Corte y Trump: no se acaba el mundo, solo se degrada
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de noviembre de 2020.- El cuerpo es la geografía donde convergen todos los amaneceres y la luz, pero también el punto donde se esconde el pecado más atroz. Es la materia con la que deambulamos en el amasijo de vivencias e ideas. El cuerpo, armatoste/milagro de decepciones y esperanzas, de incertidumbre, arrullo y creencias.
El cuerpo no sólo refleja el tiempo y el recuerdo latente de que todo acaba. Es vaivén de emociones, sepulcro de sueños, osadía de conquistar y amalgama de lo que imagino y siento.
El cuerpo es la fragmentación de las voces de mi vida, luz que se cuela por las ventanas, son mis alas pegadas a un alma indolente y cancina.
El cuerpo es la vegetación exuberante y viva, pero también otoño cobre. Es mi canto y el silencio que se columpia entre mis senos cuando rezo. Son los “te quiero” a lo largo del día, la nostalgia de la noche, una piel que tiene la textura de la luna y la tonalidad de azúcar tatemada.
Ay, el cuerpo. El lugar que habitaba… en el que oré, amé y traté de escapar. Mi morada rota de esta realidad tridimensional, el lenguaje perfecto para decirte que finalmente te encontré.
Haces trizas lo que crees que soy. Matas y crees que así escaparás de lo que vivimos, de tus vicios y dudas, de ese afán por tenerme… olvidas que el ser y la vida permanecen siempre, que me agazaparé en tus recuerdos y te torturaré con nuestra historia, que estaré viva en tu risa y morderé tu cordura, porque nadie que asesina sigue vivo: Lo correarán para siempre los remordimientos, serán sus verdugos las sombras.
Crees que ya me fui y te equivocas. La información genética no se restringe a proteínas como dicen los genetistas. Están mis emociones y sentimientos. La construcción de mi cuerpo no son huesos y materia que se vuelve polvo, es mi familia, nutrición, ética, moral y fantasía. Es mitología y vida cotidiana, una extensa red de emociones, apegos, costumbres milenarias…
Matas para escapar y paradójicamente en ese acto te atrapas, aniquilas para capturar una fuerza que no tienes, que se diluye momento a momento cuando descubres, azorado, que no soy marioneta truncada, que nunca podrás poseer mis filias e imaginación. Que soy libre para siempre.
El cuerpo es más que existencia. Es sabiduría acumulada, un placer que se extiende más allá del área genital y del consumo de momentos. Es la representación de lo que cada uno somos, algo que perdurará a lo largo de los siglos. El cuerpo es una representación de lo que fue y será siempre. El cuerpo, escúchalo, nunca se mata.