
Sacude fuerte sismo en Oaxaca; el preliminar no reporta daños
Todavía estaba fresco el ambiente, a causa de la última lluvia de julio, cuando Rubén Blades, acompañado por Roberto Delgado y su Big Band, inició su presentación en la alameda de León, ante cientos de seguidores de un género que, cuando nació, causó controversia. Unos consideraron que la salsa, como género musical y baile, además de expresión cultural de la comunidad latina en Nueva York, estaba socavando a los ritmos latinos, cuando en realidad estaban creando un nuevo concepto musical.
Discusión sobre la que nuestro amigo, Froylán López Narváez, tenía su particular punto de vista; pero, que se sepa, nunca despreció un baile de salsa por defender la rumba como una expresión de la cultura, frase que nos legó para la historia. Cuando cumplió los 50, en el salón La Maraca, de la ciudad de México, sus amigos le festejamos tomando ron, mezcal y otros bebestibles, y escuchando al grupo Recuerdos del Son, de Jorge Barrientos.
Centro de Oaxaca de Juárez, noche del jueves 31 de julio. Concierto masivo que, aunque recibió críticas por los recursos invertidos, otras personas consideraron que valió la pena por la calidad del espectáculo y porque sus letras dibujan escenarios románticos, pero también de compromiso social.
Un conocedor de estos menesteres respondió a las descalificaciones diciendo que, aunque el concierto se pagó con dinero público, la aportación artística de Rubén está por encima de diferendos ciudadanos por la forma de gobernar en Oaxaca: “Blades está en el corazón de miles de personas” que han padecido desapariciones, crímenes, destierros, y actos abominables, pues su canto ha denunciado hechos de represión en América Latina y el Caribe.
Su autoridad moral para criticar regímenes despóticos– sigo interpretando el razonamiento de mi amigo Poliedro- está fuera de toda duda, como lo ha hecho en su país, la República de Panamá, en donde una vez se le ocurrió hacer política y tuvo que migrar hacia Estados Unidos, no por voluntad, sino por sobrevivencia, recordó en el masivo concierto.
Rubén Blades, además, “profundiza en las relaciones humanas al navegar entre la tristeza y la alegría por la vida”, considera también Poliedro. Es sano recordar, que la cultura debe tener cabida en nuestra sociedad para que existan mejores niveles de convivencia y la juventud abandone comportamientos nocivos. Los adultos, que también llenaron la explanada, rememoraron épocas cuando se agradecía que un cantante incluyera posturas políticas en sus presentaciones. Era un aliado más. Estaban patentes las luchas de liberación y por la democratización de los pueblos, incluyendo México.
Las primeras veces que escuché a Blades sería a finales de los setenta y principios de los ochenta, gracias a melómanos oaxaqueños, cuando la salsa estaba de moda entre la gente de izquierda. En la capital del país, los soneros abarrotaban sitios sagrados como El Bar León y luego el Gran León, propiedad de Pepe Arévalo, punto de referencia de orquestas y conjuntos caribeños (cubanos primordialmente), y también de otras latitudes.
De manera súbita en la vida nocturna y en las tardeadas se fue implantando la salsa de origen neoyorquino, colombiano, puertorriqueño, dominicano, venezolano, panameño, etcétera. En las tocadas de barrio la cumbia colombiana ya era muy popular, al grado de que también se mexicanizó, al igual que la salsa, que con Rubén Blades cambiaría su formato por introducir mensajes de liberación, contra al racismo y de denuncia social.
En 1985, el periodista, Alberto Sánchez, admirador del General Omar Torrijos -quien logró la recuperación del canal de Panamá- nos despertaba en La Habana con una crónica de Rubén Blades, con el grupo Seis del Solar, que ponía en su grabadora para animarnos el día. Era la canción “GDBD” que inicia así: “Despiertas. No has podido dormir muy bien. Te levantas. Caminas y pisas uno de los charcos de orine que el nuevo perro ha dejado por toda la casa. Maldiciendo entras al baño brincando en una sola pierna, enciendes la luz y restriegas el pie sobre la cubierta que tu esposa le puso al excusado…”
En el disco titulado “Buscando América”, está otra canción: “Desaparecidos”, muy a tono con la tragedia humanitaria que ocurre en nuestro país. Termina así: “¿Adónde van los desaparecidos? Busca en el agua y en los matorrales. ¿Y por qué es que se desaparecen? Porque no todos somos iguales. ¿Y cuándo vuelven los desaparecidos? Cada vez que los trae el pensamiento. ¿Cómo se le habla al desaparecido? Con la emoción apretando por dentro”.
Buena oportunidad para desempolvar vinilos y reconocer a este veterano de 77 años, un chamaco medio prostático que, con sus grandes músicos, el jueves puso a bailar a medio Oaxaca de Juárez.
@ernestoreyes14