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Las activistas y defensoras de derechos humanos solemos pedir justicia por víctimas que usualmente son mujeres adultas, adolescentes o niñas. Pero ¿cómo pedir justicia cuando la víctima es una bebé de 15 meses, que aún no habla?
El caso de Catalina es terrible, pero lamentablemente no es el único. Niñas y niños de todas las edades son utilizados como moneda de cambio por padres violentadores que les usan para lastimar a sus madres, quienes son las verdaderas destinatarias del odio, rencor, enojo o frustración que estos sujetos narcisistas sienten y que manifiestan a través de lo que hoy ya sabemos que se llama violencia vicaria, aunque en Veracruz aún no esté tipificado.
La madre de Catalina es Karen, una duranguense que conoció a Mauricio, un abogado hijo de una familia reconocida de Veracruz, con quien sostuvo un breve romance que concluyó a los pocos meses ante la evidencia de una grave celotipia y violencia. Pero ya para entonces ella estaba embarazada.
Circunstancias de dificultad en la familia paterna que son de dominio público motivaron que Karen se condoliera de ellos y tuviera el gesto de traer a la niña desde a Veracruz en septiembre, para pasar unos días al lado de sus abuelos y padre, lo que detonó el infierno en el que viven desde hace casi cuatro meses, hasta el día de hoy.
Mauricio, la corrió de casa de sus padres, quitándole a la niña para quedarse con ella, lo que provocó que Karen le denunciara por sustracción de menor y violencia, denuncia que fue recibida por la Fiscalía General del Estado, pero que no tuvo ningún seguimiento.
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