Economía en sentido contrario: Banamex
Apunte diario sobre letras hipnóticas
En días pasados el señor Don Víctor Manzano, con quien me une una entrañable amistad, me envió la imagen de un periódico “El Universal” de allá de 1901, es una imagen que estuvo pegada tal cual, hasta 1930 en los tableros de avisos (cartulón o estrados) en los Juzgados de Distrito de la antigua Ciudad de México.
Muchos años pasaron hasta que el viejo periódico se destrozó y cayó en pedazos, tomando en cuenta las manos que pasaron por él, los ojos que lo leyeron, y los muchos alumnos de la escuela de Jurisprudencia que fueron mandados a copiar sus bien merecidas letras hipnóticas.
Unas pocas memorias conservan su existencia, y dentro de ellas una amarillenta fotografía del importante pegoste, símbolo perene de la trascendencia de la decisión del Juez, una lección de ética y moral republicana dentro de un Imperio, en donde debería de haber prevalecido sobre todas las cosas, la voluntad imperita del monarca absolutista. Y PUES NO FUE ASI
Hoy la imagen del Molino de Viento, el molino de Sans Souci, es símbolo imborrable de la determinación judicial, monumento nacional alemán y monumento de obediencia a la sentencia dictada por el hombre para el hombre en beneficio del hombre a través de la justicia
La columna publicada por el Universal en 1901, dice literalmente de la siguiente manera y aquí está la historia, lo que decía el periódico pegado en el tablero de avisos judicial:
Hay jueces en Berlín
Señores directores:
Corría el año 1737 cuando comenzó la edificación de un molino de viento sobre terreno baldío. 10 años más tarde Federico el Grande eligió ese sitio para construir el magnífico castillo “Sans Souci”. El molino estorbaba la adaptación de los planos del parque y jardines y su arquitecto Knobeisdorffle manifestó la necesidad imperiosa de arrasarlo. El rey llamó a un hijo de Graevenitz quien había heredado el molino y le hizo una tentadora oferta de dinero. Ante reiteradas negativas, Federico le menifestó que se lo trasladaría al lugar que el eligiera, liberándolo de impuestos a perpetuidad y además lo indemnizaría por las molestias. El molinero tampoco cedió ante los generosos y amables ofrecimientos, le tenía cariño a su molino y deseaba conservarlo allí para sus hijos y nietos.
Ante la obstinada negativa, el rey fastidiado le dijo: “sabes que puedo quitarte el molino sin darte un solo “groschen”?.
“Efectivamente, majestad, si no hubiera jueces en Berlín”.
Ante semejante respuesta, el monarca absoluto, vencedor de Europa entera, el hombre de mayor prestigio y poder del momento contesto al molinero: “es tu derecho, quédate con tu molino, buscaré otra solución”.
El poderoso monarca tuvo la compresión que ello no significaba su derrota, sino el triunfo del derecho.
El molino subsistió y ha resistido los embates del tiempo. Reyes y molineros que se sucedieron continuaron la buena tradición de excelentes vecinos a pesar de estar enclavados dentro del parque del famoso castillo de Potsdam.
Un siglo más tarde el viejo molino no funcionaba, pertenecía a un descendiente de Graevenitz, quien lo ofreció en venta a Federico Guillermo III por estar casi quebrado financieramente. El rey en homenaje a la memoria de su antepasado dictó el siguiente decreto: Los buenos vecinos tienen el deber de ayudarse mutuamente. Como vecino del molinero Graevenitz, le remito 2000 “taler” para que pueda librarse de sus dificultades económicas y repare el molino con el fin de que se conserve como recuerdo eterno del amor a la justicia de Federico el Grande.
Aún se conserva el molino de Sans Souci, dentro del parque del castillo. Se le ha declarado monumento nacional como símbolo del derecho y recuerdo de un rey que jamás doblegó su voluntad ante hombre alguno pero que respetaba la justicia y se ha hecho proverbial en el mundo lo dicho por el molinero, cuando el Derecho se impone sobre la arbitrariedad: “Hay jueces en Berlín”.
MARCELO WHITE PUEYRREDON
(El Universal, 1901)
La anterior historia nos mueve a realizar algunas importantes reflexiones, a saber:
Letras Hipnóticas: «Hay jueces en Berlín» – Un Viaje Ético y Filosófico en el Poder Judicial
En el trasfondo de la historia del molinero Graevenitz y el rey Federico el Grande, emerge un fascinante relato que destila lecciones eternas sobre el poder, la moral y la fuerza del derecho. La frase «Hay jueces en Berlín» resuena a través de los siglos como un eco de la importancia del poder judicial en la preservación de la justicia y la moral en una sociedad.
En la encrucijada entre la voluntad absoluta del monarca y la resistencia del molinero, se vislumbra la figura del juez como un guardián ético. La negativa del molinero a ceder su propiedad, aun frente a las ofertas tentadoras del rey, ilustra el papel crucial del juez como defensor de la justicia por encima de la arbitrariedad del poder.
La historia revela que, incluso ante el pináculo del poder, el rey reconoció la fuerza moral del derecho. La magnanimidad de Federico el Grande al aceptar la decisión del molinero no fue una rendición, sino un reconocimiento de que el derecho y la justicia son más poderosos que la mera autoridad.
Este relato histórico, arrancado de las páginas de 1901, resuena en la contemporaneidad como un recordatorio de la importancia del equilibrio ético en el ejercicio del poder. En un contexto donde la figura del juez se enfrenta a dilemas éticos constantes, la lección persiste: el poder debe estar subyugado a la ley, la moral y la ética para preservar la integridad de la sociedad.
La figura del molino de Sans Souci, convertido en un monumento nacional, simboliza la resistencia del derecho frente a los embates del tiempo. La decisión de Federico Guillermo III de ayudar al descendiente del molinero, incluso un siglo después, refleja la responsabilidad ética de aquellos investidos con el poder.
En última instancia, «Hay jueces en Berlín» se erige como un recordatorio hipnótico de que el ejercicio del poder debe guiarse por la fuerza moral y ética, incluso cuando se tiene el poder para actuar de manera arbitraria. La historia del molino perdura como un faro ético en un mar de decisiones, recordándonos que, a pesar del poder, la justicia debe prevalecer.
Las bombas de los aliados destruyeron tanto el palacio como el molino, hoy las republica Alemana ha reconstruido el molino, mas no el palacio, por que el monumento nacional que enaltece a la justicia es el molino, y el palacio es símbolo de un imperio que se fue, y del que ya nadie quiere saber
Hay valores universales que sobreviven a dos grandes guerras, tres siglos y cientos de gobernantes, imperialistas, nacionalistas, etc, el molino con aspas o sin aspas, seguirá siendo símbolo de equidad y justicia.
Con admiración a Federico II, el Grande, en la medida del respeto que observó al poder judicial de su nación.
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Urdiales Zuazubiskar fundación de letras hipnóticas A.C.