Llora, el país amado…
ESPRESSO COMPOL
Gracias a una publicación, en lo que antes se llamaba Twitter y hoy es simplemente “X”, del gran Antoni Gutiérrez-Rubí es que llegué al libro “The politics of language” de los autores David Beaver y Jason Stanley en el que dejan en claro que “la democracia se protege cuidando las palabras. Ninguna palabra es neutral”, tal como lo pone Antoni en su editorial “Proteger la democracia” (http://bit.ly/3GQSiD2).
Inmediatamente compré la edición digital y estoy fascinado por su contenido.
El cual me lleva a analizar cada palabra utilizada por nuestros gobernantes en este contexto electoral que vive México y que es verbalmente violento.
Nos guste o no, siguen siendo las palabras la manera en la que nos comunicamos, no pierden vigencia pero sí valor. Tenemos sobrados ejemplos sobre como la clase política va devaluando a la palabra, como lo mencioné hace unas semanas en una pasada entrega de mi “Espresso ComPol”.
Algo en que todas y todos (nos dediquemos a la comunicación o no) estamos de acuerdo es en el empobrecimiento del lenguaje cotidiano, especialmente en las redes sociales.
Y fue leyendo a Antoni en su sitio web que encontré un concepto fabuloso: embrutecimiento formal.
Va muy de la mano con la pauperización y devaluación de las palabras. Coincido absolutamente con Antoni, porque lo veo todos los días en la esfera pública y privada; cada vez estamos más ecológicos como sociedad reciclando palabras y no de la mejor calidad.
Lo que no significa que tengamos una gran capacidad de síntesis. No. Simplemente estamos usando palabras “basura” para comunicarnos en mayor cantidad y la calidad de la comunicación baja a estándares inimaginables en un siglo 21 en el que presumimos tener mayor acceso a conocimiento como nunca en la historia. Tenemos más acceso, también, a mayor cantidad de basura.
“ Así como la ausencia real de reflexiones —y menciones oportunas, no simplemente citas de ocasión— de autores actuales y clásicos de la literatura, la historia o la ciencia. Textos peor escritos, discursos menos elaborados, falta de preparación técnica”, cito textual a Antoni en su texto “Las mejores palabras”.
Si nosotros como sociedad hablamos peor que antes, nuestros políticos han sido mejores para bajar a ese estándar social tan ecológico en el que reciclamos, quizás, lo peor de las palabras.
Así, en México, en plena etapa de precampañas presidenciales entre dos mujeres, estamos viviendo un ambiente verbalmente violento tristemente fomentado desde el púlpito presidencial que adquiere la atención con el primer rayo del alba.
Si el presidente López Obrador desdeña los datos duros, ¿por qué el ciudadano de a pie no puede hacer lo mismo?
Si AMLO desde su mañanera televisada renuncia al debate de ideas para menospreciar e insultar, ¿no pueden todas y todos los mexicanos seguir su ejemplo y renunciar a pensar?
El insulto se ha convertido en política pública presidencial y toda la sociedad mexicana (afines o no a AMLO) siguen su ejemplo y el ambiente político se torna verbalmente violento.
Ninguna palabra es neutral, vuelvo al inicio del texto de hoy. Si nosotros en nuestra esfera privada hacemos del insulto, la diatriba y el grito nuestra rutina; los políticos lo harán con mayor escala y excelencia.
ESPRESSO COMPOL
En medio de este ambiente verbalmente violento, deduzco que los estudios cualitativos de las diferentes fuerzas políticas nacionales han arrojado resultados similares y por eso la utilización de las palabras corazón, amor, fuerza, entre otras para comunicar en estas precampañas.