Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de febrero de 2021.- México deslumbra en el mundo por la verdura de su aguacate y su rico guacamole, como sucede en el Super Tazón todos los años. El aguacate mexicano es una de las principales frutas de exportación en el mundo. Pero, ¿sirvió la antigua Revolución verde que todavía se aplica en sectores del campo, para resolver necesidades alimentarias y no tener que recurrir al extranjero? El sector agrícola que potencia sus ingresos en la exportación de sus productos, se vanagloria del aumento de sus demandas, sin evaluar lo que realmente costó al país no en los gastos que se hicieron en cada cosecha, sino en la estructura general de un suelo y una mano de obra que corren parejos en su propio desgaste. En el caso del aguacate desde 2015 se hablaba de que la superficie de cultivo aumentó 68 por ciento y ahora mismo Jalisco se ufana en el interés de competir con Michoacán en ese cultivo. Sus productores presumen que se envía a 160 países y muchos quieren participar en la bonanza. Con el tomate sucede lo mismo: ha subido a 58 por ciento su exportación en los últimos tiempos. La llamada Revolución verde que en lo externo planteaba muy bonito el desarrollo de los países pobres y la satisfacción alimentaria de millones de personas, en su intención oculta lo que pretendía era modernizar los cultivos que daban satisfacción a los países importadores. Eso, a partir de tecnologías y abuso de fertilizantes cuyo efecto no se informaba. Nadie duda que exportar enseres es una forma moderna de la permuta de antaño y que sirve a ambas partes cuando el intercambio es legal y justo ¿Pero qué sucede cuando los países ricos cifran parte de su sustento en los productos que les envían los países medianos y pobres, a precios por lo general irrisorios? Detrás de ese intercambio, en el que el país exportador recibe el pago de sus cosas, por lo general certificadas en el mercado económico internacional, precio sujeto al vaivén, le queda la cruda realidad del que manda cosas al extranjero: el uso de tierras, agua, recursos, fertilizantes y lo más importante, el trabajo mal pagado de peones que hicieron posible el desarrollo de la cosecha.
La modificación de cultivos obliga a la importación prioritaria
Norman Borlaug ganó el Premio Nobel al crear su concepto de cultivos y desarrollo, llamada Revolución Verde y al morir en 2009, ya había sido y fue después ampliamente rebatido por las consecuencias que trajo ese proyecto capitalista, que no acaba con la hambruna como pretendía en su trabajo sino que el hambre seguía y sigue, porque el problema no son los cultivos, sino la forma como se distribuye la riqueza de la tierra. En una visita de hace meses al Valle del Yaqui, descubrí que muchos de los terrenos que conocí y recorrí en mi infancia llenos de plantas de trigo, de arroz, de maíz, sorgo y otros, ahora están sembrados con árboles de nogal, el que produce la nuez. No se si el mexicano consumirá mucha nuez, pero creo que así como en Caborca se destinaban o destinan, enormes extensiones para sembrar garbanzo, la intención es dedicar las tierras para exportar y no para las necesidades internas. Lo mismo veía hace años en los cultivos del Valle de Culiacán organizados para la exportación. En reportajes casi aterradores, di cuenta de como vivían los pobres migrantes que se hacinaban en casas de cartón, al lado de canales revoltosos de donde tomaban agua y la usaban para otras necesidades. Muchos habían muerto en esa cajas mortuorias llamadas batangas cuando los trasladaban sin seguridad de campo en campo. Los gobiernos se ufanaban entonces de la exportación y la creación de todo ese nivel de ricos que dicha exportación creó en Culiacán, Mazatlán y otras ciudades.
Solo Jack y sus frijoles mágicos vencieron al ogro importador
Los cuentos infantiles en realidad son denuncias escondidas que sus autores usaban mientras daban lecciones a infantes de muchos épocas. Todos los cuentos famosos tienen esa finalidad y lo vemos en el clásico Alicia en el país de las maravillas. Jack (o Juan) y las habichuelas mágicas (en países como México se usa frijoles en lugar de habichuelas) nos relata la forma como un niño pobre, ingenuo como muchos de nuestros trabajadores, se dejó envolver por un vivales y cedió su único patrimonio, una vaca, por tres frijoles mágicos. Regañado por su madre, el niño vio al amanecer que la planta de un frijol, en el cuento es muy alta aunque en la vida real es una rama, se levantaba casi hasta el cielo. Curioso se subió y llegó a una gran mansión cuyas aventuras se cuentan en el relato. Ahí estaba un ogro que se había enriquecido a costa de la explotación de los demás. Jack aprovechando que el ogro dormía, se llevó su oro y la clásica y de todos conocida gallina de los huevos de oro. Huyó a su casa y cortó la planta de frijoles para que el ogro no pudiera bajar nunca. La metáfora sencilla se desparramó por siglos en Inglaterra desde donde se dice que se originó y publicó por primera vez en 1730. En tiempos posteriores se le adjudicó a Hans Cristian Andersen. Los ingleses se enojaron por eso pero podría ser verdad que Andersen haya modernizado el relato y lo haya hecho famoso. Eso mismo hicieron los hermanos Grimm con los cuentos de Perrault, entre ellos la famosa Caperucita roja. También el biólogo y escritor Adalberto von Chamisso hizo un relato similar en La maravillosa historia de Peter Schlemihl y el hombre que vendió su sombra. El caso es que la metáfora que se lanza a los niños señala que hay que luchar para poder liberarse de las sujeciones que impiden un verdadero desarrollo, cosa que le falta a México y está en su búsqueda. En lugar de alegrarnos porque se exporta mucho aguacate y hace ricos a unos cuantos, con intervención además de las mafias, deberíamos conocer a qué se llega con el uso indiscriminado de nuestras tierras y nuestros recursos, mientras en nuestras necesidades sobre todo en granos, tenemos que recurrir al extranjero.