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CIUDAD DE MÉXICO, 2 de febrero de 2020.- El Nobel Albert Camus reconoció la grandeza que se expresa en el ser humano, cuando se produce un desastre. Quien cumplió 60 años de haber fallecido el pasado cuatro de enero, lo hizo después de publicar su famosa obra pandémica, La peste (Gallimard 1947). En México esa grandeza la hemos vivido muchas veces en terribles momentos de nuestras vidas, como en los sismos de septiembre de 1985 y más recientemente en los de septiembre de 2017. Hay una sublimación que impele a dar y a ayudar a los demás, incluso a costa de la propia seguridad. Esa reacción se observa cuando alguien se está ahogando o atraviesa por una situación de inminente emergencia. Clásicas son las situaciones de padres, hermanos y otros familiares que se lanzan a salvar a los suyos sin importar las consecuencias. Pero eso podría considerarse normal de cierta manera. Lo extraordinario reside en la reacción de desconocidos. Pese a ello, en el caso actual del coronavirus se ha manifestado el racismo hacia China de parte de los países poderosos -y países pobres que se suman por precaución -, sobre todo de Estados Unidos. Esos dos efectos contradictorios, solidaridad y desprecio, se deben haber visto en las miles de epidemias y pandemias que han asolado a la humanidad, la peste negra o bubónica, la viruela, el cólera, el escorbuto, la fiebre amarilla, el Sida como epidemia. Es famosa en la historia la peste negra que afectó por miles a Atenas durante la guerra del Peloponeso. Pericles el que rescató la democracia, murió en una pandemia. En México hubo una que arrasó en 1918 y la pandemia de 2009 de la llamada Influenza (H1N1) en la que murieron 122 personas de más de 5 mil casos detectados.
Dudas sobre el coronavirus y alerta necesaria; solidaridad ante todo
Que en países como Alemania y otros, hayan surgido casos de coronavirus sin que los afectados hayan estado en China, genera dudas. Para los profanos puede significar que el virus es endémico en algunas regiones y se expresa como el sarampión, el paludismo, la polio, etcétera, periódicamente. El tipo de coronavirus de otros tiempos, hace pensar lo anterior. También la circunstancia de que en China con una población de más de 1,386 miles de millones de habitantes, la enfermedad haya afectado a casi 12 mil personas hasta el momento, puede evidenciar que si bien se trata de casos que hay que tomar en cuenta, no representan un alto porcentaje. En la influenza que asoló a México en 2009, recientemente hubo declaraciones que sostienen que jamás se dio una pandemia, quizá una epidemia. Sin embargo en el caso del virus actual la OMS tomó la decisión de generar el alerta para advertir a todos los países de la presencia del virus basada además en los casos mencionados arriba, de países que no tienen ni han tenido últimamente relación cercana con China. En ésta, los casos se habían elevado a principios de febrero, a trece mil 700, con 304 muertes.
Pese a los avances y a los esfuerzos, no se tiene el control de nada
Albert Camus, premio Nobel 1957 nacido en Argelia, murió en un accidente en 1960, confirmando con ello una de las frases que emitió después de haber escrito La peste (Editorial Debolsillo): el ser humano no tiene control de nada. Con esa frase ratificó su posición agnóstica con la que llama a dar importancia y valor sobre todas las cosas, a la propia vida. Contra religiones, ideologías, costumbres, etcétera. Es algo que finalmente está asumiendo la OMS al hacer el llamado de alerta: hay que cuidar la vida. La peste es uno de los clásicos sobre pandemias, un libro extraordinario con cuyo argumento se actualiza en el siglo veinte lo sucedido en 1849 en Orán, donde sitúa su historia. Esta se centra en el médico también extraordinario Bernard Rieux, en una ciudad que se enfrenta al peligroso cólera, a las muertes masivas, entre ellas la de su esposa, en medio de la sorpresa, el desaliento, la incredulidad y oposición de algunos, en circunstancias en las que predomina no obstante, la solidaridad. Esa es la intención principal de la obra, destacar la grandeza del ser humano cuando ésta es requerida. Hombre de izquierda sin estar adherido a ningún partido o grupo, Camus fue un ser comprometido y lo expresó en sus innumerables obras las que lo llevaron al Premio Nobel cuando solo tenía 36 años. La caída, El extranjero, Calígula, El exilio y el reino, El hombre rebelde, son solo unos ejemplos, varios llevados al cine. La peste se convirtió en la obra digna de ser leída en momentos en que la humanidad .-como sucede ahora-, atraviesa el terrible drama de no saber cual será su inmediato destino. Y la que le hizo reconocer a Camus, a partir de una profundidad filosófica, que “En el humano hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.