La posverdad judicial
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de julio de 2019.- Entre todas las amenazas en contra de críticos públicos del gobierno actual, su corriente ideológica (es un decir) y sus liderazgos, la emitida contra el escritor y ensayista Guillermo Sheridan es la más preocupante: una carta enviada a su casa. Ya no es en el espacio público de twitter, sino en su residencia.
Las amenazas son los niveles sublimes de la impotencia política, intelectual y de ideas. Y deja ver con claridad que el espacio ideológico (es un decir) de los seguidores de Morena se mueve por la irracionalidad de los estados de ánimo y anuncia tiempos ahora sí fascistoides contra la libertad de pensamiento.
Lo de menos es la solidaridad evidente con el escritor, ahora embarcado en la tarea hercúlea de mantener viva la aportación de Octavio Paz a la cultura mexicana y universal en el sitio https://zonaoctaviopaz.com, aunque con tiempo para desarrollar aquella propuesta estilística de Jorge Ibargüengoitia en el Excélsior de Julio Scherer García: la interpretación irónica, con el instrumental del sentido del humor de la realidad.
Pero Sheridan tiene su propio estilo: no imita; él es así: irónico, humorístico; escribe y habla con sentido del humor y uno lee sus textos y hasta al final viene el descontón del sarcasmo, lo que habla de dominio del lenguaje, de las estructuras narrativas y de su fino olfato de la política como de una carpa de Jesús Martínez Palillo a quien persiguió el gobierno de Alemán por la piel sensible a las críticas de pueblo llevadas a espacios públicos.
Los textos de Sheridan, publicados en El Universal y en la revista Letras Libres, han tocado el nervio sensible del poder, el que no resiste la ironía o la burla, y demuestran que las propuestas del gobierno actual son endebles. Echeverría no soportaba a Daniel Cosío Villegas por su sentido del humor, detestaba a Gastón García Cantú porque las propuestas presidenciales no pasaban el filtro de la historia liberal del siglo 19 y a Ibargüengoitia porque decía que se burlaba de él.
Toda democracia debe pasar la prueba del humorismo. Y las amenazas contra Sheridan recuerdan al Milán Kundera que publicó en 1967 su novela La broma: cómo un recado humorístico en la Checoslovaquia comunista lanzó al aparato represivo del poder contra un estudiante.
La frase en broma que horrorizó a la nomenklatura era desestabilizadora en el año anterior al 68 checo que metió a los tanques soviéticos a interrumpir la democracia socialista real:
“El optimismo es el opio de los pueblos. El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotsky!”
En efecto, el sentido del humor es el antídoto a las ideologías (es un decir) que se presentan como salvadoras de los pueblos, a condición previa de que no haya otras y que las existentes mejor se callen porque sólo hay espacio para las oficiales. Y son los proyectos ideológicos (es un decir) de gobiernos los que liberan las fuerzas de la represión moral e ideológica (es un decir) contra los críticos.
Y si contra la base por bolas no hay defensa, en el lenguaje sexenal beisbolero, contra la ironía crítica no hay más respuesta que los fascios radicales sueltos como perros de caza. Las dictaduras reales comienzan reprimiendo la crítica, sin el consentimiento de los titulares. Corresponde a los jefes políticos del poder blindar el ejercicio de la libertad de expresión, de crítica y, por qué no, la libertad de burla como una prueba del ácido de las democracias.
El riesgo radica en dejar sueltas a las fieras y que cada uno se las arregle como pueda. A las amenazas contra Sheridan le han precedido las amenazas contra Héctor de Mauleón por sus columnas en El Universal revelando los comportamientos autónomos de bandas del crimen organizado.
Los mecanismos de protección de periodistas, podría escribir Sheridan, son humorismo involuntario, de no ser porque forman parte de las estructuras de coerción del pensamiento. La seguridad del poder se basa en la inseguridad de los ciudadanos, escribió Leonardo Sciascia en El caballero y la muerte. O la restauración del viejo orden borbónico se logra creando pánico criminal en las calles, como en Los apuñaladores de Sciascia.
Al final de cuentas, no se trata de escribir con vigilancia de escoltas, en medio de discursos de respeto a la libertad como forma de mostrar la fuerza opresora del Estado, sino de que se garanticen las condiciones de tranquilidad para escribir contra todo.
Error de seguridad o complicidad. En el primer debate de precandidatos presidenciales demócratas hubo un detalle que en los EU quieren esconder: las acciones racistas de Joe Biden cuando fue senador. Sólo que Biden apareció en 2008 como vicepresidente del primer presidente negro de los EU, sin que el FBI haya descubierto su pasado. Lo peor es lo que viene: como dicen las encuestas que Biden podría ganarle a Trump en el 2020, entonces se olvidará su racismo y podría llegar a la Casa Blanca. Por tanto, que nadie saque ahora el racismo de Trump porque el de Biden fue mucho más grave por esconderlo.
Política para dummies: La política siempre sale vencida por el sentido del humor.
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