Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de abril de 2020.- En la edición de mayo de 1985 de la revista Vuelta, el ingeniero, poeta y ensayista Gabriel Zaid publicó un texto que cimbró al priísmo: Escenarios sobre el fin del PRI. Luego de haber sobrevivido el 68 estudiantil, el 76 echeverrista y el colapso lopezportillista de 1982, el PRI parecía hundirse. A 35 años de distancia, la jibarización PRI se resume en cifras: 13.5% del voto presidencial en 2018, 10.9% de senadores y 9.2% de diputados y 34% de gobernadores.
El PRI entró en una debacle en 1982 con el colapso económico y el arribo al poder de los tecnócratas neoliberales, pero pudo sobrevivir disminuyendo posiciones hasta la derrota presidencial en el 2000. De 2000 a 2012 el PAN no pudo construir una alternativa y se ahogó en una alternancia mediocre y el PRI de Peña Nieto logró posicionarse para una victoria presidencial contra tres augurios en contra: el PAN por su tercer sexenio, López Obrador con fuerza creciente y un modelo económico sin expectativas sociales.
El año de 1985 fue el punto de una triple inflexión: pérdida de mayorías políticas y legislativas, desplazamiento de la vieja clase política populista por la élite tecnocrática que impuso el modelo económico neoliberal y fortalecimiento de la oposición del PAN y el PRD. Estas tres características condujeron al fin histórico del PRI en cinco fases: partido absoluto del Estado, partido dominante, partido hegemónico, partido declinante y partido en la oposición.
El escenario del fin del PRI estaba asumido en el texto de Zaid: un ayatola contra la corrupción, crisis económica que no pudiera satisfacer el bienestar social y sobre todo ruptura en la élite priísta. En 1982 arribó la élite tecnocrática que fue desplazando a los políticos tradicionales, en 1986 nació la Corriente Democrática del PRI, en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas corrió como candidato independiente contra el PRI y le arrancó en las cifras oficiales el 32% de los votos, en 1988 Salinas ganó apenas con el 50.3% de votos, en 1994 asesinaron al candidato priísta a la presidencia, el relevo Ernesto Zedillo provocó una ruptura al interior del grupo tecnocrático, en 1999 el PRI le quitó al presidente de la república la facultad de designar sucesor y el escogido, Francisco Labastida Ochoa, careció de fuerza y apoyo y en el 2000 se dio la alternancia que le dejó al PAN dos sexenios en la presidencia. En 2012 el priísta Peña Nieto pudo reconstruir una base mínima de priístas y ganó con 38% de los votos y 6 puntos prestados por el Partido Verde.
El PRI perdió en 2000 y 2006 porque no tuvo un candidato priísta de consenso: en el 2000 Labastida no pudo reconstruir el bloque de poder gobernante y en el 2006 Roberto Madrazo Pintado asumió una candidatura excluyente de grupos de poder y sin coalición dominante –el SNTE de Gordillo, los gobernadores, los sectores corporativos y los PRI estatales–. En el 2006 se dio la oportunidad política con un PRI aglutinado alrededor de Peña Nieto y la candidatura de fractura panista de Josefina Vázquez Mota.
El político que liquidó al PRI se llama Andrés Manuel López Obrador, una figura nacida de las bases sociales del PRI. En 1988 renunció al PRI para buscar por dos ocasiones seguidas la gubernatura de Tabasco y fracasó, en el 2000 logró la jefatura de gobierno del DF por el apoyo de Cuauhtémoc cardeñas y Rosario Robles. Luego llegaron dos candidaturas presidenciales sin victoria: en el 2006 quedó a medio punto porcentual del panista Felipe Calderón y en el 2018 a 5.6 puntos abajo de Peña Nieto. Para el 2018 se benefició con la crisis política del PRI: corrupción escandalosa, candidato priísta sin fuerza y un realineamiento de alrededor de 15 millones de votos priístas que se fueron con López Obrador y su discurso social en nada diferenciado del discurso social del viejo PRI.
ESCENARIOS LIMITROFES
Lo que ha salvado al PRI del colapso final ha sido su capacidad de reorganización interna con relevos dinamizadores. Sin embargo, el PRI del 2020 de cara a las legislativas federales del 2021, al relevo de casi todos los gobernadores y a las presidenciales del 2024 carece de una propuesta propia y sólo estará esperanzado a que la coalición de López Obrador se quiebre desde dentro y las cuentas económicas y sociales en 2024 sean de colapso similar, por ejemplo, a 1976 o 1982.
Sin embargo, el PRI carece de expectativas. En el supuesto caso de que el 2024 sea de colapso lopezobradorista tipo 1982 de López Portillo o 1940 de Cárdenas, de todos modos el PRI logrará poco porque ha perdido su estructura de poder nacional. En 2019 y en 2020 se irá desgranando más rápidamente con la renuncia al PRI de figuras no de liderazgo, pero sí de alianzas locales e internas. En el 2012 el papel político de Peña y los recursos económicos del gobierno del Estado de México le permitieron cohesionar a todos los grupos priístas. La figura de López Obrador en ese 2012 estaba diluida en las protestas callejeras del 2006.
El PRI nació para tres objetivos: cohesionar a la clase política dominante, operar elecciones vía reparto de posiciones de poder y garantizar una propuesta social de gobierno. Esas tres características estaban liquidadas en 2012, pero el discurso electoral de Peña Nieto supo vender el regreso al bienestar con su propuesta de modernización de las estructuras productivas. Para 2018, el PRI carece de fuerza institucional y de posiciones de gobierno para restaurar esas metas, en tanto que López Obrador desde la presidencia está operando esos tres objetivos.
Lo que salvó al PRI en crisis pasadas fue la regla de oro de la autoridad presidencial: el presidente en turno tenia el control total del PRI y de las candidaturas, además de que contaba con la Comisión Federal Electoral para operar votos y manejaba a discreción el presupuesto público para distribuirlo entre priístas. Con once gubernaturas sin liderazgo local y con el gobernador priísta del Estado de México subordinado al presidente López Obrador, el PRI no tiene cuadros, carece de dinero y no tienen suficientes posiciones de elección para reconstruir alianzas.
Pero lo más grave es que hoy, de cara a las elecciones del 2021 y 2024, el PRI carece de cuadros, está dominado por la red de poder del expresidente Peña Nieto y su operador Luis Videgaray y buena parte de los priístas están buscando acomodo en el gobierno de López Obrador. De las 15 gubernaturas que se votarán en 2021, 8 son del PRI y de todas el tricolor tendría posibilidades de mantener el poder sólo en un par de ellas.
El escenario del fin del PRI se conocerá en 2021: sin posibilidades de subir su 9.2% de diputados y con riesgos de perder 6 gubernaturas; la razón está a la vista: el PRI carece de liderazgo, de dirigencia, de discurso, de simpatías y de figuras militantes que garanticen la victoria.
Política para dummies: Así que el 2021 puede ser el fin definitivo del PRI.
indicadorpolitico.mx
@carlosramirezh