
Con lleno total, Orquesta Sinfónica de Oaxaca abre temporada 2025
Para el Dr. Juan Manuel Yáñez,
que en la UABJO
me platicó de Carlo Ginzburg.
Para la Dra. Selene del Carmen,
que leyó Plata Quemada de Piglia
y en Yanhuitlán nos llevó a la fonda Chatita
Para Renato, Félix y Víctor, valientes viajeros del tiempo
Vístete de enfermera, corazón, que estoy malito
J. Sabina, Ya eyaculé
Miércoles de tianguis en la colonia, mediodía; me cago de sueño.
Ginzburg retoma a Sklovski, aquella polémica que tuvo con Jakobson; el turinés citó al hoy ignorado formalista ruso, “sabemos cómo se hizo la vida, y también cómo se hicieron el Quijote y el automóvil”.
Madres.
El sentido se construye desde el extrañamiento; como materia prima de esa construcción colosal -darnos a entender con el lenguaje escrito- utilizamos la línea, la oración. Como si de tabiques fuera el caso.
¿A qué me refiero? El sentido de aquello que pretendemos escribir se forja en la línea; línea por línea bordamos el pensamiento en nuestra escritura.
Bien, muy bien, ya, tenemos la zapata corrida, el pie de la construcción y sus tabiques. Las líneas. Pero, ¿por qué no aparece el sentido?
Los maestros dicen, ahí están los maestros. “El arte sería un instrumento para reavivar nuestras percepciones, paralizadas por la costumbre”, Ginzburg dice que dijo Sklovski. Puedo mencionar que las imágenes que forman las palabras guardan elefantes, administraciones municipales, un campo yermo sembrado de agaves; reptiles, lagartos. Un arroyo que levanta los ojos cuando tú pasas al volver del trabajo. Y el anuncio de un disputado encuentro de béisbol entre Reboceros de Mitla contra Maestros Mezcaleros de Santiago Matatlán. ¿Quién ganará?
En su ensayo Extrañamiento, Ginzburg habla del trabajo de Sklovski: “La actividad de los hombres, por lo menos de todos aquellos con los que he tenido relación, está determinada por las palabras y no por los hechos”[1] Bien, ya, yo diría que obtenemos el sentido de la oración escrita en la imagen de nuestro futuro, a partir de las palabras. Qué extrañas son las palabras escritas, cuando no tienen cuerpo son tan vivas, cuando salen a la luz de la página en blanco se vuelven lentos cadáveres.
Pongo un caso: el Rolas protestó en el grupo de Watts por una palabra mal escrita: Santiago Aposto; precisó que se comieron la letra l: “Hay que ser bien hechos, señores”, dijo. Y tuvo razón, la falta de la l oscurecía para la población las fiestas que están por venir (22 al 27 de julio próximos, los esperamos). En La fiesta del mezcal es ahora en Santiago Matatlán estará el Dr Robert Markens, con una charla sobre la lápida de Matatlán.
De la Capital Mundial del mezcal se puede decir que recibió en 1928 a Alfonso Caso, a Javier Urcid, 1986. En la fiesta llegará Robert, generoso sabio canadiense que a suma sus palabras a la investigación científica sobre la escritura zapoteca.
Desde lo descolocado las palabras escritas obtienen un sentido, un futuro posible: la comprensión del otro, el desconocido que se para y lee.
Mierda, cargo sueño.
Al tianguis fui por queso (El queso y los gusanos, Ginzburg, 1976), pude mirar que a la quesera le acarició la mano el chicharronero, cuando ella fue a cambiar un billete de cien. Pasé por pan, al doblar la esquina de Pepe Chepil, el herrero, frente a la primaria Policarpo T. Sánchez, escuché al tal Sabina, Arenas movedizas, “matasello que agonizan/por la cicatriz”.
Hay canciones populares que se pegan en la memoria, carajo; puras vergüenzas. La tarde está mezcalera, mejor voy con Doña Tina, con tres mezcales el mundo (y mi cabeza) se compone.
[1] Una teoría della prosa, cit. pp. 18-19.