Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de diciembre de 2017.- La elección del primero de julio de 2018, que invertirá parte de nuestro presupuesto en campañas y dará chamba a 3 mil 326 funcionarios y legisladores, ¿dejará algo para las necesidades más urgentes? ¿El mantenimiento de las universidades públicas, por ejemplo? ¿Cuantos chapulines y camaleones se colarán en ese universo de miles?
Los que viven del presupuesto lo han incluido en sus vidas como parte de su propio cuerpo. Nos los imaginamos forcejeando para impedir que esa parte de su existencia les sea cercenada.
Son miles los que han dedicado su vida a disfrutar de los fondos públicos y algunos llegan a juntar, como dice la voz popular, para cinco o seis generaciones. El precandidato del PRI, hijo de funcionario y legislador con problemas, vivió del erario desde chico, pero se nutre de ese erario por cuenta propia, desde 1991 y hay casos como los de Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Javier Corral, Federico Doring, Georgina Trujillo, entre decenas, que se deslizan de puesto en puesto como la cosa más natural. En el caso del primero, aguanta dentro de su partido, porque sueña con hacer de su hija la gobernadora de Sonora y reciclarse de nuevo en el presupuesto. A muchos, el partido por el que cobran no les importa, porque el presupuesto es el mismo, del pueblo de México.
Alejandra Barrales es una de las que se agarra con las uñas al dinero; le ha exigido dos veces el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que deje la dirección del PRD, pero ella se opone, se hace la sorda y será hasta el 9 de diciembre, previo quizá un nuevo extrañamiento, que la señora estará obligada a dejar el puesto. Al mismo tiempo cobra como senadora en la cámara respectiva.
Miguel Ángel Mancera ha hecho hasta lo imposible por mantenerse solvente pero se le está alejando el tren. Tanto él como Rafael Moreno Valle hacen piruetas para quedar bien y obtener al menos una ganancia. Es tan placentero vivir del dinero ajeno, que en su momento Carlos Salinas de Gortari que se nutrió en estudios y juventud del dinero que atesoró su padre de nuestro presupuesto, sostuvo que todavía el PRI estaría en el poder 25 años. Con dos intermedios, interrumpieron la cifra pero ahí siguen.
En su momento Francisco Labastida Ochoa había hablado de varias décadas futuras de predominio sobre los dineros públicos y están buscando que el pronóstico se cumpla. Son voraces. No tienen llene.
Las elecciones del año entrante son consideradas las más copiosas de la historia y también lo son en su presupuesto, cerca de 25 mil millones de pesos de los cuales 6 mil 788 millones serán para los partidos. El INE prevé utilizar para gastos propios más de 8 mil millones. Aunque se ajustó, la demanda de rebajar los gastos de elecciones en un país tan pobre, no se cumplió. Un alto porcentaje de lo que se gastará es ilusión en papeleo, volantes, gastos volátiles en espectaculares, medios y regalos a los votantes. Nada quedará de ganancia, como no sea la inversión de los bolsillos.
Revisados algunos autores que han escrito sobre el poder público o la búsqueda de acceso al mismo, ellos pasan de refilón el poder adictivo que tiene el presupuesto, pero hablan con normalidad de los puestos que han ocupado los mencionados, los trajes caros, las residencias y los vehículos en marcos en los que se ve como natural el desenvolvimiento de un político en espacios de lujo o al menos pudientes.
Se abunda en el partido hegemónico, en las tareas que pretenden hacer, hacen o hicieron los personajes y al hablar de trayectorias, queda en el aire, tácito, ese amor por un presupuesto que está implícito siempre en cualquier puesto.
Rafael Loret de Mola (Galería del poder, Oceano 1996) Daniel Cosío Villegas (El estilo personal de gobernar, Joaquín Mortiz 1974), Gabriel Zaid (La economía presidencial, Libros de Contenido 1992) Jorge Zepeda Patterson coordinador (Los suspirantes, Planeta, varios autores 2012), son los consultados.
La actualidad en un costoso proyecto que tendrá ocupado buena parte del año entrante, no parece estremecer a las grandes mayorías, como no sea para lamentar los costos, las alzas -los combustibles-, que se derivan de ese proceso.