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OAXACA, Oax. 15 de abril del 2019.- Para la comunidad católica, el domingo de ramos se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y en Juchitán, es el día en el que igual se ríe, se canta y se llora a los muertos.
Desde temprano, las familias zapotecas acuden al panteón a adornar las tumbas de sus difuntos. Colocan flores de todo tipo, veladoras, una fotografía y hasta platillos típicos y bebidas, que en vida degustó el difunto.
Entre las tumbas, en el pasillo de la entrada principal, decenas de comerciantes expenden desde el tamal de iguana, las regañadas que son buñuelos crujientes que se elaboran en juchitán, aguas frescas y dulces típicos.
El domingo de ramos en Juchitán es una celebración ancestral y se convierte en un encuentro entre vivos y muertos. Surgió en la colonización española, ya que los misioneros católicos no lograron desaparecer en su totalidad la concepción religiosa de los pueblos originarios y se vieron obligados a tolerar dentro de los rituales cristianos, parte de los ritos y costumbres de los naturales.
El domingo de ramos congrega a miles en el panteón de Juchitán y conserva un singular sincretismo religioso.