Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
OAXACA, Oax., 23 de diciembre de 2018.- Podremos empatizar con AMLO o no.
Podremos compartir su visión desde la izquierda o no.
Podrá gustarnos o no su estilo personal de gobernar.
Podrá envolvernos su complaciente retórica o no.
Podremos amarlo o aborrecerlo como el populista que es.
Pero como oaxaqueños, al margen de todo lo anterior, no podemos menos que estar contentos con él.
Y es que lo único que hacía falta para que las ventajas comparativas de Oaxaca detonaran en desarrollo económico y progreso para nuestra gente era voluntad política y ningún presidente de la era moderna de México –ninguno- la había tenido.
AMLO siente como en pocos estados del país el cariño de Oaxaca y reconozco que, hasta ahora, ha correspondido y con creces.
Podrá decirse que es su obligación como Presidente hacer cuanto en estos tres días de gira por Oaxaca ha anunciado para nuestros pueblos.
Pero AMLO ha ido más allá de lo que puede quedarse en la obligación de un jefe de gobierno. Respecto de Oaxaca se ha comportado como un estadista. A la altura.
Que si su voluntad, hecha programas sociales, busca generar clientelas electorales, es muy claro.
Con sus decisiones de política pública busca asegurar el voto de los adultos mayores, de los jóvenes (todavía poseedores de un bono demográfico y electoral) y de los pueblos indígenas.
El plan de Morena es haber llegado para quedarse y AMLO es Morena. No soy de los que piensa que buscará reelegirse y convertirse en otro Juárez.
No está en edad y los tiempos en México son otros. Pero sí logrará por un buen tiempo mantener pulverizados a los otrora tres grandes partidos del espectro político. Al tiempo.
Al margen de todo ello, si el aseguramiento de clientelas electorales pasa por la consecución de las dos autopistas (al Istmo y a la Costa) como lo anunció AMLO el viernes con lo pelos del presupuesto en la mano; si una nueva forma de corporativismo pasa por la materialización, de una buena vez por todas, de ese corredor interoceánico acariciado en diferentes momentos de nuestra historia desde el porfiriato hasta el foxismo.
Por la construcción de una red de caminos rurales tan necesaria en un estado como Oaxaca donde para comunicar a las comunidades hay que partir los cerros; y por un nuevo modelo de atención para hacerle justicia a los indígenas que son los más pobres entre los pobres, pues bienvenido el clientelismo.
A diferencia de lo que pasa en otros estados, el gobernador de Oaxaca lo ha entendido bien y se ha sabido conducir con visión de estadista.
Alejandro Murat, y lo escribo porque lo he platicado con él, no está pensando en la próxima elección, sino en la próxima generación. Si nadie se atreve a reconocérselo, yo lo hago desde aquí.
Es por ello que en su ánimo no hicieron mella las muestras de mezquindad de quienes siguen en campaña y pensaron que con abucheos orquestados iban a impedir que el gobernador –no Alejandro Murat- dijera lo que otros gobernantes le regatean al Presidente López Obrador.
Con aplomo, con decoro, siguiendo los usos de la corrección política no se alejó ni una sola sílaba de su mensaje. Fue categórico:
“En Oaxaca, Señor Presidente, queremos ser federalistas de tiempo completo con usted.
En Oaxaca no somos de los que se dicen federalistas solamente cuando les dan; y cuando no les dan acusan centralismo.
Lo decimos con respeto pero con firmeza: el norte ya tuvo y tiene su Tratado de Libre Comercio que les ha permitido crecer tres veces más que nuestros estados aquí abajo, en el sur;
Y el centro y el bajío tienen hoy a la industria aeronáutica y automotriz como los dos principales motores del progreso de sus sociedades.
Que se escuche en el Norte; que se escuche en el este y en el Oeste. Que se escuche fuerte y claro: ¡Hoy son los tiempos del sur!
Y es que el federalismo no es simplemente, como lo entiende la teoría constitucional o la ciencia política, una forma de estado, una estructura, un régimen jurídico o un proceso político.
Federalismo es corresponsabilidad, solidaridad, compromiso y espíritu de servicio y no una bandera política que pueda usarse a conveniencia”.
No era una cortesía del gobernador hacia el Presidente esperando algo a cambio.
La cortesía, la deferencia la había mostrado ya López Obrador ahí en donde vale: en el presupuesto de egresos que le aprobó su mayoría en el legislativo.
Los abucheos fueron anecdóticos. No hablaron de quienes gritaban y silbaban; hablaron de quien los mandó a hacer. Y a estas alturas, el Presidente indudablemente ya sabe quien fue el o la responsable de empañar un evento que no era del PRI, ni de Alejandro Murat, ni de MORENA, sino del Presidente.
En su turno al micrófono AMLO sentenció fuerte y claro:
“El gobernador Alejandro Murat va a ser nuestro aliado, les guste o no”. Fin de la discusión.
Hoy Alejandro Murat está satisfecho, contento.
No solamente mostró temple como orador al no quedarse callado e imprimir más firmeza a su voz y su ademán. También mostró inteligencia, astucia y templanza al saberse el gobernador que ha conseguido para Oaxaca lo que ningún gobernador, ni siquiera con Presidente de su partido ha conseguido en la historia moderna de nuestro país.
Bien lo dijo, bien lo sentenció: “¡Hoy son los tiempos del Sur!”.
@MoisesMolina