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Periodismo Trascendente:
A tan solo unas cuantas horas de que todos, invariablemente, o la inmensa mayoría de nosotros, en mayor o menor medida, celebraremos con inusitada alegría, dedicación, entusiasmo y amor a todas las madres del mundo, pero muy especialmente a la nuestra, con motivo del día dedicado a ellas, nos adelantamos un poco a la celebración y ojalá y que no pase desapercibida para nadie.
Y menos, cuando concebimos que el festejo para nuestras madres, a esa bendita maternidad que nos dio la oportunidad de nacer y crecer, debería de prolongarse por siempre y para siempre, con festejos permanentes e ininterrumpidos, durante todos y cada uno de los 365 días del año y por toda la vida, es mucho más grande la fiesta y la algarabía.
Sin estar de acuerdo en limitar la celebración, o el festejo, a tan solo 24 horas, o menos, que pasan rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos, lo menos que podemos hacer, es sumarnos al festejo del día dedicado a nuestras madres, a esos seres humanos tan queridos y tan abnegados, que dan todo, incluida la vida misma, por todos sus hijos, o por cualquiera de ellos.
Nuestras madres, en unas cuantas horas más, estarán de fiesta, llenas de felicidad, no tanto porque se sientan merecedoras de nuestras atenciones, por su modestia inherente a su condición de madres, sino porque independientemente que para ellas son primero sus hijos, después sus hijos y siempre sus hijos, ellas, invariablemente, se quedan siempre y en todo al último, cuando deberían de ser siempre primero ellas, porque nada, ni nadie, nos ha dado tanto, como ellas. La vida, nada más para empezar.
En cierta forma, también ellas, esperan con la prudencia que las caracteriza, el 10 de mayo, día consagrado a las madres, porque independientemente de que primero y siempre piensan en su madre, antes que en ellas, esperan la oportunidad de reunirse con sus hijos, de verlos, o por lo menos saber de ellos.
Y qué mejor, si tenemos la oportunidad, como hijos, de darles un poco de lo mucho que les debemos con muestras de amor y de agradecimiento, porque no solamente nos concibieron y nos llevaron en el vientre materno durante nueve meses, sino que también, con esfuerzo, dedicación y hasta sacrificio, nos forjaron, paso a paso, y a través de las diferentes etapas de nuestra existencia, para enfrentar los retos de la vida.
Mucho mejor todavía, si nuestras madres reciben de nosotros, sus hijos, una muestra de amor, por insignificante que parezca, porque se sentirán halagadas, ya que así como entregan todo a cambio de nada, cuando reciben algo, sobre todo afectivamente, y por insignificante que parezca, de quienes son parte importante e imprescindible para la vida de ellas, como son sus hijas e hijos, que son el alma entera.
Para quienes tienen la dicha de tener con vida a su señora madre, no se pierdan la oportunidad de festejarlas, de hacerlas inmensamente felices, con lo que más les guste y las haga sentir importantes, como lo que son, o por lo menos, haciéndose presentes frente a ellas, porque eso las hará sentirse mejor todavía y más de lo que se imaginan.
Y para quienes, materialmente, ya no podemos disfrutar físicamente de la presencia de nuestras madres y darles aunque sea una pequeña muestra de nuestro amor, como hubiéramos deseado hacerlo siempre, elevemos una oración a Dios y pidamos por el eterno descanso de su alma.
Vaya pues, desde este modesto, pero grandioso espacio informativo y formativo de opinion pública, nuestro eterno reconocimiento y gratitud a las autoras de nuestras vidas, porque sin ellas, simplemente no estaríamos aquí, interactuando con ustedes.
¡Bendita sea la maternidad de las mujeres, que como tu madre y la mía, la de él y la de ustedes y la de todos nosotros, nos dieron la oportunidad de cumplir con nuestro ciclo de vida, de nacer, crecer, reproducirnos y de estar aquí entre ustedes!
¡Bendita maternidad!.
¡Bendita sea por siempre!.