Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de octubre de 2018.- La crisis de migrantes en México la semana pasada –alrededor de cinco mil cruzaron con violencia la frontera por encima de la endeble barrera policiaca– no es nueva, era esperada y quizá se adelantó.
Ahora fueron hondureños, pero otros seis países están pasando por un nuevo ciclo de crisis económica, sobre todo por las restricciones del crecimiento y bienestar debido a las políticas monetaristas de sacrificar ingresos como mecanismo de control de demanda.
La pequeña zona de Centroamérica –Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá– fue caracterizada en los setenta por Henry Kissinger como países “no viables” y en este año el presidente Trump se refirió a ElSalvador –junto con países africanos y Haití– como “shithole”, que podría traducirse como un hoyo de desechos humanos.
A pesar de su tamaño físico y su bajo y sobre todo desigual nivel de desarrollo en cada país y uno con otros, Centroamérica ha sido un dolor político de cabeza de la Casa Blanca: excepto Belice, las otras seis naciones consolidaron en los ochenta conflictos de lucha ideológica guerrilla apoyadas por la Cuba de Castro; de todos, Panamá tiene una posición estratégica por el Canal que era propiedad de Washington y que el presidente Carter se los entregó al pueblo panameño y por ser sede de la Escuela de las Américas de Washington para entrenar a militares latinoamericanas en técnicas de espionaje y tortura.
Honduras tenía una posición estratégica en el mapa militar de los EE. UU. A finales de los setenta, el embajador estadunidense en Honduras fue el espía John Dimitri Negroponte, quien instaló un cuartel estadunidense del Pentágono para labores de espionaje y convirtió a ese pequeño país, en palabras del latinoamericanólogo progresista Gregorio Selser, en “el portaviones terrestre US Honduras” en el periodo 1980-1984.
La zona de tensión guerrillera procubana abarcaba a El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá. Nicaragua atravesó por una guerra de guerrillas 1970-1979 que culminó con el derrocamiento del presidente pro estadunidense Anastasio SomozaDebayle, de quien el presidente Franklin Roosevelt dijo; “puede que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Eran los tiempos de América, del Suchiate a la Patagonia, como “el patio trasero” de los EE. UU. y un grupo de “repúblicas bananeras” porque eran gobernadas por políticos impuestos por las principales empresas estadunidense que explotaban los recursos naturales sin dejar riqueza local.
Hoy, algunas han andado el camino del capitalismo local y sólo Nicaragua funciona como un “imperio socialista” con un gobernante que se va a reelegir hasta su muerte y heredar el poder a su esposa, todo en nombre del socialismo a la cubana.
La crisis social centroamericana no tiene que ver con su capacidad de crecimiento, sino con las estructuras de apropiación privada de la riqueza.
Por ejemplo, un dato vinculado a la crisis actual de migrantes hondureños: el PIB promedio de Centroamérica en lo que va de este año es de 3.6%. México, en cambio, aparece como el paraíso económico social simbólico, porque sus cifras no alcanzan: PIB promedio en los últimos cinco años de 2%, 80% de mexicanos con una a cinco carencias sociales y con una tasa de empleo informal –trabajadores sin protecciones sociales– de 57%.
Ante la crisis de los cinco mil migrantes estacionados en la frontera de Guatemala con México –más los que se sumen en estos días–, el presidente Peña Nieto condicionó visas y permisos de trabajo en función de caso por caso, en tanto que el presiente electo que asumirá el poder en cuarenta días ya dijo que habrá visas y empleos para todos. La tasa real de desempleo, subempleo y empleo en la informalidad de México es casi el doble de la de Honduras. Pero el problema no es México, sino que Trump amenazó con militarizar su frontera y desechar el tratado si México no detenía, contenía e impedía el cruce de migrantes.
El problema de los migrantes hondureños no es de México porque México aparece sólo como el territorio a cruzar para llegar a los EE. UU. Y ahí sí hay un problema: los asilos humanitarios tienen que ver con vidas en riesgo por amenazas criminales o situaciones de hambruna.
En cambio, los hondureños quieren cruzar México para meterse de manera legal o ilegal en los EE. UU. en busca del paraíso del dólar, aunque sin entender que la situación social de los migrantes ilegales o legales en empleos bajos es igual en explotación y condiciones de vida, con el atractivo de cobrar en dólares. Cada año los mexicanos en los EE. UU. remiten a sus familias más de 25 mil millones de dólares.
La crisis que se viene para México será de aglomeración de 50 mil centroamericanos en los últimos años que no logran cruzar la frontera y se quedan en las zonas de informalidad y criminalidad. Los empleos formales mexicanos exigen capacidad, educación y experiencia y los que vienen carecen de ellas.
Por tanto, están creándose en México campos de refugiados o bandas delincuenciales de centroamericanos. Y a ellos se agregan los venezolanos que huyen de Maduro y ya controlan tráfico de drogas, prostitución y asaltos a casas.
Las políticas de asilo fueron creadas para situaciones excepcionales, casi siempre políticas. Ahora, en cambio, se trata de una migración social impulsada por falta de empleos y bienestar en sus países. Y si bien los centroamericanos tienen los EE. UU. destino final, ya se están conformando con quedarse con la visa y el empleo prometido por López Obrador. Sin embargo, la violencia social exhibida en la frontera al enfrentarse los hondureños contra la policía que estaba regulando caso por caso adelantó un poco el carácter impositivo de los demandantes.
Lo peor de todo es que la crisis de migrantes centroamericanos en México apenas comienza.
@carlosramirezh