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Insensato regocijo
OAXACA, Oax. 2 de diciembre de 2018.- No cabe la menor duda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es el principal político mexicano de los inicios del siglo 21.
Militante inconforme del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido histórico de la Revolución Mexicana; Funcionario de la propia Revolución; inconforme de los exiguos resultados de la propia Revolución; gobernante de la capital de la Nación mexicana; dirigente del principal partido opositor del régimen decadente de la Revolución, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Dos veces candidato a la presidencia de la República, en donde las deficiencias del régimen electoral jugaron en su contra; constructor de un partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), que increíblemente, a los cuatro años de su formación, gana la Presidencia de la República, la mayoría de la Cámara de Diputados, de la Cámara de Senadores y cinco gubernaturas; finalmente, en tercer intento, accede a la presidencia de la República.
Si somos exactos, AMLO es producto del tiempo del régimen decadente de la Revolución, inconforme de sus resultados, identificado con la ideología de esa Revolución: justicia y democracia social.
Se puede sostener, sin temor a equívocos, que AMLO sigue la línea de aquellos mexicanos inconformes de los logros de esa Revolución, siendo sólo diferente de los comunistas y guerrilleros, por lo mismo, se identifica con el único, para él, régimen revolucionario auténtico, el de Lázaro Cárdenas.
Esta identidad de AMLO con la ideología de la Revolución Mexicana, con mayúsculas, puesto que engloba los valores de la Independencia, de la Reforma y del Movimiento Armado de 1910, lo obliga a proponer al pueblo de México la regeneración de los valores inconclusos de esas revoluciones, desde luego desde su perspectiva, de aquí que su acción y movimiento se encamine por la senda de la regeneración y no del establecimiento de nueva ideología.
Es decir, regenerar los principios, valores y acciones olvidadas de esos movimientos: la independencia nacional, la autonomía de la política gubernamental ante cualquier poder, la lucha por la igualdad social y por la democracia auténtica: la intensa participación de los ciudadanos en las decisiones públicas.
Si se quiere ubicar ideológicamente a nuestro personaje, no hay más remedio que decir de él que es un auténtico, para mal o para bien, representante de la ideología de la Revolución Mexicana: nacionalista a más no poder; justiciero, le indigna la desigualdad en que viven la gran mayoría de los mexicanos; demócrata social, sólo entiende a la democracia en un régimen de justicia para todos, como lo señala la Constitución, como un régimen de vida que consiste en el constante mejoramiento de la vida del pueblo, no se pretenda encontrar en AMLO a un demócrata liberal.
Amante de la intensa participación del Estado para superar las deficiencias del mercado, no pretende controlar el mercado pero si de cómo jugar en el mercado, le atrae pues, la economía mixta; no es un liberal mucho menos un neoliberal.
Proclive a los valores del pueblo mexicano, le gusta esa multiculturalidad que expresan los diversos pueblos y grupos sin llegar a encabezar la lucha de alguno de ellos, será difícil que AMLO encabece una lucha por la plurinacionalidad del Estado, como Evo Morales por ejemplo.
La política para él es un medio para servir, es ver por el prójimo antes que por sí mismo.
Por eso reconoce la manera de entender la política en las naciones mexicanas, antes indígenas. La política como servicio debe ser ajeno a los intereses económicos, de intereses particulares, la política debe expresar el interés general del pueblo y el gobierno, su medio específico, debe lograr con eficacia y con honestidad esos objetivos nacionales, de aquí de su rechazo de la corrupción, porque ésta impide que el interés nacional se concrete en el bienestar del pueblo.
Ver la política como servicio lo acerca, desde luego, al mundo de la moral, al mundo del deber ser, al mundo místico de las religiones, esto lo acerca mucho a Madero. La política del servicio debe salvar a los mexicanos, de aquí su tremenda fe que acabando con la corrupción los males nacionales disminuyan considerablemente.
La política como servicio lo acerca a la política como pastoreo, el pastor que cuida del rebaño, todo depende de la buenaventura, desde luego, la política como el arte de tejer y destejer a favor del pueblo, por esto, la política se vuelve un oficio, una habilidad, AMLO, se fija mucho en esto para escoger a sus colaboradores.
Se puede imponer este estilo de gobierno, es un nuevo régimen, sin embargo, los gobernantes son hijos de su tiempo y de las circunstancias, los regímenes se imponen a los deseos de los gobernantes, en este sentido, el régimen político de México, tan descompuesto por la corrupción, puede engullir a los nuevos gobernantes, sólo la tenacidad, la terquedad, la convicción, los principios de AMLO, pueden sacar a flote a una República hundida en el lodo de la descomposición de sus instituciones.