Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de agosto de 2020.- La captura de José Antonio Yépez El Marro, jefe del autodenominado Cártel de Santa Rosa de Lima dedicado al robo de combustible, no deja de ser importante, pero en los hechos reales no modifica el mapa del crimen organizado mexicano. Y en los hechos objetivos, su arresto beneficia al Cártel Jalisco Nueva Generación que busca asentarse en la zona centro de la república.
En este sentido, la aparición formal de El Marro apenas en 2017 dio rostro a las bandas de robo de combustible conocidas como huachicoleras. Su irrupción en Puebla, Ciudad de México y Guanajuato se supo por los graves estallamientos de tuberías picadas para robar gasolinas y revenderlas en el mercado legal. Su expansión a los delitos de extorsión y secuestros fueron colaterales, sin demasiada intensidad y sólo para aumentar ingresos.
La figura personal de El Marro fue dinamizada por los medios, luego de algunas acciones espectaculares en carros-bomba y en amenazas en video contra autoridades. Su consolidación pudo lograrse en Guanajuato por el poder económico para comprar autoridades políticas y policías municipales y estatales.
Un cártel tiene una doble noción: de manera estricta es una alianza entre productores y comercializadores de un bien para tener el control del mercado de producción y de precios; en el lenguaje judicial, es una estructura con poder armado que busca asentarse en zonas territoriales de la soberanía del Estado y busca capturar al Estado o desplazarlo para asumir sus funciones reguladoras. En este sentido, el grupo de El Marro no pudo cumplir con estas características, debido sobre todo a su perfil limitado en lo estratégico, a su falta de inteligencia criminal y a su simple objetivo de hacer dinero con actividades delictivas.
El llamado Cártel de Santa Rosa de Lima careció de expertos en manejos de recursos, de operadores políticos y de objetivos de poder territorial. La incultura y el carácter salvaje de El Marro limitaron su papel como organización delictiva. Algunas áreas del manejo de recursos fueron asumidas por familiares, pero sin tener experiencia. Su capacidad para construir un poder armado fue limitada. Y en los hechos, su guerra personal contra El Mencho y el CJNG sólo lo desgastó en una guerra sin estrategias ni cuadros profesionales.
La carrera de El Marro comenzó en 2010, saltó a banda en 2004 y ya como cártel en 2017. Como persona es vulgar, cruel, carece de intuición criminal, no vacila en asesinar o mandar matar y es profundamente desconfiado. Su estructura familiar evitó que pudiera consolidarse y expandirse más allá de su zona guanajuatense. Sus hombres y mujeres de confianza comparten incultura, criminalidad y obediencia, sin que tengan capacidad e iniciativa para construir una verdadera organización criminal.
La estructura del crimen organizado que preocupa va mucho más allá de El Marro, involucra a grupos como el de El Chapo, el CJNG y las bandas instaladas en Ciudad de México para la venta de drogas, el cobro de derecho de piso, las extorsiones y los secuestros. A ellos se han agregado grupos dedicados al asesinato como sicarios alquilados.
La captura de El Marro es buena noticia, pero parece haber sido ajena a una estrategia integral de desmantelamiento de sociedades delictivas.
Ley de la Omertá
Ahora lo que viene es la reconquista social, política e institucional de la zona de influencia del grupo de El Marro. Ante un largo periodo de falta de recursos y apoyos, las sociedades de los municipios aledaños a la zona de Santa Rosa de Lima fueron contaminados con la violencia, el crimen y las actividades delictivas. Con habilidad, El Marro desparramó dinero a las sociedades para comprar protección, pero con ello distorsionó las relaciones sociales y económicas de la zona.
El Estado ha fallado en recuperar áreas territoriales quitadas a las bandas delictivas o grupos de narcos. El problema es de fondo, de proyectos de inversión y de sensibilidad, pero sobre todo de falta de un proyecto de Estado para restaurar el tejido social y reinstalar los sectores vigilantes de la estabilidad. En el lenguaje del viejo régimen se les llamaba “fuerzas vivas” a los liderazgos sociales en zonas rurales, a veces eficientes, aunque en la mayoría de las ocasiones convertidas en cacicazgos o autoridades informales de dominación social. Los partidos políticos en esas zonas ayudaban a equilibrar poderes.
El retiro de las políticas agropecuarias dejó zonas rurales en el abandono. La llegada de narcos fue facilitada también por el repliegue de las fuerzas de seguridad. Las bandas delictivas tomaron el control total de áreas rurales y ahora va a ser difícil que el Estado pueda, sin recursos ni voluntades, consolidar su presencia.
Zona Zero
• El arresto de El Marro no ofrece garantías de que la violencia delictiva disminuya en Guanajuato, por hoy el estado con mayor incidencia asociada al crimen organizado. El grupo de El Marro operaba en la zona centro del estado, Pero Guanajuato es zona de trasiego de otros cárteles.
• El Cártel Jalisco Nueva Generación sale beneficiado con el arresto de El Marro porque tiene facilidades para su expansión. Pero se han advertido ya presencias en la zona del cártel de El Chapo. Y como es natural, el descabezamiento de algún grupo delictivo libera sin control a otros jefes medios y bajos y a las bases que poco saben de organización y entonces los delitos inmediatos que crecen son los secuestros, las extorsiones y los cobros ilegales.
• Un escudo de inteligencia y seguridad se ha establecido en Ciudad de México para detectar presencias de miembros del CJNG a partir de las denuncias reiteradas del secretario de Seguridad de Ciudad de México, Omar García Harfuch, de su intento de asesinato. Los detenidos no han aportado ninguna pista sobre la autoría del atentado.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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@carlosramirezh