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Consejo de la “caricatura”, Servil al Gobierno
Uso de Razón
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de septiembre de 2016.- Andrés Manuel López Obrador recibió un emplazamiento público para debatir sobre corrupción, de cara al país, y se echó para atrás. Se rajó.
El reto no se lo hizo algún desconocido en busca de notoriedad, sino que provino de Enrique Ochoa, el presidente del partido gobernante en el país, el PRI.
Miedoso cuando se le encara, López Obrador tuvo la oportunidad de repetir ante su oponente, y frente a la nación, todo lo que ha venido diciendo sobre corrupción desde hace más de diez años. No quiso.
AMLO sólo se atreve cuando no tiene a nadie enfrente que lo cuestione.
Es valiente en spots de televisión, radio, y en las plazas que nutre con dinero que nadie sabe de dónde proviene. Ahí López Obrador es bravísimo: cuando está solo, sin crítica, y sólo le acompaña una legión de seguidores
Pero si el dirigente del principal partido del país lo invita a debatir públicamente sobre su tema favorito, la corrupción, AMLO se hace chiquito.
Y se escabulle con gracejadas: que no asiste porque le van a robar la cartera.
Lo cierto es que no va porque tiene miedo a responder de qué ha vivido desde que dejó de ser Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Sus chistes solo denotan el pánico a que lo cuestionen de igual a igual.
Para eludir un debate con el líder de otro partido, López Obrador echa mano del recurso retórico de que sólo debate con Carlos Salinas.
Es una forma chusca, por no decir cobarde, de esquivar el debate con su par: el dirigente de otro partido.
Con Salinas de Gortari tendría que debatir una vez que él sea ex Presidente, para que el debate sea parejo. Dos ex presidentes del país, que han cargado con la responsabilidad de gobernar, sería un duelo de ideas y experiencias equilibrado.
Pero como difícilmente AMLO llegue a ser ex Presidente, (porque no gana, o porque si llega no se va) ese debate no se va a dar.
Miedo y más miedo hay en él a encarar su increíble realidad de que vive, come, viaja todas las semanas durante diez años seguidos, sin dinero. Y en avión.
Su igual es el presidente del PRI, ya que él es presidente de Morena. Lo retan a debatir sobre corrupción y empequeñece, luego de pasarse diez años con acusaciones a diestra y siniestra sobre el tema.
No tiene el valor para encarar a un par de él, porque carece de explicaciones con respecto a sus ingresos y obligaciones fiscales.
Si López Obrador estuviera limpio, aceptaría de inmediato el reto pues se la ponen en bandeja de plata: podría decirle al líder del PRI todo lo que piensa y sabe de ese partido, sus líderes, gobernantes y ex dirigentes.
¿Por qué rehúye?
Porque mintió en su 3de3.
Le quiere ver la cara al país con el cuento de que no tiene nada, ni una tarjera de crédito, ni una chequera…y ha vivido del aire desde 2005 hasta noviembre del año pasado en que asumió la presidencia de Morena.
No hay explicación creíble para su engaño.
Un engaño que no puede sostener cuando lo emplaza a debatir sobre corrupción, cara a cara, un igual a él. Por eso se acobardó.