
Periodistas del New York Times podrán utilizar IA de forma legal
Los asesinatos de tres periodistas por razones de su oficio en un periodo de dos semanas en este mes han despertado indignación generalizada dentro y fuera de México, que es el país más peligroso para el oficio que sustenta a la libertad de expresión. El 10 de enero, en Veracruz, fue ultimado José Luis Gamboa Arenas. El pasado domingo, en Tijuana, fue ejecutada Lourdes Maldonado. Cinco días antes, en la misma ciudad, Margarito Martínez. El enojo aumenta porque en marzo 26 de 2019, en la mañanera del presidente López Obrador, Lourdes le manifestó el temor por su vida. Ella enfrentaba un litigio laboral contra una empresa del ahora ex gobernador Jaime Bonilla, disputa que ganó días antes de su artero asesinato.
Como suele suceder en los temas incómodos para el Presidente, su respuesta fue condenar al pasado neoliberal como la causa profunda de las desgracias de México, sin advertir la gravedad de la situación. Tres asesinatos de periodistas en entidades gobernadas por su propio partido; un comprometedor señalamiento hacia un ex gobernador muy próximo a él, y una denuncia y demanda de protección dirigida a él y en su propio espacio. Pronto enmendó. La reacción fue tardía e insuficiente.