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Punto de quiebre
El TMEC Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá es una piedra angular de la economía mexicana. Nos conecta con dos de los mercados más grandes del mundo, impulsa la inversión extranjera, genera empleos y fortalece las cadenas de suministro regionales. Además, incorpora temas modernos como el comercio digital, el combate a la corrupción y la cooperación con PyMEs, lo que lo convierte en mucho más que un acuerdo comercial.
Recientemente, el embajador de Estados Unidos en México, Ronald D. Johnson, advirtió que la relación bilateral atraviesa una etapa crucial. Habló de retos compartidos: tráfico de armas y drogas, comercio, seguridad y migración. Pero también de una oportunidad: fortalecer los lazos entre ambas naciones y trabajar, como él dijo, “hombro con hombro”.
¿Y si, en vez de ver conflictos, construimos una oportunidad?
Porque la verdad es que la relación bilateral vive uno de sus momentos más tensos en décadas. Y la próxima revisión del TMEC prevista para iniciar entre septiembre y octubre de 2025 será mucho más que un trámite técnico: pondrá a prueba el talento, la seriedad y el compromiso del gobierno mexicano con temas clave como el Estado de derecho, la productividad, el cumplimiento de acuerdos y, sobre todo, la competitividad regional.
No basta con mostrar músculo político en un Zócalo abarrotado ni con apelar al nacionalismo simbólico. El mundo está mirando cómo se traduce el discurso en resultados tangibles.
La ruta hacia la revisión del tratado pasa también por un contexto interno delicado: la reciente y polémica elección judicial, marcada más por escándalos de “acordeones” que por méritos. Este tipo de señales no solo afectan la confianza interna, sino que también envían un mensaje a nuestros socios comerciales: ¿puede México garantizar condiciones justas, estables y predecibles?
Vendrá un punto de quiebre en la relación México Estados Unidos. Esta vez no será únicamente por temas de seguridad o migración, sino por una pregunta más profunda: ¿está México dispuesto a renovarse para competir con reglas del siglo XXI?
El reloj ya está corriendo. La decisión es clara: construir o quedarnos rezagados. Cumplir o enfrentar las consecuencias. Renovarse… o seguir perdiendo.