Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
OAXACA, Oax. 29 de septiembre de 2017.- El arquitecto chileno Alejandro Aravena, ganador en 2016 del Premio Pritzker (el nobel de arquitectura en el mundo) recomendó usar aisladores sísmicos en la reconstrucción de inmuebles públicos como escuelas u hospitales.
En una conferencia transmitida por la Revista Internacional de Arquitectura y diseño Arquine, que retomó Rodrigo Islas Brito, recomendó la tecnología de innovación sísmica y ya no utilizar materiales como el adobe en las viviendas en el Istmo de Tehuantepec.
Dijo que Chile aprendió entre 1985 y 2010 después de los temblores en ese país, cómo diseñar departamentos multifamiliares que pueden resistir sismos de hasta 9 grados en escala de Richter.
El académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Universidad de Harvard, explicó que en Chile se ha encausado la normativa de construcción para incentivar procesos de innovación tecnológica.
Se refirió a las escuelas públicas que fueron dañadas por los dos sismos, como el caso del Centro Escolar Juchitán, hecho trizas por el temblor del siete de septiembre y del que actualmente el gobierno mexicano ha anunciado su reconstrucción.
“Un proceso de reconstrucción de las escuelas debería de hacerse con aisladores sísmicos”, dijo el arquitecto premiado, considerando que está ya debería ser una propuesta para la Secretaría de Educación Pública de México, como lo fue en sus momento para el chileno Ministerio de Educación
“Desde el momento en el que uno construye escuelas públicas con aisladores sísmicos uno sabe que sus hijos están seguros, como sociedad civil sabes que los niños están a salvo”, recalcó Aravena, mencionando que un requisito de la arquitectura chilena actual es lo que los ingenieros llaman “la serviciabilidad de la estructura”.
“La norma chilena tiene una cosa muy inteligente que permite liberar la energía que le entra a una estructura por medio de la aceleración del suelo por el movimiento sísmico. Que permite que haya rotura de la estructura pero no colapso. Es decir, la energía es demasiado alta”.
Aravena informó que la norma chilena de construcción hoy está en posición de hacer frente a sismos hasta de nueve grados. “Cuando es tan grande la energía no hay otra manera de liberarla que no sea por medio de que esa estructura se rompa”.
Agregó que está estructura colapsa, queda inservible, pero las vidas se salvan. “Existen lugares públicos donde deben salvarse vidas pero quien también deben quedar útiles como hospitales, estaciones de bomberos y cuarteles de policías. Y los colegios porque estos lugares funcionan a la larga como albergues para damnificados”.
Definió el arquitecto, asegurando que la filosofía frente a un temblor no se trata de prepararse para un evento que no sabe cuándo va a ocurrir. “Hay una frecuencia en los sismos que por lo demás no significa una inversión mayor. En Chile hay una frecuencia sísmica notable”.
“En cuanto a aisladores sísmicos hay una gama, un espectro de soluciones que permiten que económicamente viables en términos de costos para ser usados en una estructura que no está sísmicamente aislada”.
Se tocó entonces por parte del anfitrión mexicano Adria, el tema de la reconstrucción, del rescate de los hogares caídos durante el temblor. Del que minutos antes el mexicano había comentado sobre las casas de adobe y hormigos muy castigadas en 41 municipios del Istmo de Tehuantepec, donde el 50.6 (poco más de quince mil) de las viviendas se vinieron abajo con el temblor o quedaron inservibles.
Miguel Adria, editor de la revista, había dicho que hoy hay un “plan de rescate a lo bestia” arquitectónicamente hablando en el Istmo, pues hay voces que exigen reconstruir casas de ochenta años que además de ser viviendas poseían un elemento patrimonial de legado cultural, todo con plan exprés para apoyo económico, donde todo pueda ser sustituido y construido con “cubitos de cuatro por cuatro con bloque de concreto”. Razón por la Adria se pronunció por “un rescate menos inmediato”. Preguntó al chileno sobre una posible política de recuperación para una población, la del Istmo de Tehuantepec, que se la vive apenas bajo los índices de pobreza del país.
Ante esto para la zona siniestrada, Aravena dijo que lo primero es responder a la situación de emergencia (800 mil damnificados según las primeras estimaciones del propio gobierno de Oaxaca, que hoy se calculan en más de 120 mil personas viviendo en las calles del Istmo)
“Para que la emergencia no hipoteque la calidad de la construcción futura necesitas ganar tiempo. Comprarlo. Sea cual sea la emergencia, la solución no puede terminar siendo demasiado mala hasta el punto en que la calidad futura de esos lugares quede amenazada”. Dijo Aravena, precisando después que el plazo y plan de reconstrucción para una ciudad es de 8 años mínimo.
Dijo que el que la reconstrucción sea lenta, va a permitir una reconstrucción más a fondo, donde se pueda reconstruir lo necesario y se permita que sean las mismas personas las que tengan la posibilidad de terminar sus casas
Ponderando que esto se da sobre todo cuando la actividad económica de los lugares siniestrados está asociada a la calidad de construcción de sus edificios. Con destinos turísticos que pueden terminar siendo destruidos en su identidad por la reconstrucción. Resaltando que el tiempo también se gana buscando que la calidad de construcción de los refugios de emergencia para los damnificados después de un sismo, sea cada vez mayor.
Dijo que una manera de enfrentar un mayor costo final en la reconstrucción de un territorio siniestrado es hacer que los refugios de emergencia en lugar de ser algo desechable, sean parte activa de la misma reconstrucción. Recordó que en Chile al refugio de emergencia se le llama media agua, una vivienda de tres por tres metros que no tiene aislación ni ventanas y que funge simplemente un techo para protegerse de la intemperie.
Comentó que no es buena estrategia invertir tanto dinero y tiempo en refugios temporales que al final se convertirán en basura. Contó sobre su experiencia de reconstrucción de la ciudad de Constitución, hecha escombros por el temblor del 2010, los refugios tenían ilación y volumen de aire, que fungían a su vez como paneles que luego fueron a dar al propio proyecto de reconstrucción definitivo.
“No era dinero que se votaba, sino que se anticipaba en las formas de refugio de emergencia y era parte del presupuesto de reconstrucción final. No eran dos presupuestos separados, uno para emergencia y otro para reconstrucción”.
Como un segundo aspecto el chileno tocó “la incrementalidad”. “Cuando hay escases de algo, en este caso de dinero en la política de vivienda en Latinoamérica en General, en el caso de desastres naturales la escases es tiempo. “Si no hay tiempo ni dinero para hacer todo, haz aquello en lo que puedas tener más influencia sobre la calidad futura y deja que se complete en el tiempo. No hagas todo ahora”, dijo Aravena.
Explicó que tanto en territorios urbanos como rurales lo más óptimo es hacer un sistema de reconstrucción definitiva que está abierto y que al no estar cerrado se permite que sea más barato.
Adria por su parte expuso que mayormente las construcciones en adobe son frágiles si no se han tomado medidas de diseños para que se resistan los sismos. Que hoy en el Istmo, las que no están caídas, les faltan parte de las paredes y partes del techo. Y sus habitantes nos pueden entrar a ellas. La pregunta fue si estas casas pueden ser intervenidas, sin hipotecar su valor material y simbólico en el presente y en el pasado.
“En Chile la norma prohíbe la construcción y la reconstrucción del adobe porque no hay manera de disipar de forma segura la energía que le entra a la construcción por medio de un sismo”, respondió tácito Aravena
“Lo que habría que pensar es que los que se debe conservar no es nostálgicamente un material, sino un cierto estándar. Que haya un volumen de aire asociado a esas construcciones, una altura del piso al cielo, el tamaños y espesor de los muros”.
Aravena resumió que su experiencia en zonas rurales chilenas es usar la madera como un elemento primordial en el que el adobe es una terminación pero no descansa en la estructura “El peso del techo de tejas es fundamental, darse cuenta de que un peso grande acelerado a cierta altura es muy probable que como estructura colapse en Chile las casas que se construyeron en adobe lo hicieron porque no había otro material, hoy en día tenemos alternativas”, recordó el arquitecto, y frente a voces que reclaman hoy que el Istmo de Tehuantepec sea reconstruido respetando su arquitectura vernácula, sentenció
“El cuidado de la tradición debe estar más asociado a un estándar espacial y no una nostalgia material”. En la conferencia socios arquitectos de Aravena que no se identificaron recodaron que en la reconstrucción de la chilena ciudad de Constitución, “el ochenta por ciento de las casas de adobe terminaron en el suelo por razones de seguridad”.
La obra arquitectónica de Aravena incluye el diseño y construcción de centros de enseñanza, edificios institucionales, oficinas, plantas de empresas, sedes de servicios públicos, museos, bibliotecas y viviendas.
El arquitecto dijo finalmente que en toda tragedia hay también una oportunidad de replantear la ciudad. Donde el sector privado aporte la capacidad profesional y conocimiento, el Estado aporte el material y las personas aporten las prioridades y decisiones, con acuerdos con las comunidades sobre cuáles son realmente los proyectos más prioritarios en una reconstrucción.