Diferencias entre un estúpido y un idiota
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax.,12 de agosto de 2018.- De Maquiavelo surge la idea de que en la vida de los gobernantes la mitad corre por su cuenta y la otra mitad se debe a la fortuna, Marx lo retoma bajo la idea de que el hombre hace su historia pero bajo determinadas circunstancias, finalmente Ortega y Gasset expresa la famosa frase: yo y mis circunstancias.
Estas ideas vienen al caso para explicar la presencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el escenario de la política nacional en donde convergen las circunstancias y la personalidad de nuestro personaje.
Lo primero que habría que afirmar es que AMLO es producto del régimen político mexicano del fin de siglo, régimen decadente, corrupto, descompuesto, ineficaz, con políticas mafiosas, de complicidades, con un presidencialismo autoritario, cínico, ridículo, sin valores ni principios, con aires de cesarismo romano, fuera de foco, de espaldas a la historia del pueblo mexicano.
Megalómanos como Echeverría, principescos como López Portillo, mediocres como De la Madrid, tecnócratas como Zedillo, avispados como Salinas, bufones como Fox, irresponsables como Calderón, soñadores como Peña, da cuenta de la falta de estatura de los presidentes mexicanos de fin de siglo.
Los últimos priistas traicionando a la Revolución, los primeros opositores fueron una mala copia de los presidentes del PRI, fueron un continuismo corrupto, ridículo e incompetente.
Sin visión de Estado, estos presidentes metieron en crisis constante a la economía nacional, el crecimiento exiguo en esta materia así lo demuestra. Su falta de nacionalismo fue más que evidente, sujetos a las directrices del imperialismo o de los centros hegemónicos sin rubor alguno.
En lo social son culpables de situar a México entre los países más desiguales del mundo, de la producción más grosera de pobres que nos hayamos imaginado jamás. En lo político, la ética brilló por su ausencia, la trampa era la regla, el bien común fue sustituido por el bienestar personal. Las complicidades, la cuota, los cuates, el dinero fácil, los lujos, los abusos de poder, fueron norma en este régimen político.
Un sector de la clase gobernante agrupado alrededor del Partido Revolucionario Institucional toma conciencia de que esto ya no era posible, que bastaba, que ya era justo poner fin a la situación.
Se hacen llamar demócratas con la firme creencia que desde el poder democrático se podía enderezar el camino de la nación. Encabezados por el hijo de un revolucionario, el General Lázaro Cárdenas, deciden encabezar una lucha por la transformación del país, se desligan del gobierno, del partido y de la nueva ideología adoptada por la clase gobernante: el neoliberalismo.
Se lanzan a la lucha electoral en 1988, Cuauhtémoc Cárdenas reclama para sí la legitimidad del ideario de la Revolución ante la traición de la clase política, el resultado de esa elección sigue siendo motivo de debate, pero quedaba claro de la posibilidad que tenía la Corriente democrática de conquistar el poder político del Estado mexicano.
En estas circunstancias nuestro personaje hace presencia en el escenario nacional, simpatizante de la Corriente Democrática en primera instancia, después gran impulsor de la misma, al grado de encabezar al partido que nucleaba esta corriente nacional: el PRD. Demostrando gran capacidad de organización, estratega de la lucha política y electoral, lanza a este partido en sus mejores sitios durante su gestión como presidente del mismo.
La Corriente Democrática pronto toma el centro de decisiones del país: la capital de México. Primero con Cuauhtémoc Cárdenas y luego por Andrés Manuel López Obrador. La lógica política indica que una vez tomada la cabeza, lo siguiente es tomar el resto del cuerpo de la República. Los dos lo intentan, Cárdenas lo intenta dos veces de nuevo, en 1994 y en el año 2000, AMLO en 2006, 2012 y 2018.
Los dos con la calidad moral y política necesaria, pero AMLO mucho más estratega, luchador en corto y fajador como el mejor, con mejores ideas, con mayor tenacidad, tozudez, con mayor disciplina política, logra su objetivo en la tercera ocasión.
Con la experiencia en las dos elecciones anteriores desarrolla una gran estrategia y campaña electoral, logra un contundente triunfo aprovechando el sentimiento de los ciudadanos por un cambio profundo. La aventura que empezó en 1988 como un deseo de democratización, en el 2018 se ve como gobierno y con el firme propósito de regenerar a la nación, al país, al Estado y la generación del nuevo hombre.
AMLO debe recordar la recomendación del comandante Fidel Castro quien dijo que “cuando un país va mal, pero muy mal, lo que se llama mal, al gobierno de ese país sólo le queda la epopeya. Y si no la emprende el gobierno con el pueblo, el pueblo la emprende sin el gobierno.
El gobierno debe realizar una cosa grande, lo que se dice grande. Una cosa chica no te lleva a ningún lado, a ningún lado”(Scherer García, Julio. Los Presidentes. Edit PRH, México, 2017). Esperamos que las circunstancias ayuden para hacer lo grande, voluntad la hay.