Angustia en Palacio por los narcojuicios en Nueva York
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo de 2019.- La violencia fue el signo de esta semana en México. Seguramente llevamos así meses, años, en todo el territorio nacional se han vuelto común las manchas de sangre, las historias de terror, ahora tocó a la ciudad de la eterna primavera.
En plena plaza central, uno de los sitios más públicos, rozando las diez de la mañana los disparos de un arma de fuego rompen el bullicio, la tranquilidad y de paso el sentido de seguridad que todavía nos queda.
La noticia corre expansivamente por las redes sociales, dos muertos más, las muchas declaraciones le siguen, un exárbitro profesional en funciones ahora de titular de la Secretaría de Desarrollo Social de Morelos da entrevistas a medios nacionales, el gobernador, otrora genio y figura de las canchas de futbol con lenguaje básico igual que sus formas, dice ya basta, pero integrantes de su propia fórmula le exigen desde el Senado que se ponga a trabajar.
Los días previos se habló de otros muertos, uno provocado en defensa propia por el escolta de un famoso periodista, pero hay otros horrores que no llegan a los medios de comunicación, que se quedan en el ostracismo a veces para siempre, o sólo que una luz los ilumine.
Como el de los restos hallados en las fosas clandestinas, en Nayarit van cuatro en este 2019 y son seis cuerpos hallados en las últimas dos, que se suman a los 22 de las dos de principios de abril, pero tras la cifra hubo un nombre, hay una familia, una historia, un recuerdo que todavía vive.
Como el que nos narra magistralmente Lydiette Carrión en su libro La fosa de agua, desapariciones y feminicidios en el Río de los Remedios, esa zona limítrofe entre la Ciudad de México y el Edomex que se ha vuelto un mapa de secuestros, asesinatos, fechorías, y que sin embargo parece ya no alarmar a nadie.
La voz que les brinda la periodista a las familias y por ende a las víctimas es una que pide ayuda y exige respeto, similar a los que en varias zonas del país: Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Durango, Nayarit, piden los colectivos con familiares desaparecidos que con sus propias manos cavan en la tierra para meter una varilla y con el olfato saber si allí hay algún indicio que les señale cavar o seguir su camino.
Las muchas historias de nuestro México merecen más que el debate estéril en las redes sociales sobre chairos y fifís, y por supuesto, mucho más que marchas y conferencias mañaneras. Es un reto el que esta realidad empiece a tener otro color, y es un reto que pide a todos participar.
Lo que se conoce como narrativa de nuestros días es precisamente de lo que hablamos y si estamos solamente peleando y señalando diferencias, eso es lo que obtendremos a cambio.
@rvargaspasaye
Fuente: SentidOComún