Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO. 20 de febrero de 2017.- Lo hizo en Puente Grande, Jalisco. Luego en Almoloya, estado de México.
Y, ni duda cabe a las autoridades penitenciarias del país, Joaquín El Chapo Guzmán Loera planeaba fugarse una tercera vez de la cárcel de Ciudad Juárez, Chihuahua.
En los tres casos hubo una constante: el relajamiento de los controles, una proclividad fácil de constatar en cualquier centro de reclusión sin considerar la eufemística expresión penal de alta seguridad.
Y si se evitó una tercera evasión tal vez la casualidad tuvo injerencia definitiva.
A la historia:
En Puente Grande, de donde salió el 19 de enero de 2001 en el recién inaugurado el gobierno de Vicente Fox, El Chapo Guzmán Loera recibía trato privilegiado y hasta de respeto de las autoridades penitenciarias.
En Almoloya, con ese escape de película en un largo túnel con acceso directo a su celda, el personal de vigilancia le tenia tanto respeto como lo demuestran las grabaciones:
-Don Joaquín, ¿está ahí? –pregunta el celador a cargo de su cuidado.
UN ABOGADO TRAS OTRO PARA…
Reaprehendido en enero del año pasado, las cosas no iban mejor en Almoloya.
El Chapo Guzmán Loera recibía uno tras otro a sus abogados, con quienes se comunicaba sin hablar para evitar ser grabados, sino a través de mensajes escritos en papel sanitario.
Sus constantes visitantes se llevaban parte del papel y el resto era destruido para evitar su lectura.
De esa manera no era posible tener información confiable sobre los planes y ni siquiera si los temas eran su defensa jurídica o instrucciones para reorganizar el cártel de Sinaloa o un nuevo escape.
NI SIQUIERA EU FUE INFORMADO
Pero el 18 de enero se dio un hecho avanzada la noche.
El Quinto Tribunal Colegiado en Materia Penal negó el último amparo en curso y autorizó el envío de Joaquín el Chapo Guzmán Loera para enfrentar cargos en seis cortes diferentes de Estados Unidos.
La información llegó al consejero jurídico de la Presidencia, Humberto Castillejos.
-Por casualidad –asegura una fuente, aunque en política no hay coincidencias.
Castillejos informó de inmediato al Enrique Peña y el presidente, vía el teléfono rojo, ordenó dar seguimiento a Miguel Ángel Osorio Chong para acatar el mandato judicial.
Osorio Chong citó a los secretarios de Defensa y Marina, Salvador Cienfuegos y Francisco Soberón, y al procurador Raúl Cervantes para una reunión de emergencia a deshoras y en un lugar ultra secreto.
Ninguno como el llamado cuarto de guerra de la Procuraduría General de la República (PGR) y sin más convocados para evitar filtraciones.
-Ni Estados Unidos sabia –me aseguró un altísimo funcionario federal.
Era la madrugada del jueves 19 de enero.
El penal de Ciudad Juárez estaba cercado –“como era costumbre”- y cuando su abogada se despedía de Guzmán Loera, se cortaron la luz, las comunicaciones, todos los accesos…
Ya era tarde para la defensa.
Se le leyó la sentencia al Chapo, quien la escuchó resignado, y de inmediato se le subió a un helicóptero y de ahí al aeropuerto y al avión esposado y, cuando ya no había riesgo alguno, se restablecieron los servicios al penal y se le informó al gobierno de Barack Obama.
En 15 minutos se operó todo.
Y así se fue Guzmán Loera a Nueva York, a donde llegó hacia las siete de la noche hora de México y donde ahora ha perdido muchos de los beneficios recibidos en Puente Grande, Almoloya y Ciudad Juárez.
De esto hace justamente un mes y aquí tiene usted un primer adelanto.