos acumulados de dos individuos que debieron de ser colocados en su interior en un momento previo. Los esqueletos fueron removidos posteriormente para depositar a otro personaje. A éste se le acompañó de la escultura de un chamán de rostro alargado y arma en mano, seis ollas de tamaño variable y un tecomate.
Vestigios de un barrio xochimilca que debió funcionar entre los siglos 12 y hasta la época del Contacto, en las primeras décadas del siglo 16, fue explorado por expertos del INAH en un predio ubicado en el centro de esa delegación de la ciudad de México.
En un área de más de dos mil metros cuadrados y a una profundidad de metro y medio desde el nivel del piso, se registraron arranques de muros y apisonados, además de materiales ornamentales como restos de conchas que conformaron collares, bezotes y orejeras de obsidiana con que se ataviaban personajes de alto estatus; su calidad indica que los antiguos residentes del barrio pertenecían a la élite.
En la periferia del casco histórico de Puebla, en el cruce de las calles 3 Poniente y 17 Sur, se confirmó el hallazgo de una trinchera gala con una extensión promedio de nueve metros, dos de profundidad y un metro de ancho, que sirvió de refugio al ejército francés durante la toma de la ciudad en 1863.
La exploración permitió identificar una construcción muy burda, que debió de ejecutarse muy rápido. Entre el escombro de la tierra se encontraron fragmentos de barro vidriado del siglo 19 con huellas de uso, lo que remite a los momentos en que los soldados estaban escondidos, ahí dormían, preparaban sus alimentos y comían.
En atención al reporte de habitantes del municipio de Zimapán, Hidalgo, arqueólogos del INAH realizaron el registro y levantamiento de un fardo mortuorio al interior de un abrigo rocoso en el oriente de la Sierra Gorda, que por sus características podría datar de la época prehispánica. La osamenta, de un individuo de aproximadamente 20 años, estaba envuelta en un textil con pigmento y un petate. El clima seco y el tipo de suelo, propios del semidesierto, contribuyeron a preservar los restos óseos y las fibras vegetales con que fueron envueltos.
En un predio cercano al centro de la delegación capitalina Azcapotzalco, arqueólogos del INAH registraron un contexto excepcional a lo reportado sobre enterramientos de perros en la época prehispánica.
Esqueletos de 22 canes se localizaron en un pozo de 2 por 2 metros. Por el nivel en que fueron hallados, a una profundidad de 1.30 a 1.70 metros, debieron de ser colocados en un mismo momento hace más de 500 años, sin asociación alguna con el entierro de una persona —como guía del alma al inframundo— o como ofrenda dedicada a un templo o edificio.
El hallazgo de figurillas, hachas de piedra verde, jadeíta, cerámica blanca, cajetes y tecomates, en las costas Grande y Chica de Guerrero, a cargo del INAH, permitió la identificación de ocho nuevos sitios olmecas, que se suman a los 30 registrados en la entidad. Los nuevos datos arrojados por la prospección arqueológica son importantes porque Guerrero es un área alejada de la parte nuclear de esta cultura ubicada en La Venta y Tres Zapotes, Tabasco, lo que habla de la interacción macrorregional desde el Golfo hasta el Pacífico.