Activismo digital, eficaz en estrategias electorales: PRI Oaxaca
Uso de razón
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de noviembre de 2016.- Ricardo Anaya dejó de ser un activo para el PAN y pasó a convertirse en una carga. Todo ocurrió de manera rapidísima. Tan pronta fue su caída como su ascenso.
La ambición rompe el saco, y eso fue lo que pasó.
Así es que el PAN tendrá que pensarlo dos veces antes de poner a Anaya en los spots del partido, y no sólo por la división que genera en su interior, sino porque le va a restar simpatías a Acción Nacional.
Es más: ¿llegara Anaya a las elecciones en el Estado de México?
Probablemente sí, pero a un costo muy alto. Los votos que se iba a llevar el PAN por el rechazo al PRI en esa entidad, pueden buscar un nuevo cauce.
O los va a capitalizar el PAN, por la marca, pero no con Anaya como mascarón de proa de la nave blanquiazul en los comicios mexiquenses.
Tendrá que bajar su perfil y dejarle el escenario a otros.
El primer golpe severo a su credibilidad provino del propio PAN, de militantes de peso en esa institución que cuestionaron el manejo patrimonialista que Anaya hacía de la Presidencia del partido y sus prerrogativas en publicidad.
A la vista de todos estaba el hecho de que utilizaba los bienes del PAN para promoverse él rumbo al 2018, en desmedro de otros militantes que tienen las mismas y legítimas aspiraciones.
La primera reacción de Anaya fue ningunear a esos panistas, como si se trataran de líderes vecinales en busca de hueso.
“Estoy concentrado en las elecciones del año que entra”, les respondió con desdén, y acotó que no tiene por qué definirse ahora por el liderazgo del partido o la candidatura presidencial. En pocas palabras, se burló de ellos porque sí está en campaña.
Craso error. El PAN no funciona como Morena, que es un partido con dueño. Ni como el PRI, donde el Presidente de la República traza la línea.
Luego rectificó a medias con ofrecimientos de diálogo, pero le cayó la bomba de sus incontables viajes a Atlanta, que le destapó Ricardo Alemán en su columna de Milenio.
Susana Guzmán, de El Financiero, lo confrontó con sus propias declaraciones: “Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, incrementó en 314 por ciento sus ingresos anuales de 2014 a la fecha, de acuerdo a lo que dijo ayer (jueves) a los medios de comunicación”.
Y ni así. De acuerdo con la nota de Susana Guzmán, ni sumando sus nuevos ingresos, más los de su cónyuge, alcanzan para pagar 71 viajes redondos a Atlanta en lo que va del año, más la casa, escuelas y mantenimiento en Estados Unidos.
Tal vez Anaya se encuentra en medio de una confusión y es un hombre honrado, pero en política no sólo hay que serlo sino también parecerlo.
Se enredó en problemas de dinero y de eso deberá hablar siempre que tenga una grabadora enfrente. Veneno puro para un político, ante una sociedad que está híper sensible en esos temas luego de la bomba nuclear veracruzana.
Políticamente, a Anaya se le acabó la gasolina. Lo que sube rápido baja rápido. Y ése parece ser su caso.