La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 3 de julio de 2018.- Tras el triunfo avasallador de Andrés Manuel López Obrador, más allá de los vítores de sus seguidores y las depresiones de los militantes opositores derrotados, esta campaña deja una serie de lecciones que se deben considerar para aprender de los errores políticos reinventándose en el inmediato plazo para los aspirantes a una postulación de elección popular, pero también para los dirigentes de alguna organización o causa partidista.
Existen una serie de errores cometidos durante cinco años, tanto por la Administración del Gobierno Federal, como por los mismos partidos políticos de otrora fuerte presencia nacional, en lo particular el Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI), y el Partido de la Revolución Democrática (PRD); gran parte de éstas fallas se ubican en la operación territorial, pero también rompieron con una perfecta armonía para el posicionamiento público, que como bien indica la estratega política más experimentada de Latinoamérica, Gisela Rubach, debe conjugarse correctamente entre un buen ejercicio del gobierno, la correcta forma de hacer política y la puntual comunicación de los logros.
Sin embargo, semana tras semana en este mismo espacio editorial, dejaré a un lado las fallas que existieron en la forma de hacer política para centrarme en los errores que tuvieron impacto en la comunicación política llevando a la debacle de los candidatos y de sus partidos, incluso culminándolos a su virtual desaparición, quizás no legal, pero sí anímicamente de sus militancias.
Cuando los militantes permitieron que fueran secuestradas sus dirigencias estatales por una persona, por consiguiente, tuvieron una cúpula regional debilitada que permitió de forma natural que los comités directivos nacionales fueran tomados para la decisión de un líder cooptado por su visión egocéntrica y sin apertura a la escucha de los más experimentados correligionarios. Este fue el principio partidista para que no permitieran posicionar en el electorado a un aspirante sólido, con cercanía popular, así como buen desempeño de imagen pública; poniendo en la carrera a personajes improvisados ante el nuevo contexto del humor social. Sacar a un candidato presidencial a ocho meses de la elección, es una misión imposible; meter en la contienda a un candidato municipal a 45 días de la votación, es un acto mortal.
No fue que López Obrador recorrió todo -todo es todo- México más de tres veces durante 18 años, no se pierdan en esa excusa; fue que ni José Antonio Meade y ni Ricardo Anaya caminaron el país con veladas aspiraciones presidenciales por lo menos tres años antes de la elección. Lo mismo aplica para cualquier otro caso federal, estatal o municipal. Sí 36 meses no garantizan un correcto posicionamiento en la opinión pública para el éxito electoral ¿Cómo querían hacerlo en ocho meses?
Al momento de escribir esta opinión, parece que no aprender de sus errores políticos. Candidatos que perdieron me comentaban sobre el cierre de sus sitios web, redes sociales, aderezados de una especie de retiro público. Muchos de esos, son los mismos que en elecciones pasadas, hicieron lo mismo: ocultarse de la comunicación política. ¿Usted qué opina? www.daviddorantes.mx
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David Dorantes
Periodista especializado en el sector energético y consultor en comunicación política. Premio Nacional de Periodismo como Mejor Corresponsal del Año (2011), Premio Trayectoria en Comunicación (2016) por el Senado de la República de México, Becario del Departamento de Estado (International Exchange Alumni) en Estados Unidos y cobertura en Washington de las elecciones de Barack Obama (2012).
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