
Rosarito, destino vanguardista y sustentable: Daniel Madariaga
Abanico
Siempre imaginamos la proyección profesional como una línea recta ascendente. Todo planificado, sin virajes ni sorpresas. Hoy encontramos que el paradigma modelo no existe.
A lo largo de la vida profesional encontraremos Zigzageos, recovecos, vuelvas, uno u otro retroceso….nada está definido.
En un entorno profesional marcado por la incertidumbre, el auge de la inteligencia artificial y el derrumbe de los modelos de carrera tradicionales, construir una trayectoria con sentido exige mucho más que talento. Trazar la ruta implica autoconocimiento, determinación y acción.
Se acabaron las rutas predefinidas. Ya no entras en una empresa a los 22 y sales jubilado a los 65. Ahora vivimos cambios constantes: nuevas profesiones, sectores que desaparecen, tecnologías que revolucionan todo… Ante esto debemos adoptar otra mentalidad.
Ya no se trata de planificar un camino recto, sino de aprender a moverse con soltura por un entorno cambiante, lleno de giros y decisiones. Implica autoliderazgo.
Es decir, dejar de mirar hacia fuera y empezar a mirar hacia dentro. Si antes la vocación era elegir lo conveniente, ahora es momento de replantear la vida que esperamos tener.
En este diseño, cuanto más avanza la tecnología, más valiosas se vuelven las competencias que solo los humanos podemos ofrecer como la empatía, creatividad genuina, sentido ético, intuición, liderazgo…todo lo que no puede replicar un algoritmo.
Entonces, lo que diferencia a un profesional de otro es su adaptación al cambio, pero también su capacidad de aprender y liderar…
Los conocimientos técnicos ya no son trascendentales. Lo que marcará la diferencia es nuestra capacidad de conectar, comunicar, tomar decisiones complejas con criterio humano. Por eso no se debe competir con la máquina en lo que hace mejor. Se debe desarrollar todo que te hace único como ser humano. En la era de la IA, uno determina su propósito, el para qué e incluso autogestionar el liderazgo.
El nuevo liderazgo es más humano, implica hacerlo desde la autenticidad, cercanía e inspiración. Hoy, un buen líder no es quien da órdenes, sino quien genera contextos de confianza, impulsa la autonomía y da sentido al trabajo colectivo.
Las nuevas generaciones no siguen jerarquías, siguen ejemplos. Y eso exige un tipo de liderazgo mucho más consciente.
Ahora, tener un propósito no garantiza el éxito inmediato, pero sí que las decisiones tengan sentido. Aunque alguien acumule muchos títulos y experiencia, debe saber para qué hace lo que hace. Debe crearse una herramienta de dirección
Decidir no es elegir lo perfecto, sino lo alineado contigo en ese momento. En mis formaciones suelo trabajar mucho el concepto de “acción coherente”: da un paso, pequeño si hace falta, pero que te acerque a quien quieres ser. No necesitas saber toda la ruta para avanzar. Requieres claridad en el próximo metro y valentía para recorrerlo. Sólo eso.