La Constitución de 1854 y la crisis de México
MÉXICO, DF, 27 de noviembre de 2014.- Nadie podrá atribuir la renuncia irrevocable de Cuauhtémoc Cárdenas al PRD a una jugada sucia, oculta o perversa. “El Ingeniero” actuó en congruencia con sus ideales y en contra de una dirigencia que, en su opinión, ha pervertido el mayor proyecto de unidad de la izquierda mexicana… aunque algunos lo culpen de haber apuñalado a su criatura.
“Ante la disyuntiva de corregir el riesgo de compartir responsabilidades de decisiones tomadas por miopía, oportunismo o autocomplacencia, en las que no hay tenido cabida la autocrítica, he preferido correr el riesgo de recibir críticas, válidas o no según se les quiera ver, y optar por decidir de acuerdo a los principios que he sostenido y me han servido de guía en mi comportamiento público y privado”. Así explica Cárdenas los motivos de la dimisión y su disidencia con la tribu dominante de “Los Chuchos”.
Desde hace diez días el líder moral de la izquierda había señalado desacuerdos con la forma de conducción del partido, las cuales –advirtió–, ponen en peligro su existencia.
Las diferencias radicales de Cárdenas con Jesús Zambrano y Carlos Navarrete se acentuaron desde la firma del Pacto por México hasta la conclusión del proceso interno de hace un par de meses.
En la última década, el liderazgo de Cárdenas se había diluido y estorbaba. Si bien sus palabras siempre fueron escuchadas, respetadas, y hasta reverenciadas, en los hechos, ninguna de las grandes decisiones del PRD pasaban por sus manos; operativa y electoralmente había dejado de ser determinante. “El Ingeniero” terminó sus días perredistas como un venerable “cero a la izquierda”.
La salida del “tlatoani” es un duro golpe a la devaluada credibilidad de la dirigencia acaparada por “Los Chuchos”; al marginarse azota la puerta con tan severas críticas a la conducción del partido-partido.
No son nimios los cuestionamientos ante la coyuntura provocada tras la tragedia de Iguala; tampoco las denuncias de parálisis endilgadas a Carlos Navarrete, ni mucho menos el reclamo por la obscena repartición de puestos y carteras por medio de cuotas.
Los dirigentes partidistas han tomado la renuncia de Cárdenas con soberbia. Navarrete sale del paso con una respuesta de cartabón; Zambrano resta importancia a la “sorpresa” con el viejo argumento de que las instituciones importan más que las personas.
Difícil es pronosticar el cisma que podría causar la decisión de Cárdenas. Alejandro Sánchez Camacho, ex Secretario General del partido, alerta sobre una posible desbandada al advertir que el PRD está herido de muerte; Alejandro Encinas dice evaluar su permanencia y anuncia el aumento de voces inconformes con su dirigencia nacional; la “Izquierda Democrática” de René Bejarano habrá de pronunciarse en el mismo sentido.
La renuncia de Cárdenas generará sin duda una presión inusitada sobre Navarrete. “Los Chuchos” quedan ante la disyuntiva de ceder ante las demandas de espacios de las corrientes opositoras o encapsularse, a riesgo de pulverizar el resto de la estructura partidista.
En ellos está decidir si la principal fuerza de izquierda se convierte en una simple franquicia política o retoma su papel protagónico y de contrapeso al poder priista.
Algo de razón tiene el senador Miguel Barbosa al señalar que la salida de Cárdenas resta identidad a su partido.
EL MONJE LOCO: Los anuncios presidenciales serán en favor del fortalecimiento de las políticas públicas vinculadas a la procuración de justicia y a cambios profundos en la estructura de las devaluadas policías municipales, ante su evidente vulnerabilidad –y por lo tanto inviabilidad–. Peña Nieto no hará una invitación a un pacto de seguridad… esperamos, sí, el valor de la autocrítica presidencial para admitir las acciones fallidas y las debilidades del gobierno en estos tiempos de agonía.
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