Economía en sentido contrario: Banamex
La X en la frente
Hay un dicho, lleno de verdad, muy conocido en el foro jurídico: “abogado que sólo sabe derecho, ni derecho sabe”.
Hace no muchos años desde la abogacía le erigimos un culto a la especialización y censurábamos a los “todólogos”.
Un abogado postulante que litigara asuntos civiles, lo mismo que penales, mercantiles, laborales, de amparo, etc. era tenido por poco menos que un charlatán.
Los estudiantes tenían que buscar desde los primeros años en las escuelas de derecho su vocación y especializarse en una de las innumerables ramas de la ciencia jurídica. Pará que la estudiará a fondo y no le guardarse secretos en la teoría y en la práctica.
Así el abogado se especializa en derecho penal y se sub especializa, por ejemplo, en razonamiento probatorio o en psicología del testimonio.
El desarrollo del derecho va siempre hacia adelante. Siempre hay más conocimiento, nunca menos. Cada día nacen nuevas ideas y cada lustro surgen nuevas teorías, doctrinas, corrientes y hasta escuelas de pensamiento jurídico.
Lo cual es importante y necesario. Porque así camina la ciencia.
Pero en esta vorágine cada vez más acelerada, parecemos perder de vista el bosque por centrar nuestra atención en el árbol, en sus ramas y en sus hojas.
Y el bosque es inmenso.
Todo abogado, pero especialmente el juez constitucional, debe tener siempre muy presente el bosque aunque conozca su árbol.
Debe tener, además del dominio de su materia de trabajo, una sólida cultura general, nociones básicas de ciencia política, de administración pública, de sociología, de antropología, de filosofía jurídica y hoy en día, de medicina en lo que atañe al neutro derecho.
No basta con conocer la ley. El juzgador debe conocer y entender el entorno donde se aplica. A fin de cuentas, el derecho es un producto cultural y en su centro no están las normas jurídicas, sino las personas.
Y la función primordial del juez no es aplicar impecable e infaliblemente la ley.
Más allá de ello, la tarea política del juez es resolver problemas y conflictos que antes de darse entre normas jurídicas, se dan entre seres humanos.
Tengo que decir que siempre me ha apasionado estudiar. Quienes me conocen lo saben. Y he tenido varias predilecciones a lo largo de mi vida, que iniciaron en la UABJO.
El Derecho me llevó a las ciencias políticas, y éstas a un posgrado en administración pública. Hoy me encuentro cursando la maestría en derecho judicial y seguramente vendrá a su tiempo un doctorado.
Recurrentemente todas estas disciplinas se entrecruzan y dialogan, sobre todo en la justicia constitucional.
El Dr. Mario Spangenberg, connotado penalista de la Universidad Católica de Uruguay, advierte insistentemente: “Si en tu biblioteca hay más libros de derecho penal, que libros de literatura o de filosofía, es que todavía no has entendido nada del derecho penal”.
Y creo que lo afirma bajo el mismo principio que defiendo.
Por eso, la abogacía, quizás más que cualquier otra profesión demanda estudió diario y actualización constante.
A fin de cuentas, como sentenció Couture desde 1943, “el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado”.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de
Justicia de Oaxaca.