Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Con el sello de la casa, no podía ser de otra forma, luego de la que Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazara por el procedimiento -que no por las leyes-, el llamado Plan B, desde Palacio Nacional vino una estrategia para tratar de dañar la imagen de los Ministros y Ministras, pero como ha ocurrido recientemente, al equipo del Presidente de México le salió mal.
Ese tema debe llevar a la reflexión sobre la aspiración a la mediocridad que parece enarbolan algunas de las políticas públicas que los asesores le dicen al mandatario tabasqueño. Pues en lugar de aspirar a todos ganar más, a tener el mayor tipo de facilidades para nuestra labor, como los ministros, o como el mismo presidente, o los legisladores o los secretarios de estado, parece que nuestra mentalidad aspiracionista solo debe alcanzar a lo que diga el ejecutivo federal o estatal, esto es: nadie puede o debe ganar más que el mandatario, como si él o ella encarnara la figura de mayor inteligencia o sabiduría.
Por qué no gana más quien descubre la cura de alguna enfermedad, quien arriesga su vida por salvar a otros, o quien nos representa en competencias internacionales y hace ondear nuestro lábaro y entonar nuestro himno, pero no, tiene que ser un integrante de la vida política que viene de ser derrotado más veces de las que ha ganado en las urnas.
Entonces quizá allí se entienda que el equipo de asesores y operadores falle al intentar desprestigiar a las personas que no le dan la razón, porque dársela a veces es pasar por encima de la ley y pese a que él mismo nos ha dicho que “no me vengan con eso de que la ley es la ley”, afortunadamente el marco legal de México es más fuerte y sólido que una sola persona. Y claro, con los tintes electoreros para empezar la otra campaña que es su objetivo final: que los cargos de ministros y ministras de la Suprema Corte sean decididos en las urnas.
Haciendo una reflexión, cuántos diputados y diputadas locales y federales, senadores y senadoras emanados de Morena o sus afines, no han votado a favor de las propuestas del presidente estando por dentro en contra, o contraviniendo sus creencias, sus querencias, sus valores, pero expresar lo contrario es ponerse en el blanco de los ataques de los propios, y en tiempos prelectorales es casi un acto suicida políticamente hablando.
La aspiración a la mediocridad es justo lo que parece ser tintes de la filosofía que los asesores del gobierno federal desean, que los que ganen más ganen menos, en lugar de que los que ganen menos ganen más. Por qué no hacer que todos lleguemos en algún momento de nuestra vida laboral a gozar de las comodidades que tienen los ministros y ministras, o la familia del secretario de la Defensa Nacional por poner ejemplos recientes.
Coincido con quienes dicen que los votos no dan inteligencia a quienes los obtienen, aplica claro a todos los partidos y en todo el orbe. Las mayorías no siempre tienen la razón, que pregunten a la gente si desean pagar impuestos por ejemplo. La respuesta parece obvia.
Fomentar la mediocridad golpeará a las generaciones presentes, las que ya buscan un espacio laboral pero desean ganar más que lo que recibieron como beca en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro que son $6,310 pesos mensuales en este 2023, cuando en muchas realidades de este México que ya casi ve concluido el sexenio lopezobradorista, esa cantidad es mayor que la que ofrece el mercado laboral, lo que puede avecinar otro problema que heredará la siguiente administración.
Ojalá la mentalidad cambie, que percibamos todos más, que el precio de la canasta básica o la gasolina no esté por los cielos, que tengamos mejores prestaciones, pero que el fiel de la balanza no sea un ente político o una política sino una estrategia de política pública que nos involucre a todos y todas.
@rvargaspasaye
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