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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de enero de 2018.- El retrato de López Obrador apareció ayer en The New York Times, que sin mencionarlo ni enfocarse en él, lo exhibe con un texto que -en mi opinión- bien podría ser su radiografía.
Nicholas Kristof reseña el libro “How Democracies Die” (Cómo mueren las democracias), de próxima aparición, y presenta a sus autores como “dos politólogos especializados en (estudiar y explicar) cómo las democracias se deterioran y mueren, (que) son los compiladores de cuatro signos de alerta para determinar si un líder es un autoritario peligroso”.
Los cuatro signos del líder político “autoritario peligroso” según los profesores de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, son los siguientes:
1.- “El líder muestra solo un débil compromiso con las reglas democráticas”.
2.- “Él o ella niega la legitimidad de los oponentes”.
3.- “Él o ella tolera la violencia”.
4.- “Él o ella muestra cierta debilidad por restringir o frenar las libertades civiles o a los medios”.
La conclusión de los profesores de Harvard citados por The New York Times, es por demás desalentadora:
“Un político que encaje con al menos uno de estos criterios es motivo de preocupación”.
Es una conclusión desalentadora para México porque López Obrador, que encabeza las encuestas rumbo a las elecciones presidenciales de julio, cumple no solo con uno, sino con los cuatro criterios para identificarlo como un “político autoritario peligroso”.
Pero sigamos con el texto publicado ayer por Nicholas Kristof:
“Solemos asumir que la amenaza a las democracias proviene de golpes de Estado o revoluciones, pero los autores señalan que en los tiempos modernos las democracias son más susceptibles de marchitarse en manos de insiders, que ganan poder inicialmente por medio de elecciones. Eso es lo que pasó, en alguna u otra medida, en Rusia, Filipinas, Turquía, Venezuela, Ecuador, Hungría, Nicaragua…”.
Y a la lista anterior, de autoritarismos peligrosos que han asesinado las democracias, pronto habría que agregar a México (apunto yo).
El redactor del New York Times pone un ejemplo que para nosotros es un espejo en el que algunos, o muchos, no se quieren ver:
“Venezuela era una democracia relativamente próspera, por ejemplo, cuando el demagogo populista Hugo Chávez explotó las frustraciones de ciudadanos comunes para ser electo presidente en 1998”.
¿Lo vemos o no lo vemos?
¿Lo queremos entender o no lo queremos entender?
Con una de esas cuatro características mencionadas el dirigente político es un “autoritario peligroso”, y AMLO tiene las cuatro.
-¿Muestra débil compromiso con las reglas democráticas? En el caso de nuestro “autoritario peligroso” su compromiso no es débil, sino nulo. Jamás, nunca, ha aceptado el resultado de una elección en la que haya perdido. Para él las reglas electorales se hicieron para violarlas y las autoridades, desde la Suprema Corte hasta el INE, son alcahuetes al servicio de la mafia del poder.
-¿Niega la legitimidad de los oponentes? Desde luego. Sus oponentes son peleles de mafiosos, todos. No le da crédito ni respeto a uno solo. Tan no son legítimos sus oponentes, que cuando perdió por primera vez la Presidencia se declaró, él, “presidente legítimo”, en un evento en la Plaza de la Constitución y designó un “gabinete legítimo” al que hizo jurar.
-¿Tolera la violencia? No solo la tolera, sino que la defiende, como en el caso de sus aliados de la CNTE que queman autobuses, golpean a policías y humillan (rapan) a maestros que se quieren evaluar.
-¿Muestra cierta debilidad por restringir libertades civiles o a los medios? ¿Cierta? Va mucho más allá. Restringe la libertad de tránsito cuando se le enoja, manda tomar el Congreso cuando no le convienen las votaciones e insulta a periodistas y medios que lo critican.
Así que ahí está, en la edición de The New York Times de ayer, y en un libro de dos profesores de Harvard que saldrá la próxima semana, el retrato de López Obrador. Aunque no lo mencionen… porque aún no ha llegado al poder.