Diferencias entre un estúpido y un idiota
El error más grande que podría cometer la oposición sería pensar que con la concentración de este domingo en diferentes ciudades del país y del extranjero para exigir la nulidad del Plan B de López Obrador para minar al INE y la muy probable declaratoria de inconstitucionalidad por la SCJN, ya se resolvieron los problemas de México.
Nada más alejado de la realidad. López Obrador, con o sin Plan B, va a hacer todo lo que esté a su alcance para robarse las elecciones presidenciales para dejar a alguna de sus corcholatas en su lugar y seguir con la destrucción del país en aras de no sé qué sueño trasnochado y arcaico, inspirado en su pasado priista. Parece que se nos olvida el profundo desprecio que López siente por la Constitución y las leyes que de ella devienen. ¿O creen acaso que el mesías va a aceptar aquello de que la “Ley es la Ley”? AMLO va a pretender arrollar a la oposición en el 2024.
Entre otras chapuzas, estará presente el crimen organizado, como resultó evidente en los triunfos de MORENA en Michoacán, Guerrero o Sinaloa, por citar tres casos más que claros, donde obtiene la mayoría en los municipios controlados por el narco. Con el asunto de García Luna, el gobierno y su partido han comenzado una campaña de desprestigio hacia el Partido Acción Nacional ligando a ese partido con el narco, sin darse cuenta de que con ello no hacen más que confirmar que MORENA y sus políticos no sólo son iguales a los que criticaron, sino que son peores.
Con o sin Plan B, el uso de recursos públicos y las presiones hacia los beneficiarios de los programas sociales por parte de los Cuervos de la Traición será la constante y no la excepción en el 2024. Todo por conservar el poder.
La confluencia de buena parte de la sociedad civil y dirigentes del PRI, PAN y PRD el domingo y la reiterada convocatoria a conformar un frente único opositor para competir contra el MORENA-gobierno debe tomarse en serio, pero sobre todo debe cimentarse en la ciudadanía que no cree en los partidos y en la mayoría de sus políticos. Hay que incluir a los partidos, pero reservando el derecho de admisión a los políticos honestos y comprometidos con la gente para no dejar el paso a los líderes actuales y a los deshonestos y corruptos que pululan en esos partidos.
La actual situación de pobreza, criminalidad galopante y en gran parte impune, la polarización política y social promovidas desde el púlpito mañanero, el desmantelamiento del aparato económico, la inexistencia de un sistema de salud cuando menos eficiente, exigen sin duda un cambio.
Ese cambio que muchos queremos impulsar pero que difícilmente representan los alitos, los markos o los chuchos, todos con profundo rechazo tanto por los magros resultados alcanzados en sus gobiernos como por la corrupción de sus líderes. Y a la distancia, con la nula condena que a manera de autocrítica debieran hacer de quienes en su codicia enlodaron el nombre de sus partidos.
Un frente único sí, pero convocado desde la ciudadanía independiente que, evidentemente, es mayoría. Los militantes de todos los partidos no rebasan apenas los cinco millones de ciudadanos y los programas sociales llegan a otros 15 millones, muchos de ellos conscientes de que los recursos que reciben no salen de la pobre bolsa del mesías, que él mismo reconoce no tiene más de 200 pesos, sino de los impuestos que pagamos los mexicanos. Todo ello ante casi 100 millones de personas en posibilidad de votar.
En los partidos militan aún hombres y mujeres de bien. A ellos hay que convocarlos a participar en la designación de los candidatos a llevar las riendas del país. A los corruptos que hoy dirigen a sus partidos hay que echarlos a la basura, toda vez que López no quiere meterlos a la cárcel pues le sirven más libres, moviendo los hilos de la nación hacía donde él quiere.
2024 es la meta. La ruta, la movilización social que visibiliza la inconformidad y el enojo con el camino del mesías. El instrumento, las candidaturas independientes que están ahí, en la Ley y que por desconocimiento no han llegado a ocupar el lugar que merecen en nuestra vida política. El único requisito legal es obtener un número de simpatizantes que varía según el tipo de elección y el único requisito moral es el compromiso con los mexicanos y no con quienes se han apoderado de los partidos políticos.