Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
OAXACA, Oax., 29 de octubre de 2017.- Los complejos fenómenos sociales de nuestros días no son totalmente inéditos y se explican en buena medida por las tensiones dinámicas cíclicas entre capitalismo, democracia y gobernabilidad. Los desenlaces de las coyunturas políticas alivian o intensifican esas tensiones en el corto y mediano plazos.
El capitalismo, cuando entra en crisis y acelera, es decir cuando gesta y provoca revoluciones científicas, tecnológicas e industriales (RI), impacta en la estructura de oportunidades, goce y ejercicio de derechos de las personas y grupos, a la vez que afecta la capacidad política y jurídica para intermediar y regular sus implicaciones
Cuatro RIs en los dos más recientes siglos y medio han alterado el conjunto de relaciones hacia afuera y adentro de los países e instituciones sociales y políticas, y, por lo tanto, han afectado aquella estructura y su gobierno usual. Y cada vez lo hacen más intensa y globalmente.
La primera RI, la del carbón, hulla, máquina de vapor, algodón y mecanización del trabajo en las fábricas, en tan solo un siglo, entre 1750 y 1850, provocó las revoluciones liberales burguesas en Europa y América, el desplazamiento de las antiguas clases aristocráticas, la nobleza y el clero, y la llegada del Estado-Nación fundado en constituciones liberales (derechos y división de poderes) y la ideología del positivismo. Fue apenas un primer impulso.
En el nivel internacional, Inglaterra asumió la hegemonía a costa de España y Portugal. En las Américas emergieron países ubicados en la periferia del sistema capitalista mundial. México ingresó a este sistema pagando elevados costos en integridad territorial, productividad y capacidad de gobierno.
En efecto, antes de la Independencia (1821), el Virreinato de la Nueva España y sus territorios vinculados era más extenso, productivo y rico que las 13 Colonias de Norteamérica. Hacia 1850, esa relación se había invertido.
La gesta liberal liderada por los sureños de Oaxaca, Puebla, Veracruz, Chiapas, Guerrero y Michoacán entraba a escena para modernizar a México. Juárez y Díaz pondrían a los mexicanos de pie para asegurar la soberanía nacional.
Su generación y liderazgos entendieron que había que acelerar en la curva capitalista ascendente para absorber y regular la 1a RI. Y lo hicieron. Tuvimos, algo tarde, ferrocarriles y algunas fábricas, códigos civil, penal y mercantil. Crecimiento y gobernabilidad al fin. Grandes costos sociales.
La 2a RI, entre 1850 y 1950, la de la energía eléctrica y petrolera, telégrafo, teléfono, radio y aviación, acicate de las guerras mundiales, provocó el cambio hegemónico hacia los Estados Unidos y el ascenso de la Unión Soviética, la consolidación de burguesías industrialistas y de los estados nacionales, que mediaron las fuentes de las revoluciones.
Dentro del país, otra vez con un desfase de algunas décadas, emergería un Estado fuerte que de manera progresiva establecería una nueva gobernabilidad para el desarrollo con democracia formal o procedimental sujeta a la voluntad política unificada en el Presidente y su partido.
Ciertamente, de 1917 (Constitución federal social) a 1927 (la mayoría de las constituciones locales de la época), y del PNR (1929) al PRM (1938) y PRI (1945), más reformas y acuerdos estratégicos (PAN en 1939, PPS en 1948 y PARM en 1954), el avance en la industrialización pactada con los Estados Unidos, el llamado “Milagro Mexicano” motivó estabilidad macroeconómica, crecimiento económico del 6% anual promedio y, desde luego, la explosión demográfica y su urbanización desbordada en los años 70s y 80s.
Las constituciones locales no eran relevantes sino como instrumentos litúrgicos del poder. Oaxaca pasó en esos 200 años de la riqueza a la pobreza. En los años 80, la legitimidad y viabilidad del modelo económico, político y jurídico nacional entró en crisis. El Milagro mexicano se convirtió en pecado y comenzó la penitencia.
La 3a y 4a RIs, de 1950 en adelante hasta nuestros días, poco a poco y de manera diferenciada, irrumpen en el escenario mundial.
Fuentes alternas de energía (eólica, solar y otras), la informática, nuevas tecnologías de información y comunicación, la genómica, inteligencia artificial y robótica, y a la vez la emergencia de saberes locales y descoloniales, reconfiguran las hegemonías hacia afuera y adentro de los Estados-Nación.
Descenso relativo de Estados Unidos y la nueva Rusia y China, más un abanico de potencias regionales intermedias, entre ellas México, pugnan por entrar al centro de la economía mundial y reestructurar el neo-colonialismo internacional y regional, por ejemplo hacia Centroamérica.
El capitalismo financiero y bancario global somete a la burguesía industrial y aumenta las brechas socioeconómicas. La democracia electoral se expande pero el ingreso se reconcentra, la desigualdad y pobreza se amplifican y la diversidad cultural renace.
El Estado se debilita y los poderes fácticos, ilícitos y criminales en un entorno desregulado y desprotegido, ocupan su lugar. El reto es formidable. Se exige un constitucionalismo multinivel pro derechos individuales, sociales y comunitarios.
México, desde 1985 (entrada al GATT) ensaya pasar de la economía cerrada a la economía abierta bajo la condición financiera y bancaria internacional o neoliberal, firma el Tratado de Libre Comercio (TLC) y liberaliza sin democratizar a fondo su sistema político protegido.
Dota de mayor poder normativo a la Constitución federal (1988a 1996) en un contexto semi-pluralista (1988 en adelante, la SCJN, CNDH, IFE, BM y TEPJF) y con mayor diversidad cultural (1994 en adelante), inyecta algo de vigor a las constituciones locales pero fracasa en el rediseño del sistema de gobierno, sobre todo en el control del poder (de la transparencia de 2002 a la anticorrupción de 2015-17) y en el reparto de las oportunidades y sus beneficios.
El crecimiento económico es nulo o muy bajo e insuficiente. Crece más la población, las carencias, la inseguridad y la delincuencia, y los sismos de 2017 lo complican todavía más.
Una nueva crisis del capitalismo financiero en versión neoliberal provoca la Gran Recesión (2008 en adelante) que agudiza las contradicciones. Nacionalismos y radicalismos suben al escenario y amenazan la era liberal y socialdemócrata, de Bretaña (Escocia) a Iberia (Cataluña) y del mundo latino (Norte de Italia) al anglosajón (California o Texas). Los liderazgos y gobiernos, locales y nacionales, unos más que otros, lucen capturados y frágiles a merced de semejantes fuerzas.
En México se opta por recentralizar, sobre-liberalizar y reordenar para quizas, algún día, volver a federalizar (2012 a hoy). Baja el petróleo y el peso a la vez que sube el malestar social y el descrédito del gobierno y cualquier autoridad, incluso.
A ello colabora el Trump antiTLC. Se reconfigura el sistema de partidos, entre frentistas (PAN-PRD-PC) e independientes. Crudo litigio entre aquellos, MORENA y el PRI por ganar la “Pole” y, en la última vuelta, el voto útil. Hay confusión, dudas y errores en la política constitucional federal y en algunos de sus protagonistas clave, ya en los poderes y órganos autónomos o en fiscalías en transición (Peña vs Nieto).
Las constituciones locales pierden su impulso normativo y garantista a manos de las promesas incumplidas del capitalismo y la democracia. La gobernabilidad precaria. Oaxaca en graves aprietos. Aquí concurren todos los siglos y, hasta ahora, luce mejor el siglo 19 que el 21
Los liderazgos políticos responsables obligados a la gesta heroica. Sin lugar para los débiles. Una espada para jóvenes, indígenas y mujeres. La ciudadanía y el liderazgo tendrán la palabra en 2018 o el temor, el silencio y la depresión impedirán, si acaso, otro milagro.