Somos de territorio: Nino Morales en gira con Salomón Jara
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de mayo de 2018.- Roberta Jacobson partió en vuelo comercial a Estados Unidos, después de dejar su cargo diplomático como embajadora en México.
«Salgo de México con un dejo de tristeza y un profundo sentimiento de aprecio por este maravilloso país y su gente. Creo que hemos avanzado en la relación de manera muy profunda. No digo adiós, sino hasta luego”, dijo.
Roberta Jacobson, quien arribó a México el 26 de mayo de 2016 y presentó sus cartas credenciales al presidente Enrique Peña Nieto el 20 de junio de ese mismo año, visitó en varias ocasiones Oaxaca, tanto de forma oficial como de vacaciones y la que describió como «tierra de alebrijes, textiles y mezcal, de sueños y de sabores».
Me sentí abrazada por tu esencia colonial y el candor de tu gente, escribió en su cuenta de twitter @EmbRoberta .
Antes de partir, escribió una carta en la cual expresa su amor a México:
Llegué a la Ciudad de México un jueves 26 de mayo del año 2016 para iniciar el trabajo de mis sueños como Embajadora de los Estados Unidos de América en México.
Me sorprendió lo rápido que los ritmos de la ciudad permearon mi vida.
Iniciar el día observando el alba desde mi terraza con un café y diversos periódicos, para después apresurarme a salir y evitar el tráfico matutino de Paseo de la Reforma se volvió mi rutina, al igual que la de millones de mexicanos.
Pese a mi desbordada agenda, siempre traté de hacer un poco de tiempo para disfrutar las magníficas mañanas de la Ciudad de México, con su sol radiante entre los rojos y azules de los pájaros que habitan mi vecindario.
Dos años más tarde, habiendo recorrido casi todos los Estados del país, me he conmovido ante la inmensidad de personas extraordinarias, sus impresionantes paisajes, infinidad de aromas y sonidos que envuelven el aire mexicano, sin olvidar mencionar la explosión de sabores que infunden a la gastronomía mexicana.
La diversidad de este país es asombrosa, genera emociones y experiencias a sus recién llegados que solamente pueden ser vividas de primera mano. Los anuncios de turismo, revistas de viaje o el simple boca en boca, no le hacen justicia.
La gran variedad de flora y fauna de México lo catalogan entre los primeros cinco países mega diversos en el mundo. La llegada año con año de las mariposas monarca, experiencia que tuve la suerte de presenciar (de primera mano) en dos ocasiones, debe considerarse como una de las migraciones más sobresalientes en el mundo, ya que es sumamente asombrosa.
Nos recuerda a la naturaleza norteamericana de estas valiosas criaturas, ya que son el símbolo de nuestra Comisión Ambiental bilateral. La riqueza de la gastronomía mexicana y la gran variedad de productos, mueve a locales y extranjeros por igual a explorar los fascinantes y auténticos sabores que van desde los chapulines y el huitlacoche a los icónicos chiles en nogada y compleja infinidad de moles.
Pero, ¿qué sería de la cultura sin el lenguaje? Sabía que existen más de sesenta lenguas indígenas en México, aunque no tenía idea que estuvieran tan cerca de la Ciudad de México, ya que, solamente en el Estado de México, al menos cuatro lenguas indígenas viven y son la norma para algunos de sus habitantes.
Siempre me he sentido inspirada ante el orgullo que sienten los mexicanos de sus raíces indígenas, el apego a sus comunidades, y el deseo de ayudar a su gente a prosperar. Afortunadamente, en el México actual, existe un creciente espacio destinado a proteger y desarrollar ese importante patrimonio.
Y aunque a menudo no se piensa como un país de inmigrantes como lo son los Estados Unidos, México también lo es – una mezcla de riquezas provenientes de todo el mundo.
Tengo un sinfín de recuerdos e historias de los últimos dos años que podría relatar, pero me limitaré (con dificultad) a resaltar cuatro que me han quedado grabadas. La primera fue cuando conocí a la hermana Consuelo Morales en un viaje a Monterrey.
La hermana y su organización CADHAC han trabajado por años apoyando a las familias a exigir una rendición de cuentas transparente para sus seres queridos desaparecidos.
Tuve la oportunidad de sentarme con ella y otras familias para hablar acerca de las dificultades de encontrar la verdad en torno a las más de 30 mil personas desaparecidas en México. Debo admitir que fue una de las experiencias más difíciles y conmovedoras que he tenido, no solo como Embajadora, sino también como madre y como ser humano.
Admiro la tenacidad de aquellas matriarcas y sus familias, es algo que he observado en todo el país al ver como los mexicanos de todas las clases dedican esfuerzos colosales para exigir un mayor respeto por los derechos humanos. La participación de la sociedad civil en la vida política de cualquier nación es esencial para el sano funcionamiento de su democracia.
En el año 2016 me reuní con seis mujeres líderes, quienes me compartieron sus historias de éxito en emprendimiento.
Las siete platicamos sobre las maneras en las que pudieran apoyar a otras mujeres con el fin de generar un círculo virtuoso. Estas talentosas mujeres se aventuraron en campos que van desde las tecnologías de la información y energías alternativas hasta los derechos humanos y el empoderamiento de las mujeres.
Destacaron que no existe una fórmula mágica para el éxito, ya que los caminos son infinitos. Si te desafías, aprendes de las lecciones, trabajas duro, haces las cosas de forma diferente, fallas, pero te levantas sin perder el entusiasmo, tienes lo que se requiere para ser exitoso.
Llevaba aproximadamente un mes en México cuando participé en la Marcha del Orgullo LGBT.
Sabía que era la primer Embajadora de los Estados Unidos en participar en la marcha, ya que me pareció natural y estaba orgullosa de tener a tantos colegas de la Embajada acompañándome. Al marchar nos rodeamos de una atmósfera de felicidad, dignidad y de los colores del arcoíris proclamando el derecho a la igualdad para todos.
A la altura del Monumento a Cuauhtémoc, nos encontramos con un grupo de personas protestando – no estaba segura del por qué protestaban. Comenzaron a gritarnos lemas antiamericanos, pero para mi gran sorpresa, asistentes a la marcha y otros defendieron nuestra participación. Me sentí sumamente conmovida ante ese amigable gesto.
Por último, me llenó de inspiración la solidaridad que emanó de la gran tristeza del pueblo mexicano tras los sismos del mes de septiembre.
Recuerdo llegar al edificio colapsado en Av. Álvaro Obregón donde trabajaban los equipos de rescate mexicanos apoyados por el Equipo de Búsqueda y Rescate Urbano del Condado de Los Ángeles (USA-2) al igual que equipo técnico israelí y de otras naciones.
Presencié un espíritu de hermandad, confianza y colaboración entre los equipos, dando vida a nuestros valores compartidos. Me enorgulleció especialmente ver a tres mexicoamericanos del equipo USA-2 ayudando.
Extrañaré las tortillas hechas a mano, recorrer los hermosos jardines del museo Dolores Olmedo con sus icónicos pavorreales y xoloitzcuintles, la admiración de los mexicanos por sus artistas y escritores.
Hasta echaré de menos la grabación de «se compran colchones, tambores, refrigeradores…«. Mi amor por México es enorme; no tengo más que admiración por este gran país y me considero afortunada de haber tenido la oportunidad de concluir mi carrera diplomática en un lugar que me ha recibido con tanto aprecio.
He hablado solamente de algunas cosas que amo de México, y del por qué siempre seré una estudiante en este país, aprendiendo cosas nuevas constantemente.
Todas estas experiencias positivas no pueden eclipsar el hecho de que México y su gente afrontan retos sumamente reales – sería absurdo negarlo.
Sin embargo, soy optimista en torno a México y a la relación que se tiene con los Estados Unidos. Y eso se debe a que durante mi estadía en el país he aprendido un poco del recurso natural más preciado que tiene México: su gente.
El talento, la solidaridad y la calidez del pueblo mexicano no conoce límites y es eso lo que más extrañaré.
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