El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de agosto de 2019.- Nunca imaginé que llegaría el momento de promover el regreso de Andrés Manuel, ese poderoso líder opositor capaz de milagros impensables como enfrentar a cinco presidentes y, aún así, salir ileso.
Como recuerdan, Andrés enfrentó a Carlos Salinas, cuya figura sirvió para encarnar a la mafia del poder; uso a Zedillo para legitimar su ilegal candidatura al gobierno de CDMX; enfrentó a Vicente Fox, a quien obligó a cancelar el aeropuerto; chocó con Felipe Calderón para crear mitos como los del fraude electoral y “los muertos” de Calderón y, por si fuera poco, venció a Peña Nieto, cuyas prometedoras reformas hoy son historia.
Andrés fue, por excelencia, el líder opositor a ultranza. Se opuso a todo y a todos; sacó raja política de lo más inverosímil y fue capaz de violentar no solo las reglas políticas y democráticas elementales sino, sobre todo, de pasar sobre la Constitución y de engañar a propios extraños.
Por eso creemos que, ante la hipótesis de localizar a un opositor capaz de contener y denunciar los abusos, fallas y excesos del gobierno de López Obrador, el único capaz de conseguirlo se llama Andrés Manuel.
Por ejemplo, ante la catástrofe que significará para la flora y la fauna de Tabasco la construcción de la Refinería de Dos Bocas, Andrés Manuel ya habría invadido los terrenos; habría impedido la tala criminal de la selva; habría iniciado caminatas con miles de tabasqueños exigiendo parar la obra y habría encabezado multitudinarios mítines en el Zócalo.
Por otro lado, ante la inconstitucional “Ley Garrote”, que criminaliza la protesta en Tabasco, sin duda que Andrés habría planteado una suerte de rebelión, habría propuesto separar Tabasco del resto del país; acudido a la CIDH y habría comparado al presidente López con el sátrapa Díaz Ordaz.
En Santa Lucía, un hábil Andrés habría advertido los peligros de una terminal aérea sin los mínimos de seguridad; habría movilizado a la población de la zona en defensa del patrimonio histórico y convocado a comunidades sobre el peligro de quedarse sin agua. En suma, habría parado la obra.
Derribar el Tren Maya habría sido juego de niños para Andrés Manuel, ya que rápidamente habría solicitado el apoyo de sus amigos del EZLN para movilizar a miles de comunidades en defensa de la selva y sus tesoros. El éxito de la revuelta estaría garantizado.
El fracaso económico del gobierno de López –cuyo PIB no llegó a 1%–, habría sido “un bombón” para Andrés. En todos los medios –televisión, radio, prensa y digitales–, y plazas públicas de todo el país habría denunciado y fustigado el ridículo crecimiento de 0.1%. Ese fracaso habría sido motor de la revuelta social para exigir la caída del gobierno de López, por incapaz.
La mayor tragedia en la historia mexicana y –al mismo tiempo–, la veta más jugosa para un opositor como Andrés, abría sido el estrepitoso fracaso del presidente López en materia de seguridad.
Esa realidad aplastante de que en solo ocho meses se hayan producido más de 23 mil muertos –la cifra más grande en la historia–, sería un tonel de rica miel para el opositor Andrés, quien habría plantado un mitin permanente en las principales capitales del país, para exigir la renuncia del irresponsable e inútil presidente López.
Y no se diga la escandalera por la muerte de 16 periodistas en solo ocho meses, cuando con Peña en seis años fueron asesinados poco más de 20 informadores.
Oponerse como nade a la militarización del la vida nacional –impulsada por el presidente López–, le habría ganado a Andrés el respaldo de todos lo partidos y de buena parte de los ciudadanos, quienes lo aplaudirían por su valentía ante el poder. Sin duda Andrés habría impedido esa peligrosa militarización.
Acaso la mayor victoria de ese habilidoso opositor que fue Andrés Manuel, habría sido la denuncia pública de que el presidente López es “un pelele” frente a Trump; presidente norteamericano que habría aprendido a respetar a México y los mexicanos.
La feroz oposición a la grosera “Ley Bonilla” habría convertido a Andrés en la versión moderna de Madero; el apóstol de la democracia capaz de impedir la reelección del ambicioso presidente López quien, a su vez, sería motejado como el dictador Porfirio López.
Un rentable filón de popularidad para Andrés habría sido la severa crítica al presidente López, por usar mil millones de pesos en la compra de dos estadios de béisbol. “Los caprichos del tirano”, habría dicho Andrés, a manera de eslogan.
Y reacción aparte habría provocado la impensable alianza del gobierno de López con las poderosas empresas mediáticas. Andrés habría satanizado a Televisa, Televisión Azteca; a los grupos Milenio e Imagen y sus propietarios serían carne de mitin; a quienes acusaría de ser los jefes de la mafia del poder.
Por todo lo anterior creemos urgente promover que regrese Andrés; sólo el puedes contener a López.
Al tiempo.