
De Aguas Blancas a Teuchitlán: 30 años de horrores e impunidad en México
OAXACA, Oax., 27 de junio de 2016.- Un niño diferente:
Claudia me dice que está casada con el papá de su segundo hijo de 6 años, pero que el papá de Rafa, de 13 años, murió cuando él apenas tenía 6.
-Aunque realmente “yo no sufrí su ausencia como tal, ya que mi vida a su lado era muy difícil.
Cuando llegaba de mi trabajo, mi esposo generalmente estaba en la sala viendo la televisión, con facha de haber estado ahí toda la tarde y mi pequeño hijo en su habitación solo, jugando o a veces ya dormido. Como vivíamos con mi suegra, ella me ayudaba a ir por él a su escuela y llevarlo a la casa. Mi sueldo y las despensas que de vez en cuando su mamá nos daba, era lo que nos sostenía.
Mi esposo siempre fue así, desde que éramos novios, pero pensé que, con el tiempo, y al formarse la familia, todo cambiaria; me sentía tan sola y desamparada que pensé que casarme con él era mi única opción.
Pero nació Rafa y nada cambio, mi esposo no trabajaba, no me ayudaba con el niño, vivíamos con su mamá, para ahorrar la renta, pero la convivencia era verdaderamente difícil.
Cuando Rafa cumplió 5 años, me fui de esa casa…mis maletas vacías, y mi hijo.
Con un hijo que quería, pero que no entendía desde sus primeros meses, era un bebe que nunca me miraba, Rafa nunca acudía a mi llamado, todo lo pedía con señas, si no hacía caso de lo que quería, se tiraba al suelo y lloraba, pataleaba y lo mismo hacía, cuando interrumpía su juego, o rompía su rutina.
Cuando fue creciendo y lo envié al jardín de niños, se aislaba, no jugaba con nadie, no porque no deseara hacerlo, me daba cuenta que le gustaban los niños, le agradaba ir a la escuela, pero no sabía cómo acercarse a ellos.
En la primaria reforzó estas pautas de conducta, siempre jugaba a lo mismo, se sentaba en el mismo lugar e invariablemente tenía un lugar único para pasar el recreo, que generalmente era acompañado de sus dinosaurios mini, sus juguetes favoritos. Sus calificaciones eran buenas, pero la clase de ciencias naturales era su favorita. Por supuesto se sabía todo lo que se relacionara con el tema de estos vertebrados.
No permitía que nadie se acercara a él, solo yo podía abrazarlo y besarlo, entonces podía sentirlo y amarlo, pero no me detuve a revisar su vida; a pensar del porqué de su aislamiento en la habitación, sus enfados por todo, su indiferencia ante el nacimiento de su hermanito y su oposición a convivir con alguien que no era su papá.
Su no mirarme, no tocarme, no hacer más deberes que los indispensables para su limpieza, el mantenerse al margen de nuestras vidas, pensando siempre que era un rebelde de nacimiento, cuando era yo la que no quería incluirlo en la mía.
Al cabo de los años, sus amigos se acostumbraron a su formalidad, tan propio, pero a la vez tan directo para expresarse, tan apegado a sus rutinas; su falta de comprensión ante las bromas o chistes de sus amigos, ante las metáforas y dobles sentidos, que hacían que los demás no lo incluyeran.
Sin embargo, ahora a estos 13 años de vida, que cursa el primero de secundaria, han despertado el deseo de tener una novia, pero le es tan difícil entender sus propios sentimientos, tratando siempre de racionalizar todo. No se explica cómo este sentimiento puede impulsarlo a salir de sus esquemas de actividades y al no entender esta metáfora de la vida, se siente frustrado, enojado, por no saber cómo acercarse al objetivo de su deseo.
Eso nos narra Claudia porque hasta ahora comprendió que su hijo tiene un trastorno del desarrollo, etiquetado como Asperger.
Ella ahora sabe cómo tiene que trabajar con su hijo, que más que una etiqueta es una forma diferente de ser; que puede ser genético, y que es un reto para toda la vida.
Según los criterios DSM IV el Asperger es un trastorno del desarrollo y presenta:
1.- Dificultades acusadas en el uso de múltiples comportamientos no verbales tales como contacto visual, expresión facial, posturas de cuerpo y gestos para regular la acción social.
2.- Incapacidad para establecer relaciones con iguales, adecuadas a su nivel de desarrollo.
3.- Ausencia de la búsqueda espontánea para compartir placer, intereses o logros, con otras personas.
4.- Ausencia de reciprocidad social o emocional.
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