Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de marzo de 2019.- Los negros pronósticos acerca de la vaquita marina, hacen olvidar las miles de especies que están en peligro de extinción, casi todas por la mano del hombre.
Una de las causas es la deforestación para traficar maderas, o construir centros habitacionales. Pero hay casos que se discuten poco y que tienden a subir peligrosamente en el país como sucede en otros; la pesca furtiva, que ha minado a la vaquita y la caza furtiva, en muchos casos por encargo y en otros por el simple deseo de matar.
El jaguar es un ejemplo, especie considerada la de mayor tamaño en América, la tercera en el mundo, que en el censo del 2010 arrojaba 4 mil ejemplares, pero cuyo número -no cuantificado desde entonces-, se ignora.
El cazador furtivo abunda desde Tamaulipas hasta Yucatán estados, entre otros, en los que esa especie tiene su habitat, y en la que se ensañan los furtivos. Solo en estos días, una jaguar hembra que fue arrollada al escapar hacia la carretera, en Tulum, tenía en el cuerpo doce perdigones de cazadores furtivos.
El caso del becerro cimarrón en serranías de Baja California, Sonora y otros estados del norte se denuncia porque es una especie en peligro por las sequías y la falta de vegetación adecuada.
Lo curioso es que su caza se da por permisos oficiales, muchas veces a grupos extranjeros que vienen a cazar a México y cuyos cintillos o permisos de caza , suelen costar hasta 40 mil dólares según se ha publicado y con eso se produce un contrasentido: esa inversión les sirve a los agricultores y ejidatarios y se da el caso de que la muerte de animales favorece la economía agrícola. Absurdo.
La pregunta que se hace es que si hay caza ilegal, furtiva, ¿en que se basa la legal?, ¿tal vez en el viejo alegato del control natural de las especies? Que no queda claro.
ANTE LA DEPREDACIÓN, LA NATURALEZA DEFIENDE A SUS ESPECIES
De un tiempo acá, muchas elefantas han dejado de exhibir colmillos y se presume que con el paso de los años, al tener descendencia, ésta podría mostrar el mismo resultado. No se sabe que efecto causará en la vida de esos animales la falta de colmillos, aunque ya se mencionan teorías vinculadas a su forma de alimentación.
En Sudáfrica, donde hay 174 elefantas en el parque nacional ADDO, 98 por ciento de las hembras no tiene colmillos. Se ha mencionado el fenómeno como un mecanismo de defensa de la naturaleza, porque las miles de muertes de elefantes se deben a la extracción de sus colmillos.
Hay datos que sostienen que la guerra civil de Mozanbique, que fue larga, se financió con la venta de colmillos de marfil, ¿se imaginan el número de elefantes muertos? Infame.
Hay varias teorías científicas para argumentar la falta de colmillos, el entorno, la descendencia de elefantes a los que les habían quitado los colmillos, son unas, pero no se conoce una central.
Los organismos protectores como Greenpeace, tratan en todo caso, de sustituir a la naturaleza y ofrecen mecanismos y soluciones, como en el caso de la vaquita marina en el que proponen mallas especiales para separar la pesca de la totoaba, que es la causa de la depredación de aquella especie. Actualmente, al pescarla para fines de encargo japonés que está altamente cotizado, matan al cetáceo que va incorporado en las redes.
Las propuestas llevan incluida la demanda a los gobiernos de controlar más la pesca ilegal y prohibir la pesca de totoaba. Hasta Leonardo di Caprio ha financiado un filme, Sea of Ghosts, para ofrecer soluciones. En tanto, la vaquita está llegando a su fin.
EL ELEFANTE QUE NO TENÍA COLMILLOS
Mientras se encuentra la causa real por la que algunos elefantes no tienen colmillos, he aquí el caso de un elefante cuya falta de colmillos si tiene una explicación. Les presento este pequeño relato dedicado a una niña, Hannah, en su cumpleaños:
Este era un elefante orejón y con una gran trompa como todos los elefantes, pero que a diferencia de los demás, no tenía colmillos. La explicación que daban algunos elefantes doctores, es que no había consumido suficiente calcio cuando estaba muy chiquito.
Los colmillos de los elefantes son de un material muy duro, bonito y muy apreciado que se llama marfil y necesita nutrientes especiales para formarse. Este elefante no había querido comer esos nutrientes porque le gustaban los dulces, los pastelillos que le daban los niños y las aguas gaseosas que solo tienen azúcar. Lloroso, miraba con tristeza los largos colmillos que tenían sus hermanos y el brillo blanco azuloso cuando levantaban sus trompas para conversar entre ellos.
El era el único molacho. Pero un día empezó a recapacitar en su desgracia y aconsejado por elefantes doctores, descubrió que su problema aún se podía corregir. Pidió a su mamá hierbas, antioxidantes, fruta y granos de todo tipo, cacahuates, muchos cacahuates, frijoles y agua clara.
Y se puso a esperar con paciencia. Y una mañana, cuando el sol reflejaba en la tierra los mismos colores que despedían los colmillos de marfil, se miró en el espejo y ¡oh sorpresa!, descubrió en sus encías unos colmillos nacientes que le devolvían pequeños destellos de luz blanca y azulosa. Unos meses después, los suyos eran los colmillos más largos y bonitos, de aquella tierra donde moran los elefantes. (TG, 2014).