Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de junio de 2021.- La visita de seis y media horas de la vicepresidenta Kamala Harris a México el martes 8 de junio fue suficiente para replantear las relaciones bilaterales en los espacios políticos de la administración Biden. Pero no hubo buenas noticias. Al final, el viejo modelo imperial de imposición de criterios, políticas y estrategias de Washington volvió a manifestarse ahora con mayor intensidad en el gobierno demócrata actual. Sin embargo, los primeros indicios han mostrado una respuesta nacionalista de instituciones de gobierno de México que lograron cuando menos enfriar los ánimos imperiales de la Casa Blanca.
La visita de la vicepresidenta Harris fue considerada o acreditada como visita oficial no en el protocolo de visita de Estado. Sin embargo, aún en una visita oficial existen mecanismos, fórmulas y protocolos que deben cumplirse para un cruce equilibrado de agendas de intereses entre los dos países. No obstante, los datos que se tienen indican que EE. UU. simplemente no tomó en cuenta ninguno de los puntos sugeridos por el gobierno de México y al final quedó no en una visita oficial sino en lo que pudiera considerarse una visita de supervisión de intereses unilaterales por parte de Estados Unidos.
Lo malo de todo fue que en la agenda estadounidense existen temas que requieren no solamente de la cooperación mexicana sino de un involucramiento directo institucional y sobre todo coordinado. En materia de migración, por ejemplo, el presidente Donald Trump tuvo que entender a base de desencuentros que México tiene capacidad cooperativa y llega a acuerdos que salvaguarden los intereses mexicanos en la zona fronteriza no solamente de México con EU sino de México en su zona sur como puerta de entrada a lo que sería Sudamérica y Centroamérica. Ahora, sin embargo, el gobierno de Biden simplemente definió su agenda y vino a imponérsela a México sin ninguna negociación diplomática.
Los cuatro temas fundamentales de la relación bilateral quedaron definidos en función de los intereses estadounidenses. La parte mexicana simplemente se dedicó a escuchar las propuestas estadounidenses, sin entregar a cambio ningún compromiso de cooperación o de interrelación. Los temas de narcotráfico, frontera, tratado de Comercio y Centroamérica no encontraron acuerdos bilaterales, dejando a México la capacidad de decidir por su cuenta sin tener ningún entendimiento con la Casa Blanca.
El único indicio importante de carácter estratégico que dejó la visita de la vicepresidenta Harris fue la reorganización del poder político en la Casa Blanca. En documentos oficiales hay la referencia a la administración Biden-Harris, un hecho que no se había dado en gobiernos anteriores porque el cargo de vicepresidente es honorario y solamente tiene una función política: decidir con su voto un desempate en votaciones en el Senado. Fuera de ello, la función de la vicepresidencia es simplemente de expectativas y de cobertura para no crear una crisis de mando constitucional en caso de que algo le ocurra al presidente de Estados Unidos.
En el caso de la vicepresidenta Harris llama la atención el hecho de que ella ha tenido un activismo inducido de manera directa por el presidente Biden como una forma de comenzar a dejar indicios de cómo estaría el problema sucesorio en caso de que algo le ocurra al presidente por su edad de 78 años y ya cierta falta de capacidad y dinamismo para ejercer el poder. En los hechos estamos frente a un poder presidencial estadounidense bicéfalo y sobre todo dos capacidades de decisión, aunque la vicepresidenta Harris ha sido muy clara en subordinar todas sus decisiones y todo su funcionamiento a las instrucciones que recibe de manera directa del presidente.
En cuanto a la agenda mexicana poco hubo de avance. EE. UU. buscaba la restauración de los acuerdos de cooperación en materia de narcotráfico que el presidente López Obrador había suspendido con la anulación en los hechos de la Iniciativa Mérida y con las nuevas instrucciones incluidas en la ley de seguridad nacional para que no exista ningún operativo clandestino de agencias estadunidenses en México y que todos los agentes y sobre todo sus operaciones sean registrados ante las autoridades y a la vez lleven también cierto tipo de beneficios para México en materia de aportación de tecnología e inteligencia.
Por la prioridad estratégica EE. UU. tiene mayor interés en los temas de narcotráfico, inestabilidad en la frontera y protestas por violaciones a la inversión privada en el tratado y México en cambio ha marcado su propio camino con prioridades nacionales. El desacuerdo más importante radica en que México ha disminuido la persecución de capos y de cárteles en tanto que EE. UU. está exigiendo que México aumente su guerra de seguridad contra el crimen organizado, porque el comercio y el tráfico de drogas en el interior de Estados Unidos está controlado por representantes de los siete más importantes cárteles mexicanos. Es decir, que el narco mexicano ya se infiltró en la vida cotidiana de Estados Unidos y no hay ningún acuerdo de entendimiento con México para frenar ese proceso
En este sentido, la visita de la vicepresidenta Harris puede considerarse como un fracaso para la política exterior de Estados Unidos, para su estrategia bilateral y sobre todo para su seguridad nacional porque no se encontró un ambiente de entendimiento con México y con el gobierno del presidente López Obrador para llegar a acuerdos conjuntos bilaterales. El problema de fondo radicó en el modelo unilateral de EE. UU. de fijar su visita, diseñar su agenda y excluir cuando menos una negociación previa con el Gobierno mexicano.
Mientras la vicepresidenta Harris se enredaba en la incomprensión de los estilos mexicanos y del estilo personal del presidente López Obrador para llegar alguna especie de acuerdos, el presidente Biden dedicaba su principal atención estratégica al grupo de los 7 países más ricos del mundo que tiene en sus manos la reactivación económica y a la reorganización de la OTAN como organismo militar de contención de los adversarios tradicionales Rusia y China.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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@carlosramirezh