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CIUDAD DE MÉXICO, 20 de noviembre de 2019.- A lo largo de 25 años –desde su campaña como jefe nacional del PRD, en 1996–, López Obrador construyó un sólido prestigio como incansable líder social, duro político opositor y como eterno aspirante presidencial.
Sin embargo, en sólo 12 meses –que se cumplirán el 1 de diciembre próximo–, el propio López Obrador se encargó de destruir no sólo buena parte de la democracia y la economía del país sino de dilapidar un capital político impensable, único en la historia que lo convirtió en el presidente más votado.
Por eso, al momento de la toma de posesión –el 1 de diciembre de 2018–, López Obrador llegó a tener hasta 80% de aceptación ciudadana, según casi todas las encuestas.
Sin embargo, ese valioso capital político y de respaldo social se derrumbó de manera estrepitosa al extremo de que al 1 de diciembre de 2019 se estima que tendrá sólo 55% de esas simpatías.
Es decir, que a 365 días habría perdido 25 puntos porcentuales de la simpatía y el apoyo popular, lo que significa casi un tercio del total de quienes lo veían como la mejor alternativa electoral, en su momento.
Como queda claro, el desplome de la popularidad y la aceptación de la presidencia de AMLO marcan el fin de la “luna de miel” con los electores, además de que colocan a Obrador muy por debajo de las simpatías que, al primer año de gobierno, tenían presidentes como Fox y Calderón?
¿Dónde quedó, entonces, el histórico fenómeno López Obrador? ¿Qué significa la rápida caída en las preferencias del mandatario mexicano?
Las lecturas que se hacen para responder las dudas anteriores son muchas y –como es natural–, todas tienen un origen interesado.
Por ejemplo, para muchos malquerientes del gobierno de Obrador la caída en la popularidad del presidente es la mejor noticia. ¿Por qué?
Porque esa noticia supone que asistimos al fin de un gobierno que, si bien apenas empieza, muchos quieran que terminara lo más rápido posible y sin grandes daños para la democracia y la economía.
Otros creen –y nos incluimos en ese grupo– que más que una buena noticia, la pérdida de 25 puntos porcentuales de popularidad de Obrador es una noticia muy mala y muy peligrosa, cuya gravedad pone en riesgo a toda la democracia, a la seguridad y a la economía. ¿Por qué?
Porque si López Obrador se siente como un presidente acorralado, al que abandonan sus seguidores y cuya primer año de gestión resultó todo un fracaso, lo que veremos en un mayor endurecimiento de las ambiciones sin límite del presidente y será aún mayor la tentación de robarse las elecciones federales de 2021 y 2024.
Y para apoyar nuestra hipótesis vale recordar que en los previos de la presidencial de julio de 2018, eran muchas las voces que no creían que López Obrador sería un peligro para México; muchos aseguraban que ya en el poder se produciría una suerte de autocontención y que no sería capaz de dar marcha atrás a los avances democráticos.
Hoy, muchos de quienes sostenían los argumentos anteriores debieron tragar sapos y serpientes y no saben cómo explicar verdaderas locuras como tirar de manera ilegal el NAIM; como la ilegal y locuaz construcción de Santa Lucia, del Tren Maya y de la Refinería de Dos Bocas.
Bueno, no pocos expertos están con la boca abierta de la manera grosera y violatoria de las normas constitucionales básicas como el presidente se apoderó de la Suprema Corte y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, además de otras instituciones autónomas.
Y tienen toda la razón. Resulta que si López Obrador tiene el control total de los Tres Poderes de la Unión; Ejecutivo, Legislativo y Judicial; si tiene colonizado el Congreso, los tres ordenes de gobierno y hasta a los medios, con la mano en la cintura colonizará el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Federal Electoral.
Y con ese control, que sería el control total del Estado, López Obrador se podría robar sin problema las elecciones federales de 2021 y del 2024.
Lo curioso –y peligroso en extremo–, es que la destrucción de López Obrador ha sido producto del propio López Obrador.
El presidente mexicano terminará el primer año de gestión sin un solo éxito; sin un solo resultado positivo y en medio de escándalos de corrupción, destrucción de sistemas como los de salud y educación, con la economía en quiebra, con un desempleo de espanto y, sobre todo, como un presidente incapaz de cumplir una sola de sus promesas.
En el primer año de AMLO el número de muertes violentas es el de una guerra; 35 mil vidas perdidas en sólo 365 días. Y ese solo dato es indicativo del fracaso. Y sólo por ese fracaso AMLO debe irse.
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