
¿Prohibido prohibir?
OAXACA, Oax., 2 de abril de 2017.- El gobernador Alejandro Murat Hinojosa jamás se imaginó que tan sólo a los cuatro meses de su ejercicio gubernamental, tuviera problemas de conducción de gobierno, de mal manejo de los asuntos públicos por sus colaboradores, de la existencia de graves problemas estructurales del aparato público, de la seriedad de los enemigos de los Murat, que los viejos problemas de Oaxaca son de raíz y que todos los gobernantes anteriores tan solo lo han administrado.
Que lo que le habían contado de Oaxaca distaba a miles de kilómetros de distancia, comprendía que por fin conocía al Estado real, no el imaginado, ni el deseado.
Por fin recordaba de sus lecturas sobre Maquiavelo, que había que partir tal como son los hombres y no como quisiéramos que fueran. Que su estrategia de abrir los brazos al diálogo y de las buenas intenciones, de la búsqueda de ser amado y querido por el pueblo oaxaqueño y por sus colaboradores, no era el adecuado.
En Oaxaca te haces respetar o te haces respetar, no hay de otra. Otra vez Maquiavelo llegaba a su mente, más vale infundir temor que amor.
Pero también estaba consciente que no había que llegar a que sintieran odio por él, pues esta virtud nace del abuso del poder, de las injusticias del quehacer del gobierno, de la falta de respeto del orden jurídico, nada más lejos de ello.
Llegaba el momento de hacer sentir su autoridad, su poder, que surgen de las instituciones políticas y de la realidad oaxaqueña.
Comprendía que la obediencia del pueblo se gana con el ejercicio de la política, que la administración era tan solo un medio y no un fin. Que esta obediencia se construye paso a paso, con el ejercicio diario del poder conferido por el voto ciudadano.
Alarmado, en Salina Cruz, se dio cuenta que entre su gente existen personas que entienden la necesidad de la obediencia a palos y a garrotes, que el poder se ejerce por métodos violentos o no es poder, que tener poder es ser “un chingón”.
La consigna: “hay que rajarles la madre a los pinches maestros”, “hay que buscarle la forma de regresar a los antiguos líderes de los maestros a la cárcel”. Para el gobernador era ya preocupante que algunos de sus colaboradores tuvieran una concepción tan primitiva de la política, tan irracional.
Otra vez recordaba al florentino, en la política se vive entre conflictos, entre intereses diversos, que el conflicto es la razón de la política, que el arte de gobierno consiste en poder resolver los problemas con eficacia. Necesitaba eficacia de gobierno, es decir, resolver los problemas a toda costa, por el bien de todos.
Porque para el colmo, los poderosos le exigieron pactar con las fuerzas opositoras, es decir, rendir la plaza, renunciar al imperativo de la obediencia, sentarse como uno más en la mesa, reconocer que la fuerza de los opositores tiene la misma fuerza del Estado. Nomás faltaba que los poderosos dijeran que ellos serían el árbitro del pacto.
El gobernador estaba informado y conocía ya los problemas. A la Sección 22 del sindicato de los maestros lo entendía como un animal muy gelatinoso, no se le puede agarrar por ningún lado, cuando se cree que se le tiene se resbala por cualquier rendija, cual animal de cañerías es inaprehensible.
Es un animal de siete cabezas, agarras una, pero subsisten las otras seis, mientras la primera tiene la capacidad de la pronta recuperación. Los antiguos gobernantes procuraron no atacar a la fiera, por el contrario la fueron alimentando, esta fue la primera recomendación de sus colaboradores, alimentar al monstruo.
Sin embargo, el animal estaba ya muy crecido, aumentó de tamaño por el rumbo de Nochixtlán, ya moribundo por el gobierno federal, una torpeza de Gabino Cué Monteagudo, lo revivió y lo fortaleció.
Así que la vía de alimentar al animal no era buena conseja: es insaciable. Sin embargo, hay un remedio, su autodestrucción, el veneno: su democratización, otorgarle el poder a los maestros, mejorarles la vida, establecer la educación intercultural.
El gobernador recordaría la consigna del General Francisco Villa: es mejor pagarles bien a un maestro que a un general.
Si la política es el arte de solución de los problemas del régimen político, era hora de definir los opositores tal como lo es la Sección 22, había que hablar con los ulisistas, con los diodoristas, con los gabinistas, pues era seguro que ellos formaban parte de los inconformes.
Los primeros porque perdieron la designación de la candidatura del partido y nadie en su sano juicio le gusta perder.
Ellos no desean perder todo, pues próximamente habría cambio en el gobierno federal, es casi seguro que el PRI no podrá refrendar la Presidencia de la República.
Las ansias de poder sólo se acaba con la muerte, de aquí la preocupación de los ulisistas.
Tratarán de negociar presidencias municipales, diputaciones, senadurías y espacios administrativos. Además se ha comprobado de la existencia de intereses comunes entre el muratistas y gabinistas, que operaron en el 2010 para la derrota del partido y de Eviel Pérez Magaña, la presencia de gabinistas en el gobierno no es casual.
Para los segundos, el poderoso Secretario General de Gobierno de Puebla, quiere tener un pie en Oaxaca y el otro pie en Puebla, es el principal operador por el que Gabino Cué Monteagudo no pisará la cárcel.
Cuidado con el hombre de la Cañada, es hábil, inteligente y gran operador político.
Los movimientos en Acción Nacional tienen su sello, está además en la sucesión presidencial, puede ser factor para la coalición PRI y PAN para detener a Andrés Manuel López Obrador. Los intereses entre ambos partidos se están cerrando en los últimos tiempos neoliberales.
Los gabinistas andan con el Jesús en la boca, sin embargo, la fortuna les sonríe, su jefe no pisará la cárcel, se les señalará infracciones menores o habrá algún chivo que expiará a todos. El gobernador entiende que el muratismo es una expresión muy amplia que abarca desde la izquierda hasta la extrema derecha.
Por definición no hay problema, se es todo o no se es nada, pero muchas veces es el más fiel de la balanza.
En esta tesitura, el gobernador Alejandro Murat ya sabe cómo están y cómo son las cosas en Oaxaca. Como todos los gobernadores él irá construyendo su propio espacio, no puede ser sujeto híbrido del régimen político oaxaqueño. Irá construyendo su propia historia, su modo de gobernar, su propio estilo.
Por el bien de Oaxaca, se necesita que él con las virtudes que sólo lo da la política, la disyuntiva es agarrar el timón y señalar el rumbo de Oaxaca y de los oaxaqueños o contentarse de ser el vicealmirante de la nave del gobierno, o de plano, perder el gobierno en manos de los poderosos o en manos de los que están acechando cualquier error para tomar el timón.
El régimen político oaxaqueño tal como está no aguanta más, está haciendo agua por todos lados, el cambio de régimen es una gran oportunidad para el nuevo gobierno, como en el dominó, volver hacer la sopa y acomodar de nuevo las fichas es ya una necesidad vital, sin un cambio de régimen, Oaxaca y los oaxaqueños están condenados a la dependencia, al colonialismo, a la colonialidad, a la pobreza y a la exclusión de los beneficios de la justicia.