Bloquean vecinos de la Gómez Sandoval por obra inconclusa
OAXACA, Oax., 29 de octubre de 2016.- Cada año, de acuerdo con el calendario católico, los días con los que comienza el mes de noviembre se convierten en un ritual de antecedentes prehispánicos en el que se levantan altares para honrar a los santos difuntos.
Se pone la mesa para recibir la presencia inasible de quienes ocuparon un lugar en el mundo de los vivos y que ahora toman forma en esencias, alimentos, bálsamos y elementos que los traen de vuelta.
La mesa puesta es la ofrenda, una práctica extendida desde que en el México prehispánico se rendía culto a los difuntos con rituales mortuorios destinados a encaminar su alma hacia el lugar de la muerte que les correspondía: Mictlán o Tlalocan.
La ofrenda es la manifestación de las ideas de los antiguos mexicanos sobre la permanencia de los lazos que se mantenían con los difuntos, los que no abandonan del todo este plano y conviven con los vivos.
Para los antiguos pueblos indígenas de México, y hasta ahora, la muerte es vida y trascendencia que se traduce en rituales como las ofrendas del Día de Muertos.
La ofrenda comprende una práctica sagrada en la que las dádivas se representan a través del pan, la sal, la fruta, el agua y el alimento preferido del difunto.
Se pueden enriquecer según la tradición de la región, comunidad o familia e incluir otros elementos que personalicen el acto.
Así, se convierte en el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria para dialogar con el recuerdo de los muertos.